El 18 de marzo de 2023 publiqué la primera parte del análisis de este conflicto y desde entonces se han registrado numerosos acontecimientos en Nagorno-Karabaj que merecen un seguimiento. Hasta el pasado miércoles, al menos 70.000 personas armenias habían abandonado sus hogares en Nagorno-Karabaj para tratar de refugiarse en Armenia. El 20 de septiembre, Azerbaiyán lanzó un ataque militar contra Karabaj provocando numerosas muertes, personas heridas y daños materiales contra la población civil. Ante el ataque, el Ejército de Defensa de Artsaj (la milicia armenia en la región) decidió no seguir los combates, pero se desconoce por cuánto tiempo.

Si bien se han registrado esporádicos ataques azeríes contra el territorio de Nagorno-Karabaj, este último pareciera culminar una época geopolítica de la región. Además, el suceso pone en duda el trabajo de las fuerzas de paz rusas desplegadas después de la firma del acuerdo firmado entre las partes en conflicto en 2020. La rápida presencia en la zona de Samantha Power, directora de la agencia de ayuda internacional (USAID) y de Yuri Kim, secretario asistente del Departamento de Estado, confirmaría que Estados Unidos vigila muy de cerca la situación en la región y no está dispuesta a dejar pasar una oportunidad para ejercer presión para incidir en la actuación de Rusia en la guerra contra Ucrania.

A pesar de la presencia rusa para el mantenimiento de la paz, Nagorno-Karabaj lleva nueve meses bajo bloqueo. En diciembre de 2022, activistas apoyados por Azerbaiyán establecieron un puesto de control militar a lo largo del corredor de Lachin. En abril de 2023, un nuevo puesto de control fue construido, impidiendo la importación de alimentos y haciendo temer que se dejara morir de hambre a los residentes. Así mismo, desde mayo de este año, ambas partes han sostenido conversaciones para tratar de llegar a una solución. Sin embargo, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Karabaj advirtió que Azerbaiyán había estado realizando preparativos para una posible agresión a gran escala poco antes de ocurrirse el ataque. Si bien las tensiones son casi normales, la escalada del martes pasado fue repentina y estuvo seguida de desacuerdos entre Azerbaiyán que acusa a Armenia de intervenir en la región y este último país, el cual responde que su participación sólo es de carácter humanitario debido al bloqueo (no confundir con las sanciones impuestas a los líderes del régimen en Venezuela).

Hoy la coyuntura descrita pareciera transformarse. Esta semana, el gobierno de Nagorno-Karabaj anunció que se disolverá y que la república no reconocida dejará de existir en 2024. Según autoridades de esa nación el presidente, Samvel Shahramanyan, firmó un decreto para disolver el Estado antes del 1º de enero de 2024. Esta decisión podría haber sido generada por las continuas tensiones que hacen insostenible la gobernabilidad de una nación incipiente. Además, las acusaciones de corrupción e ineficiencia contra el anterior presidente de la república y algunos de sus ministros debilitaron la confianza en las instituciones.

Ahora queda analizar cuál será la reconfiguración de la región. Desde el inicio de la invasión de Ucrania por el presidente Vladimir Putin en febrero de 2022, Azerbaiyán y sus vastas reservas de petróleo y gas se han convertido en un frente clave en la guerra económica entre Rusia y Occidente. Azerbaiyán se encuentra en el centro de los esfuerzos por romper la dependencia energética rusa de Europa. Pero el estallido de los combates menos de dos años después de la guerra armenio-azerbaiyana de 2020, es una señal más de que el enfoque de Occidente hacia Azerbaiyán está fracasando y no contaba con una estrategia adecuada para hacer frente al riesgo de conflicto en Nagorno-Karabaj. A pesar del acuerdo firmado con la Unión Europea para duplicar las importaciones de gas azerí de 8.100 millones de metros cúbicos a 20.000 millones de metros cúbicos en 2027. Sin embargo, especialistas advierten sobre el aumento de las importaciones de gas, y advierten que los objetivos no son realistas en la actualidad, entre otros factores por la falta de capacidad libre en los gasoductos que no estén controlados por Rusia.

Si Europa no se toma en serio las relaciones con Azerbaiyán, corre el riesgo de amplificar la escasez de energía, exacerbar la crisis de seguridad en el Cáucaso y dar más poder a Rusia. La diplomacia occidental estuvo ausente en 2020, cuando estalló la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj. Con el apoyo crucial de Turquía, Azerbaiyán retomó alrededor del 20% de Nagorno-Karabaj y los distritos circundantes de Azerbaiyán controlados por Armenia desde la Primera Guerra de Nagorno-Karabaj en 1994. La ofensiva de Azerbaiyán terminó cuando Rusia intervino. Putin convocó al presidente azerí, Ilham Aliyev, y al primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, después de que un helicóptero ruso cayera en circunstancias opacas junto a la frontera armenio-azerbaiyana. De inmediato los dos países acordaron un alto el fuego, del que Rusia fue cofirmante. El pacto incluía un acuerdo para que las tropas rusas actuaran como fuerzas de mantenimiento de la paz, incluida la supervisión del corredor de Lachin, el único enlace por carretera entre Armenia y Azerbaiyán.

La diplomacia occidental ha permanecido en gran medida ausente desde entonces. El Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (creado en 1992 para resolver el conflicto armenio-azerí sobre Nagorno-Karabaj, copresidido por Rusia, Francia y Estados Unidos, que no debe confundirse con el formato de Minsk encargado de resolver el conflicto ruso-ucraniano, no ha logrado ningún avance en 30 años. El Grupo de Minsk no desempeñó ningún papel significativo en la respuesta a la guerra de 2020, al igual que el formato de Minsk ha sido impotente ante la continua agresión rusa contra Ucrania.


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