Lacalle
Foto AFP

En el pico de su popularidad, Juan Guaidó, presidente encargado de la República, prometió sacar del poder a Nicolás Maduro este año.

Ahora, arriesgando su liderazgo, parece girar hacia una estrategia de largo aliento para quebrar el crucial apoyo militar al presidente.

“Por las buenas o por las malas”, juró Guaidó, cuya aprobación llegó a 63% en enero luego de asumir la presidencia interina con apoyo de medio centenar de países encabezados por Estados Unidos.

Pero ni las duras sanciones y las amenazas de una acción militar de Washington, ni el aislamiento internacional del gobierno precipitan la ruptura de la Fuerza Armada con Maduro. Tampoco evitaron que la popularidad de Guaidó cayera hasta 42% en octubre.

“Lo hemos intentado todo”, afirmó Guaidó durante una movilización el sábado que presentó como el inicio de una “protesta permanente”. Un intento por capitalizar el entusiasmo de sus seguidores por la caída de Evo Morales en Bolivia. Sin embargo, los 5.000 participantes en Caracas estuvieron lejos de las decenas de miles que acompañaron su desafío inicial.

Convocatorias para el lunes y el martes tuvieron una acogida pobre. “La protesta se ha desgastado por su uso y abuso”, dijo el analista Benigno Alarcón.

“No hay fórmula mágica”, reconoce Guaidó, que el 30 de abril lideró un fallido levantamiento militar contra Maduro. Luego aceptó un diálogo con mediación de Noruega que fracasó. La Fuerza Armada acumuló un vasto poder durante dos décadas del régimen chavista.

Frustración al acecho

Guaidó busca aumentar gradualmente la presión contra Maduro en un país donde 82% de la población quiere “un cambio político”, según Datanálisis.

“Pareciera que abandonó la idea de la salida rápida para enfocar el trabajo como un proceso que lleva su tiempo”, dijo a AFP Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos.

Esa firma indica que 38% de los opositores desea que surja otro dirigente que enfrente a Maduro en un contexto en el que los liderazgos independientes prácticamente no existen.

“Calle sin retorno ya no significa permanecer en la calle y no regresar, sino mantener la movilización”, añadió Seijas.

La apuesta parece riesgosa en un país en el que gran parte de la población está ocupada en sobrevivir a una devastadora crisis, con una economía reducida a la mitad desde 2013 y una inflación que cerrará este año en 200.000%, según el FMI.

“La frustración puede llegar”, advirtió Seijas. Algunos también temen a la represión. Maduro, que tilda a Guaidó de marioneta de su mentor Leopoldo López y de Donald Trump, enfrentó protestas que dejaron más de 200 muertos desde 2014.

“Me cansé, Guaidó nos engañó. No hemos llegado a nada con marchas”, se queja Bianca Urdaneta, ama de casa de 36 años de edad. Pero el opositor clama por no acostumbrarse a una falsa normalidad, cuando las remesas de 4 millones de personas que emigraron desde 2016 pudieran estar descomprimiendo al gobierno, sometido desde abril a un embargo petrolero estadounidense.

Para Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, más allá de una vaga oferta de amnistía, la estrategia de Guaidó carece de garantías para los militares de que podrán “preservar su poder, integridad y patrimonio”.

 Días clave

A Guaidó, que acusa a Maduro de haberse reelegido fraudulentamente en 2018, le esperan días clave. Tal es el caso del 5 de enero, cuando finalizará su período al frente del Parlamento, desde el cual reclamó la presidencia interina.

La mayoría de la coalición apoya su continuidad, pero un acuerdo previo reserva la presidencia rotativa a los partidos minoritarios, algunos críticos del dirigente y otros en negociaciones con el gobierno.

Peor aún, en 2020 deben realizarse elecciones legislativas, pero Guaidó reclama unas presidenciales sin Maduro, quien cuenta con apenas 15% de popularidad, según Datanálisis.

A riesgo de dividirse una vez más, la oposición podría boicotear esas votaciones como hizo con las presidenciales de 2018. Eso permitiría al chavismo, que según Delphos representa 25% del electorado, retomar el único poder en manos opositoras.

Ambos bandos iniciaron un proceso legislativo para renovar el Poder Electoral, con horizontes distintos: Guaidó buscando presidenciales y Maduro parlamentarias.

“Si no responde la gente, Guaidó deberá promover un conflicto. Solo le va quedando la opción de dar una sorpresa o morir en el intento”, opina el politólogo Jesús Castillo-Molleda.


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