Papa Francisco
El Vaticano anunció oficialmente la existencia de seis casos de covid-19 entre sus funcionarios, precisando que ni papa ni sus colaboradores más cercanos estaban contagiados | AFP

En su visita a Hiroshima y Nagasaki, donde Estados Unidos lanzó la bomba atómica en 1945 y allí en un duro discurso denunció, el papa Francisco aseguró que el uso de la energía atómica para la guerra es un crimen.

“Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no solo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común”, dijo Francisco.

Francisco también estuvo en Nagasaki, otra ciudad que también sufrió un ataque atómico.

En el Parque Memorial de la Paz, ante el cenotafio de piedra que recuerda a las 200.000 víctimas aproximadamente, construido en el punto donde cayó la bomba lanzada por Estados Unidos, el sumo pontífice advirtió que el uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral.

 “También la posesión de armas es inmoral” y que seremos juzgados por esto”, agregó Francisco.

“En nombre de todas las víctimas de los bombardeos y experimentos atómicos y de todos los conflictos, elevemos conjuntamente un grito: ¡Nunca más la guerra, nunca más el rugido de las armas, nunca más tanto sufrimiento!”, dijo Francisco en ceremonia solemne ante 1.300 personas.

“Un resplandor de relámpago y fuego no ha quedado más que sombra y silencio. En apenas un instante, todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte”, describió Francisco al hacer referencia al momento del estallido de la bomba.

El representante de la Iglesia Católica aseguró que este incidente marcó para siempre la historia de la humanidad.

Estallido atómico

Más de 200.000 personas murieron debido a la explosión y posteriormente por las radiacciones de la bomba que arrasó Hiroshima. En Nagasaki fueron cerca de 175.000 habitantes.

En este lugar, con la cúpula iluminada del único edificio que quedó en pie al fondo, Francisco denunció el uso de las armas como si pudieran ser garantía de vida.

El Papa, que en su discurso en Nagasaki había acusado a los países de crear un clima de odio para justificar sus programas nucleares, interrogó a los asistentes si se puede vivir en paz si existen amenazas de ataques.

“¿Cómo podemos hablar de paz mientras construimos nuevas y formidables armas de guerra?» y ¿cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de los conflictos?”, interrogó.

 “No se puede permitir que las nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido”, destacó.

Un mundo sin armas nucleares es posible

En Nagasaki junto a la icónica foto del niño con su hermano muerto a la espalda esperando el turno en el crematorio, Francisco aseguró con esperanza que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario.

En el resto del discurso subrayó que la tenencia de armas de destrucción masiva no puede ser una respuesta a los deseos de paz entre personas.

También exhortó a los líderes políticos a no olvidar que estas armas no defienden de amenazas a la seguridad nacional e internacional.

Francisco destacó que el camino es renunciar al fortalecimiento del miedo, desconfianza y hostilidad impulsados por doctrinas nucleares.

El armamento nuclear mundial se redujo 4% en 2018, pero los 9 Estados nucleares poseen aún 13.865 armas de ese tipo.

Francisco volvió a lanzar su condena a la fabricación y modernización de estas bombas cuando familias y niños viven en condiciones infrahumanas.

Martirio de cristianos japoneses y los perseguidos en nuestros días

En Nagasaki, el Papa fue al monumento dedicado a los 26 mártires crucificados durante la persecución del cristianismo en Japón en el siglo XVI y desde allí elevó una oración por los que hoy sufren viven el martirio a causa de la fe.

“Son los mártires del siglo XXI que nos interpelan con su testimonio a que tomemos, valientemente el camino de las bienaventuranzas”, dijo.

Jorge Mario Bergoglio estuvo en el lugar donde crucificaron al jesuita Pablo Miki y a otros  6 franciscanos, además de 16 católicos japoneses en 1597. Alzó su voz por la libertad religiosa garantizada en todos el planeta.

Igualmente, celebró misa en el estadio de béisbol de Nagasaki ante aproximadamente 35.000 fieles que representaban a la comunidad católica.

En el altar estaba el busto con los ojos y la cara quemada de la Virgen Inmaculada encontrada en la iglesia de Urakami, recuperada después de la explosión.


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