Torturas de ayer y hoy en Cuba: el último informe muestra cómo la dictadura perfecciona la técnica
La policía y y paramilitares comunistas detienen violentamente a uno de los manifestantes el 11 julio de 2021 / AFP

«Los resultados son descorazonadores sobre la situación de los detenidos y presos políticos en Cuba y la situación de maltrato degradante, vejatorio y torturador a la que de forma general son sometidos, tanto en las detenciones como en las prisiones», recalca el informe realizado por la organización no gubernamental Prisoners Defenders acerca de la práctica de la tortura en la dictadura comunista de Cuba.

Los autores han detectado 15 patrones de tortura sobre un total de 181 presos -muchos de ellos detenidos a raíz de las revueltas del 11 de julio de 2021- que se repiten en un porcentaje elevado de casos, como la privación de la atención médica, la desorientación intencionada, los trabajos forzados, el confinamiento prolongado, las agresiones físicas y la privación de líquidos, alimentos, sueño o comunicación con familia, defensa y allegados. Y la lista no es exhaustiva.

Un vacío jurídico que le permite torturar

Primero, el derecho vigente en la isla: aunque Cuba ha firmado y ratificado la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, sigue sin adaptar su legislación positiva. Un vacío jurídico que le permite torturar sin límites y, sobre todo, sin necesidad de justificarse.

De los distintos tipos de tortura, destacan, por su crueldad, dos de ellos. El primero es el confinamiento en solitario. Según el informe, «en el 60,71 % de los casos procesados, 102 casos aleatorios recabados, refieren haber sido sometidos a confinamientos de castigo en solitario. Es habitual que los retengan en celdas aisladas, sin condición alguna, como represalia por sus opiniones o durante los interrogatorios».

Mención específica merecen las huelgas de hambre: en esa hipótesis, «la represalia inmediata es confinarlo en celdas de castigo con aguas residuales y en muchos casos en condiciones paupérrimas, poniendo doblemente en riesgo la salud del preso». Es lo que ocurrió al pastor protestante Alain Toledano, una de las víctimas más carismáticas de la represión posterior al 11 de julio: «encerrado por tres días en un cuarto, interrogado ininterrumpidamente por grupos de tres, seis, ocho, uno, dos agentes en ayuno total».

El segundo es la privación intencionada de sueño, encaminada al desgaste psicológico. El informe señala que en «el 47,02 % de los casos procesados, 79 casos aleatorios recabados, refieren haber sido sometidos a privaciones de sueño intencionales irregulares. Entre las denuncias el caso más extendido es la privación de sueño intencional para someter a los acusados a interrogatorios durante el proceso de meses de instrucción, y para conseguir que los acusados se auto inculpen».

Un ejemplo típico de represión a fuego lento, descrita por el profesor Stéphane Courtois, autor de El libro negro del comunismo, como el método represivo privilegiado por el comunismo soviético a partir de los setenta y, según el mismo autor, aplicado fielmente desde entonces por Cuba.

Una de sus víctimas ha sido Andy Dunier García Lorenzo. Ha llegado declarar que no puede dormir más de dos horas al día. «Durante los primeros 15 días de su detención, le despertaban de madrugada para interrogarlo, por lo que no pudo dormir durante mucho tiempo. Los interrogatorios se realizaban a intervalos y cuando lograba dormirse, lo volvían a interrogar». Y así sucesivamente.


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