Ya es un clásico de la «revolución bolivariana» que el primer día del año Nicolás Maduro le conceda una entrevista al becario internacional del socialismo del siglo XXI Ignacio Ramonet.

En este 2024 la locación fue la Casa Natal del Libertador Simón Bolívar, en el centro de Caracas. Desde el inicio, el entrevistador dibujó su estrategia: «Hacer un balance de los logros, de las victorias, de los avances que se han producido, que son muy importantes». Ramonet es periodista, por si hubiera alguna duda.

Durante casi 80 minutos de monólogo madurista -y asentimientos de Ramonet- se pasó de comentar la reciente intervención de la Fiscalía General sobre el crimen del rapero Canserbero, cuya música Maduro dice conocer por sus nietos, a recordar los encuentros del mandatario con Petro, Lula, Xi Jinping, en su afán por colocar a la diplomacia bolivariana en el nuevo eje del poder mundial, que marca el fin, según el visionario de Miraflores, de «los imperios occidentales».

A Ramonet le interesaba también que Maduro le hablara de la «enorme victoria en materia de movilización» del referéndum del Esequibo -cuyo registro estadístico mesa por mesa se desconoce un mes después de su realización- y de la reciente liberación de Alex Saab, «secuestrado y perseguido» por su labor patriótica. «Liberamos a un hombre inocente y entregamos a convictos y confesos, terroristas, ese fue el precio que pagamos por la libertad del secuestrado», resumió el mandatario. Ramonet imparcial, remató: «Fue una bellísima victoria».

Maduro abordó además el tema económico,  con todo el optimismo del que siempre hace gala contra cualquier atisbo de la terca realidad, el éxito de los cuadrantes de paz que tiene la osadía de recomendar a países de la región que piden a gritos controlar las bandas criminales exportadas desde Venezuela y, finalmente, el tema de su candidatura presidencial para este 2024.

Ramonet, siempre tan discreto, no habló de la bajísima sintonía popular de Maduro en todas las mediciones, salvo las de Schemel, ni de la existencia de una candidatura opositora, la de María Corina Machado, que arrasó en las primarias de octubre. En cambio, dijo que la oposición había designado (?) nueve candidaturas y que en el campo oficial se daba por descontado la de su entrevistado: «¿Usted puede confirmar si será el candidato?».

-Es prematuro todavía… apenas el año empieza. Solo Dios sabe, no Diosdado, Dios», y ensayó una sonrisa forzada.

Luego Maduro se introdujo en una larga perorata en la cual él no era él, juró que no tenía ego alguno y atacó a los «politiqueros y politiqueras» -sin nombres claro, no vaya a ser que se le escape el que tanto evita- que se creen destinados a la presidencia, no como él, que fue designado por Chávez y su pueblo. «Formo parte de una causa histórica, yo no soy yo, soy parte del alto mando político militar de la revolución, yo no impongo un ego».

Maduro afirmó que en la decisión candidatural nunca estarán por delante ni ambiciones personalistas, ni individualistas, ni egos. «Estarán los intereses de la patria», dijo, aunque sin aclarar cómo, cuándo y entre quiénes se tomará la crucial decisión que recorre el agotado elenco de los hombres -y mujeres- del «proceso bolivariano».


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