Foto: GDA La Nación

«Hasta acá llegué, así no tengo futuro», pensó ese día. Era febrero de 2018 y, a pesar de que había jugado al rugby por más de cinco décadas, hacía ya cuatro años que era sedentario a tiempo completo. El sobrepeso no era lo que más lo preocupaba. Era incapaz de realizar cualquier tipo de actividad física, su alimentación distaba muchísimo de ser saludable, comía hasta que no daba más y abusaba de las carnes, frituras y los ultra-procesados.

«Mi salud era fluctuante, los análisis me daban muy mal: colesterol, triglicéridos por las nubes, al límite con la glucosa, me había vuelto cada vez más propenso a los resfríos y las gripes. Paralelamente veía que amigos contemporáneos pasaban por lo mismo, algunos fallecidos jóvenes, varios infartados antes de los 40 años de edad, diabéticos crónicos graves, y todos con elevados grados de estrés».

Pero esa mañana decidió que era hora de hacer un cambio. No era la primera vez que daba un giro radical en su vida.

Nacido en San Salvador de Jujuy, en Argentina, pero criado e instalado desde muy pequeño en Córdoba capital, Alejandro Farfán, de 57 años de edad, se había dedicado por muchos años a la construcción. Primero como empleado y luego como contratista. Hasta que llegó un momento en que tomó la decisión de renunciar a su seguridad laboral y dedicarse a lo que realmente le apasionaba: la fotografía.

Hoy Alejandro, cámara en mano, cubre todo tipo de eventos sociales, empresariales y deportivos.

Una promesa que cumplir

Sabía cuál era el camino que tenía que recorrer para acercarse a su objetivo y tener una mejor calidad de vida.

Al principio eliminó las harinas, las frituras, las grasas, el alcohol, las cantidades de comida.

Y poco tiempo después sucedió lo que él reconoce como el verdadero milagro. «Yo tengo una perrita que se llama Paunchy, que llegó a mi casa de forma inesperada. Le salvé la vida con un alto costo económico y tiempo dedicado, ya que había sufrido un accidente que puso en riesgo su vida a los pocos días de nacida. Muchas veces me preguntaron y me preguntaba por qué me involucraba e invertía tiempo y dinero para un animalito que ni siquiera tenía la certeza de salvar. Yo no sabía qué responder, hasta que hace no mucho tiempo comprendí que yo la salvé para que ella me salvara a mí. ¿Y por qué lo digo? Porque gracias a ella hoy estoy disfrutando mi vida, ella me marcó el camino que hoy transitamos juntos».

Era cierto que había jugado al rugby por mucho tiempo, pero reconocía que tenía una dificultad para correr. Era algo que simplemente no lograba hacer. Pero la llegada de Paunchy a su vida cambió todo. «Salíamos a caminar y ella me tironeaba para que fuéramos más rápido. Me activaba en las mañanas frías de invierno para que saliéramos a entrenar, no me perdonaba ni un día sin hacer actividad y me contagió su entusiasmo. Yo pensaba esta perrita sufrió muchísimo y la peleó como un titán para estar hoy aquí, así que no puedo defraudarla. Recordé que le había prometido que si ella luchaba y se salvaba yo le iba a dar la mejor vida que pudiera brindarle».

Al poco tiempo las caminatas comenzaron a alternarse con trotes cortos, después fueron más largos.

En junio de ese mismo año Alejandro se anotó en una carrera de 4k que cambiaría su vida y la de su perra sustancialmente.

«Lo disfrutamos tanto y desarrollamos un vínculo tan increíble, que nos transformamos en un ser de seis patas, fuimos un equipo en pro de un objetivo y ahí decidí que ese era el camino a seguir. Encontramos un hermoso grupo que conjugaba a la perfección nuestras aspiraciones deportivas, CanRun Canicross Córdoba. Empezamos a competir en carreras de canicross y trail, fue allí que hice otro descubrimiento trascendental: ¡soy feliz en la montaña! Me brinda una paz y tranquilidad espiritual indescriptible».

Los beneficios no tardaron en aparecer como consecuencia de aquel maravilloso cambio.

Ahora Alejandro no consume medicamento alguno, entrena cuatro días por semana y disfruta de la compañía de Paunchy. «Mi vida cambió por completo, pero tengo muy claro que la lucha es diaria, debo batallar conmigo mismo para no reincidir; subir de peso está en mi genética y depende de mí no serlo, por ello lo mío no es seguir una dieta, es abrazar una nueva forma de vida. La clave de este cambio, es que entendí que no soy rico por el dinero o los bienes que posea, uno es rico porque tiene salud e incontables momentos gratos vividos y por vivir. Definitivamente, hoy soy mucho más positivo ante los tropiezos de la vida que antes, vivo con mucha esperanza y poniéndome objetivos cumplibles, aunque sueño siempre en grande».


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