Es lamentable la situación política mundial en la cual se está cayendo en un “cambio epocal”, lo cual significa una transformación radical de la normativa que sustenta las sociedades. El posmodernismo está instaurando una lógica de acción centrada en el marxismo cultural, al cual sucumben instituciones internacionales como la ONU, las grandes transnacionales, la academia, los gremios, los políticos, etcétera. Esto no es raro, pues esa fue precisamente la estrategia de Gramsci al postular esta teoría de transformación del marxismo, que constituye en el cambio de estrategia política de ese movimiento del énfasis de la sustentación del discurso de lo económico (la lucha de clases entre el burgués y el proletario) a la guerra cultural (creación de conflictos identitarios encadenados).

Gramsci escribió en los años treinta acerca de una “guerra de posicionamiento” para que los socialistas y comunistas corrompieran la cultura occidental desde adentro, en un intento por obligarla a redefinirse. Gramsci habló de organizaciones que incluían a iglesias, organismos de caridad, medios de comunicación, escuelas, universidades y el poder “económico empresarial” como organizaciones que necesitaban ser invadidas por pensadores socialistas.

Un desarrollo moderno del marxismo cultural lo hizo Laclau, quien tiene una definición antagónica de la política y por consiguiente una reducción del pluralismo resultante de la misma.  Él es el gran teórico del autoritarismo populista del socialismo del siglo XXI, siendo asesor de Chávez y Cristina Kirchner. De manera que la estrategia fue una coordinación entre la toma de las organizaciones de la sociedad civil y la toma del Estado a través de la vía populista del Foro de Sao Paulo.

Frente al relativo fracaso de este dado el rechazo que genera su resultado más extremo de hegemonías totalitarias siguiendo el modelo cubano elaboradas por Chávez y Ortega y el descrédito por la corrupción de Lula, Correa, Kirchner, el socialismo del siglo XXI se disfraza ahora en una segunda ola de progresismo, enmarcando su discurso más en las luchas identitarias (género, ambientalismo, feminismo) reivindicando una cara más suave y más ligada a ese discurso progresista internacional, así se propugna la toma del poder por Castillo, Boric, Petro.

La estrategia ahora la reivindica la Internacional Progresista liderada por Bernie Sanders y propugnando un socialismo democrático, obviamente patrocinado y promocionado por el gran capital socialista de Soros y coalitado por la agremiación internacional de organizaciones progresistas que quieren imponer la dominación del discurso neomarxista y aupado por entes y personalidades que jamás se podría creer que estuviesen aupando a este, como la “big tech” y el papa Francisco.

Pero no hay que engañarse, es el mismo comunismo que se disfrazó de socialismo del siglo XXI y que ahora se disfraza de progresismo, pero que tiene el mismo objetivo: la toma del poder para la instauración de la dictadura socialista. Tiene la misma estrategia del Foro de Sao Paulo, pero ahora transmutado en la cara cultural del Grupo de Puebla que aboga por regímenes socialistas, pero con la cara blanda de la socialdemocracia y presentando un discurso falso que reivindica por ejemplo que los países nórdicos son socialistas y dicen querer ese supuesto modelo.  Siempre he insistido en que el liderazgo democrático liberal no ha prestado atención a la lucha ideológica frente al socialismo del siglo XXI y relativizado su impronta totalitaria, no nos enfrentamos a una lucha electoral típica, sino a una guerra cultural por la toma del poder y para ellos la instauración de una hegemonía populista autoritaria a lo Laclau, enfatizando que “el liderazgo colombiano no haya interiorizado que se está en una guerra frente al socialismo del siglo XXI y que se debe actuar en la perspectiva de una lucha existencial entre la vida y la muerte de la República y no ante una elección cualquiera”( https://www.elnacional.com/opinion/liderazgo-irresponsable-va-a-llevar-a-colombia-al-socialismo-del-siglo-xxi/ ), ni se diga ahora que el liderazgo político se ha entregado sumisamente a los deseos de Petro de instaurar un régimen de socialismo del siglo XXI.

Por ello es fundamental que la escasa trinchera de oposición a Petro que existe tenga muy claro la dimensión del conflicto y el objetivo a lograr y la estrategia adecuada para lograrlo. Repito, hay que dejar la actitud boba de presumir una triangulación como lo hizo Clinton, de tomar elementos de uno y otro bando ideológico para presentar una alternativa de centro (http://www.saber.ula.ve/bitstream/handle/123456789/25975/usa_06102008.pdf;jsessionid=2ADE241807F88B7CCB03D1B101521070?sequence=1 ). La historia reciente ha demostrado que, ante la polarización política existente, esa estrategia de la tercera vía no convence, solo los políticos que presentan una opción radical ante el progresismo triunfan (Ayuso, Johnson, Trump, Bolsonaro, Lasso) y al llegar al gobierno no se puede aplicar una política gradualista (Piñera, Macri) porque se fracasa.

Por lo tanto, la dimensión es de un conflicto existencial enmarcado en la guerra cultural, el objetivo es impedir la implantación de la dictadura del socialismo del siglo XXI y la estrategia debe ser la constitución de un gran movimiento social y político que encarne los valores tradicionales del pueblo colombiano que ama la democracia y defiende sus instituciones. Ante esto la oposición al Pacto Histórico y sus adulones conservadores y liberales, entre otros, debe enmarcarse en un discurso claro y firme de crítica de los objetivos progresistas de Petro, así se enmascare en un discurso moderado y se acompañe de los políticos democráticos tradicionales; esta oposición debe tener un claro sustento ideológico y expresarse en una definida propuesta programática, se debe ir construyendo una masa crítica de adherentes, basándose en las estrategias de difusión de redes sociales, pero esto se debe acompañar de una presencia efectiva en la realidad cotidiana de los barrios populares y de clase media urbana y de las poblaciones rurales. Es imperativo la construcción de una red de medios alternativos que hagan oposición a la zalamería al poder de los medios tradicionales colombianos y se debe difundir una crítica objetiva a la realidad pauperizante que la estrategia económica expansiva de Petro y su catastrófica ideología socialista irá imponiendo.

Sobre todo se deben evitar las pugnas por el liderazgo y las guerras internas entre los colectivos que conformen esa oposición, el liderazgo se irá decantando en base justamente a quien encarne mejor esa oposición y se debe desde ahora interiorizar la necesidad fundamental de la conformación de un frente unido que logre que las pasadas elecciones no sean las últimas que se hayan efectuado en Colombia y que al lograrse ese objetivo la meta sea de ir unidos en un frente democrático que defina un candidato único desde 2025, evitar a toda costa esa dispersión de liderazgo y discurso que nos llevó a la derrota.


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