En el año 2024, Enrique Krauze Kleinbort se encuentra en el centro de la atención intelectual y académica, con notables reconocimientos que resaltan su destacada contribución al análisis político y cultural de América Latina. Este año, Krauze ha sido postulado a dos categorías en el prestigioso Premio Princesa de Asturias, un reconocimiento que subraya su influencia en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades.

Sin embargo, hay otro motivo de celebración para el escritor y para todos aquellos que aprecian su obra. Su obra seminal, El Poder y el Delirio, cumplió recientemente quince años desde su primera publicación. Marco de esa manera un hito significativo en el panorama del análisis político contemporáneo.

El reconocido historiador y ensayista mexicano se distingue por su aguda perspicacia y profunda comprensión de los entresijos políticos de América Latina. El Poder y el Delirio no solo representa un estudio exhaustivo sobre la figura de Hugo Chávez y su impacto en Venezuela, sino que también ofrece una mirada penetrante sobre el ascenso del populismo y el autoritarismo en la región.

Al conmemorar el quinceavo aniversario de esta obra, no solo se celebra el legado intelectual de Enrique Krauze, sino que también se destaca la urgente necesidad de reflexionar sobre los desafíos persistentes a la democracia en América Latina y en todo el mundo. El Poder y el Delirio sigue siendo una guía esencial para comprender las complejidades del populismo y el autoritarismo, recordando la importancia de la vigilancia democrática y la defensa de los valores fundamentales en un mundo cada vez más polarizado.

La obra del escritor mexicano reconocido en el mundo, continúa resonando con relevancia y vigencia, sirviendo como faro en medio de las turbulencias políticas y sociales que caracterizan a nuestra época. Su capacidad para ofrecer insights profundos y su compromiso con la búsqueda de la verdad lo convierten en una figura indispensable en el debate público y académico, y su legado perdurará como una fuente de inspiración para las generaciones futuras. Krauze no se limitó a explorar el fenómeno chavista en suelo venezolano, sino que también arroja luz sobre su influencia en la región latinoamericana. Desde sus primeras páginas, la obra invita al lector a reflexionar sobre los paralelismos y las diferencias entre el chavismo y otros movimientos populistas que han emergido en la región como  el autoritarismo, proporcionando un marco invaluable para comprender no solo el caso venezolano, sino también otros movimientos similares en la región y en todo el mundo.

A pesar de que han pasado quince años desde su primera publicación, El Poder y el Delirio sigue siendo una obra de relevancia incuestionable en el análisis político contemporáneo. Su capacidad para ofrecer perspectivas valiosas sobre los desafíos persistentes a la democracia en América Latina y más allá, es testimonio del impacto duradero que tiene la obra de Krauze en el pensamiento político y académico.

Al conmemorar el quinceavo aniversario de El Poder y el Delirio, no solo celebramos la trascendental contribución intelectual de Enrique Krauze al análisis político y cultural de América Latina, sino que también reconocemos la importancia crítica de su obra en un momento donde los desafíos a la democracia continúan siendo una preocupación global. Conversamos con el autor para reflexionar sobre el legado de su libro, su perspectiva sobre los retos actuales de la democracia y su visión del futuro político de la región. Se trata de una entrevista exclusiva con Enrique Krauze, una oportunidad para adentrarse en las profundidades de su pensamiento y su análisis sobre el panorama político contemporáneo.

—A quince años de la publicación de El Poder y el Delirio, ¿Cómo evalúa usted el impacto que ha tenido su libro en el estudio del chavismo y el análisis político en América Latina?

—No puedo medirlo. Sé que fue un libro oportuno, que abrió paso y despertó conciencias, porque fue escrito en el cenit del chavismo, cuando parecía que el “Socialismo del siglo XXI” iba a llevar a Venezuela al “mar de la felicidad” en que supuestamente navegaba ya Cuba, como anunció Chávez. Yo nunca lo creí, porque desde los sesenta supe que Cuba iba a naufragar en el mar de la tiranía totalitaria. Cuando estudié las actitudes de Chávez, vi que mostraban su fe ciega en la Revolución cubana y la figura de Castro. La conclusión era obvia. Naufragaría también. Ninguna tiranía conduce a la felicidad.

—Al revisar su obra después de quince años, ¿Qué aspectos cree que fueron particularmente premonitorios sobre la evolución política de Venezuela y la región?

—Quiero pensar que mi escepticismo con respecto a la economía venezolana (basada en un acto de fe, el precio del barril) y, sobre todo, el señalamiento sobre los efectos el delirio narcisista, megalomaníaco, paranoico, siempre agresivo y polarizante de Chávez. Tomé en serio su lectura de Plejanov, y no me equivoqué. Por el estudio del siglo XX sabía que el dominio carismático, típico del líder populista, conduce irremisiblemente a la tiranía y, en el extremo, al totalitarismo. Nada en Chávez se apartaba de ese canon. Iba enfilado a la tiranía. Y su ejemplo cundiría.

—Considerando los desarrollos recientes en América Latina, ¿Cómo ve la influencia del legado de Chávez hoy en día? ¿Existen nuevas formas o manifestaciones de populismo que no estaban presentes o no se anticiparon en su libro?

—Pienso que su legado se desvanece. El perfil de AMLO es similar, pero no creo que su poder sobreviva al sexenio, y entonces su popularidad se irá desvaneciendo también. Maduro ya no es un populista, es un dictador desembozado, a un milímetro de Díaz Canel. Ortega es un déspota vergonzoso. No considero a Lula un populista, aunque muchas actitudes suyas me decepcionan. En cuanto al populismo de otro signo, Bolosnaro por fortuna no pudo arraigar en Brasil. Y ya veremos a donde desemboca Milei, cuyo estilo volcánico no me gusta y cuyo programa de shock me preocupa. Soy liberal, no libertario. El populista más peligroso de nuestro tiempo es Donald Trump.

—En su libro, analiza detalladamente el ascenso al poder de Hugo Chávez y las dinámicas políticas que lo acompañaron. Desde su perspectiva, ¿Qué errores o desafíos enfrenta la oposición en Venezuela actualmente para construir una alternativa viable?

—El camino sigue siendo difícil. Un calvario. Así es la lucha contra el mal. Solo espero que la oposición no pierda el ímpetu, que recuerde las glorias del pasado venezolano, que recuerde los sufrimientos de la disidencia bajo el totalitarismo soviético, que tenga fuerza y fe. Porque nada es eterno, y el azar juega un papel. Resistir, resistir. Sobre todo ahora, que Venezuela tiene una líder histórica.

—¿Cómo compararía el chavismo con otros movimientos populistas contemporáneos en América Latina y el mundo? ¿Qué elementos son únicos del chavismo, y cuáles son compartidos con otros movimientos?

—Los populismos europeos y el de Estados Unidos son identitarios, nacionalistas, racistas, xenófobos, ant inmigrantes. Los latinoamericanos son más tributarios de un vago marxismo, un victimismo social, un torvo militarismo y un nacionalismo transnochado. Son los nuevos fascismos. Pero todos corresponden aproximadamente al “Decálogo del Populismo” que publiqué en 2005. (CEDICE hizo un cuadro que ha circulado en redes)

—¿Cómo describiría la evolución del chavismo en Venezuela desde la publicación de El Poder y el Delirio hasta hoy en día?

—Un tobogán que conduce al abismo, un abismo que parece no tener fondo. Pero no olvidemos que existe el pueblo venezolano, y que por la vía más dolorosa –la opresión, el hambre, la migración- ha aprendido el valor de la libertad. Cuando la recobre, no la soltará nunca. Y estoy seguro que la recobrará.

—¿Cómo evaluarías el desempeño de Nicolás Maduro en comparación con el de Hugo Chávez en términos de política interna y relaciones exteriores?

—Chávez fue la caricatura de Castro. Maduro es la caricatura de esa caricatura. Pero Chávez tenía –me parece- un residuo de pragmatismo. Quizá soy ingenuo. No sé si hubiera permanecido impávido y hasta risueño ante la destrucción total de sus país y el sufrimiento indecible de los venezolanos. Maduro y la camarilla que preside (o que lo preside) es un pragmático del poder. El dolor de la gente no le importa nada. La gente es invisible. Igual que en Cuba.

—¿Qué reflexiones puede ofrecer sobre la reciente inhabilitación de María Corina Machado para ejercer cargos públicos en Venezuela?

—Un escándalo que debería llevar a la suspensión inmediata del acuerdo de Barbados y al aislamiento internacional del régimen.

El Poder y el Delirio examina el papel de Venezuela en el ámbito internacional durante el gobierno de Chávez. ¿Podría ofrecer su perspectiva sobre cómo ha evolucionado la posición de Venezuela en la arena global desde entonces? ¿Ha mantenido el país su influencia regional y su participación en organismos internacionales, o ha experimentado cambios significativos en su política exterior?

—Su influencia diplomática y económica en la región ha disminuido en la medida en que se ha empobrecido y desprestigiado. Pero ha tenido una presencia desestabilizadora en algunos países.

—En su análisis del chavismo, se aborda la gestión de los recursos naturales de Venezuela, especialmente el petróleo. ¿Cómo evaluaría usted la gestión económica y la distribución de la riqueza durante el gobierno de Chávez y en los años posteriores? ¿Ha habido cambios notables en la política económica venezolana desde que escribió su libro?

—No estoy al día de las cifras. Sé que Venezuela produce una ínfima parte de lo que producía antes de Chávez. Lo cual es una desgracia histórica. No sé si la dolarización ha animado la economía. El reparto de dinero en efectivo mantiene a un sector de la población atado a la subsistencia y adicto al régimen. Me entero de la corrupción, las ligas con el narco, la fuerza de los militares, el dominio de Big Brother cubano. Y todo me llena de pesar. No puede reconstruirse una economía en un régimen carcelario.

—¿Entrevé un futuro?

—Por supuesto que sí. El régimen tendrá su fin. A Maria Corina no la doblegarán. Al pueblo no lo doblegarán. A la opinión internacional mayoritaria no la doblegarán. Los aliados totalitarios se irán también, eventualmente. (Putin no lo sabe, pero es mortal). Si la democracia mexicana resiste, Maduro se quedará más solo. El gobierno chileno se ha distanciado desde el inicio. Cualquier candidato que triunfe en Estados Unidos, deberá encarar la realidad: el régimen chavista es la causa de las migraciones. La forma de revertirlas es atraer a los millones de venezolanos de vuelta a su país para reconstruirlo casi desde los cimientos. Y la condición es la elección de un régimen democrático. Venezuela fue puerto de abrigo para los perseguidos de otras tierras. Venezuela debe ser ahora puerto de libertad para los propios venezolanos, expulsados de su maravilloso país por un régimen perverso.


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