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Belinda Arroyo* llevaba meses preocupada por la situación del covid-19 en Venezuela, pero su intranquilidad se transformó en miedo cuando el virus se metió sin avisar en su vida.

Belinda tiene 42 años de edad. Vive con su marido y dos hijos, el mayor de 18 años de edad y el menor de 10 años. Los síntomas comenzaron luego de un viaje de negocios de su esposo, de 45 años, quien se trasladó desde Anzoátegui, en donde viven a Maturín, capital del estado Monagas.

El contagio pudo ocurrir en cualquier lugar. Le es difícil determinar en qué sitio fue exactamente. Su única certeza es que aquel viaje era la respuesta.

Todo inició como una gripe cualquiera. El primero en manifestar los síntomas fue Samuel, su esposo.

De inmediato iniciaron el tratamiento con antibióticos, siguiendo los protocolos dados por médicos venezolanos, pero luego de tres días, una fiebre de 39° que no bajaba y la llegada de un creciente cansancio y dificultad para respirar les hizo encender las alarmas: podía tratarse de coronavirus, y de ser así, todos en el hogar estaban en peligro.

La opción de ir a un hospital fue descartada de inmediato. “Obviamente aquí en este país no es viable ir a hospitales y las clínicas están colapsadas”, señaló Belinda.

Pero a ella le quedaba un comodín. Llamar a un médico y que los evaluara a todos, aunque su verdadera preocupación era Samuel, quien lucía decaído y de a poco, su respiración se entrecortaba.

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El primero en manifestar los síntomas fue Samuel, el esposo de Belinda. Foto: Pixabay

Covid-19 en Venezuela

No obstante, en la Venezuela pandémica, recurrir a los servicios privados de médicos de visita a domicilio tampoco es un gasto que se pueda ignorar. Por todas las cuatro consultas pagó 200 dólares en total. Era el inicio de una escalada que le llevaría a gastar al menos 600 dólares para poder salir bien librados.

“Llegué a esta doctora por recomendación de una amiga. Le mandó a hacer a Samuel unos rayos X y unos exámenes de laboratorio”, indicó.

La médico realizaba un minucioso ritual para tratarlos. Vestía un traje blanco, como de astronauta, gorro en el cabello, careta, tapabocas y guantes. Sus zapatos los cambiaba al entrar y al salir. Luego de revisar a los pacientes limpiaba minuciosamente todos los implementos con alcohol, desde su estetoscopio hasta el oxímetro.

Los rayos X salieron en 60 dólares y los exámenes de laboratorio: hematología completa, proteína C reactiva, tiempo de coagulación, creatinina y ferritina por 40 dólares.

Neumonía o covid-19

Los resultados llegaron un sábado en la tarde con un diagnóstico. Neumonía en ambos pulmones y una saturación de oxígeno de 72%. Un valor muy bajo y peligroso. Todo indicaba covid-19. Así se lo hizo saber la experta quien, a pesar de no tener una prueba confirmatoria pero sí una sintomatología sospechosa, le dijo que debía ser tratado como un paciente positivo. Iniciaron así un tratamiento endovenoso, por lo que solicitaron los servicios de una enfermera.

Cuando los exámenes llegaron, la infección estaba muy avanzada y agresiva. La fuerza del covid-19 lo estaba abatiendo. Samuel no podía moverse de la cama. Mover sus músculos era sentir mucha fatiga, como si acabara de finalizar una maratón. Belinda debía bañarlo, y de esa forma, las cotidianidades se transformaban en sus nuevos deberes. “Para mí era algo muy difícil. Se ahogaba del solo esfuerzo de levantar una pierna o brazo. El peso del agua que le caía en la espalda era como que le colocaran un saco de cemento. Se quejaba. Yo lo veía súper mal, pero lo encomendé a Dios y a la Virgen del Valle”, manifestó.

Belinda solicitó tres bombonas de oxígeno, una por día. Foto: Pixabay

Durante el tránsito por la enfermedad, Belinda solicitó tres bombonas de oxígeno, una por día. Por esto debió pagar 200 dólares. La primera que era pequeña, duró dos horas, luego una mediana que rindió ocho horas más y la última fue una grande que cubrió 24 horas.

Luego de dos días de haber iniciado el tratamiento, Samuel empezó a mejorar, no era un cambio grande, pero comenzar a caminar con la espalda encorvada y arrastrando los pies calzados con sandalias. Era un avance lento pero seguro.

Luego de finalizada la oxiterapia, Samuel tuvo que aprender a respirar. No podía reaccionar ante los ataques de asfixias como una persona que sale de las profundidades del agua. La calma era prioridad, no desesperarse y así, vencer los ahogos. “Él se iba calmando poco a poco e iba respirando conscientemente”, señaló Belinda.

La enfermera

La enfermera acudía a su casa una vez al día para chequear que todo estuviera bajo control. Le enseñó a Belinda, sin embargo, cómo preparar el tratamiento y a su vez, suministrarlo.

El servicio de esta profesional significó otros 40 dólares, sin incluir las medicinas: azitromicina, levofloxacina vía oral y ceftriaxona endovenoso.

Por fortuna, a Samuel no le recetaron Remdesivir, una medicina ampliamente usada contra el covid-19 en Estados Unidos y cuyo costo en franquicias farmacéuticas venezolanas va desde los 350 dólares hasta los 400 dólares. El Ministerio de Salud se inclina por el interferón y la hidroxicloroquina, los cuales la Organización Mundial de la Salud ha descartado su uso.

Luego de varias semanas Belinda pudo agradecer a Dios que su esposo saliera del cuadro crítico una vez que la saturación de oxígeno subió a 85%. El seguía cansándose, sin embargo, al hacer actividades básicas.

“No podíamos bajar la guardia porque podía recaer, así que teníamos que estar totalmente aislados y yo con mascarilla todo el tiempo para evitar contaminarlo a él, que tenía las defensas por el piso de tantos antibióticos”, dijo.

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Luego de varias semanas Belinda pudo agradecer a Dios que su esposo saliera del cuadro crítico. Foto: Pixabay

Durante esos días en cama, en los que Samuel pensaba que podría morir, su corazón se revolucionaba y palpitaba con fuerza. Eran unas taquicardias que también lo ahogaban y le hacían sentir unos nervios nunca antes experimentados, acompañados de un dolor de cabeza incontrolable, que se fue apaciguando al mismo compás que lo hacía el virus.

En algún momento la médico les comentó que la taquicardia era uno de los síntomas variables que se presentaban al padecer coronavirus. Inclusive, especificó que podía dejar lesiones en el miocardio.

Una vez sanos, la familia acudió al cardiólogo para evaluar las condiciones de su corazón. Enseguida, el médico se sorprendió. “Él no se podía creer que al haber pasado por todos esos males en tan poco tiempo estuviese parado frente a él contando lo ocurrido. Le dijo que en su situación era para que estuviese intubado”, manifestó.

El médico precisó que el haber manejado de forma correcta la enfermedad, aun cuando permanecieron en casa, fue la acción determinante para salvarse.

Episodios de taquicardia

Samuel sigue teniendo episodios de taquicardia y es una especie de recordatorio que deja el virus proveniente de Wuhan. Los expertos no le pueden precisar cuándo exactamente se irán, pero por los momentos comienza a retomar su vida con normalidad. Emocionalmente pasar por el covid-19 es una experiencia que marca, el pánico, la inseguridad, y la latente posibilidad de morir.

Belinda recordó con temor el día en el que su esposo la llamó: “Belinda, llama a los niños, quiero despedirme”. Ella se puso fría, se sintió mareada y temió lo peor, pero rápidamente le dijo que no lo haría porque él se salvaría, porque lo más importante era tener fe en Dios y la Virgen. Eso lo tranquilizó.

De este modo esta familia de cuatro personas se recuperó. Ellos forman parte de la población venezolana que padeció covid-19 y no están en la base de datos de contagios que ofrece el gobierno chavista diariamente en cadena nacional.

“Como nosotros hay muchos más que temen ir a centros públicos. Hay que cuidarse porque no sabemos quién tiene covid-19 en la calle. Por fortuna nosotros pudimos costear los gastos, pero en un país en el que además los pagos se hacen en dólares, ¿qué pasa con el que no?

*Los nombres utilizados en este trabajo fueron cambiados para resguardar su seguridad.


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