Foto: Ramsés Romero

Coronas suntuosas de rosas de las que Frida estuviese orgullosa, labios y uñas carmesí, tatuajes (algunos de henna) en brazos y piernas, peinados exagerados a lo Amy Winehouse y negro, mucho negro, fue la regla entre hombres y mujeres la noche del domingo 25 de septiembre en las inmediaciones del Teatro Teresa Carreño. Ni el intento de ciclón, el granizo o las intensas lluvias caraqueñas del domingo impidieron que fanáticos de todas las edades y géneros se congregaran -en punto de las 7:00 pm- para ser testigos de uno del concierto de Norma Monserrat Bustamante, mejor conocida como Mon Laferte.

Foto Karem González

Las damas destacaban entre el resto. Los caballeros, por su parte, se hacían notar a través de prendas en las que los sacos con rosas o pañuelos rojos en los bolsillos dominaban la escena junto al cabello engominado y amor poco disimulado hacia la cantante. Sin embargo, lo que más sorprendió fue ver cómo el número de adultos mayores aumentaba mientras el tiempo corría. Generaciones de abuelas, madres e hijas, caminaban felices para vivir una experiencia única de la mano de Laferte.

Tres generaciones en el concierto de la artista chilena | Foto Karem González

La espera transcurrió con tranquilidad, pero hubo largas colas para entrar al reciento. Esto debido al gran despliegue de seguridad que revisaba exhaustivamente bolsos, carteras, regalos que pretendían llegar a los pies de la artista en medio de su presentación y la utilización del tapabocas. Según el personal del teatro en taquilla, la venta se cerró a un 80% de su capacidad.

La gente, una vez dentro de la Sala Ríos Reina, caminaba expectante hacia sus asientos sabiendo que a las 8:00 pm comenzaría el show. Aprovechaban para tomarse fotos en donde se pudiese, dándole preponderancia a las selfies que mostrarían el gran escenario negro que se preparó para recibir a Mon Laferte en su primera presentación en la ciudad. Sentados o caminando entre pasillos y sillas, fue mucho más sencillo apreciar la ecléctica e interesante variedad de estilos que reinaba esa noche. Como si de una audición de Broadway se tratase, el patente, el cuero, las mallas, la seda y el encaje, entre ellos y ellas, se robaron miradas por doquier. Los adultos mayores, incluso, se dejaban ver sonrientes y descansando en sus asientos para disfrutar de lo que pasaría a continuación.

Laferte, que comience el show

Al comienzo todo fue inusual. ¿Original? Eso y algo más. Se prendían y apagaban las luces desordenadamente. ¿Saldría Monserrat o no? ¿Estaba siendo el público víctima de una broma? ¿Intentaban sabotear la experiencia? ¿Fallas eléctricas y de sonido en el sistema? Todo fue parte del show.

Era la hora pautada cuando comenzó a sonar de fondo la música de Selena Quintanilla. Biri biri bamba y un griterío hizo retumbar –en un microsegundo–, el espacio y el tiempo.

Pero no eran canciones completas sino extractos de algunos de los más icónicos artistas latinoamericanos hasta la fecha. Un mix de Rocío Durcal con «La gata bajo la lluvia» y «Déjame vivir»; Julieta Venegas y «Me voy»; Ana Gabriel con su «Quién como tú» y, finalmente, el Binomio de Oro con «Yo no me resignaré» acapararon la atención y aplausos de una sala en la que, aún, faltaba gente por entrar.

Foto Ramsés Romero

Ese número, sin embargo, quedó en el olvido rápidamente. La euforia se desbordó. Eran alaridos y gemidos femeninos mezclados con bramidos y rugidos masculinos que parecían no perder fuerza. Todo el lugar se puso de pie, entonces, para recibirla; alzando flores y pancartas que jamás llegarían a la cantante.

Una orquesta compuesta por 4 músicos ataviados de blanco; un escenario completamente bruno donde sobresalía una única pantalla en medio, instrumentos como el cuatro, la flauta y la armónica, acordeones, guitarras acústicas, y más, se alinearon para recibir a la cantautora, Mon Laferte.

Mon Laferte, rojo escarlata

Si Prismacolor o Faber Castell están en la búsqueda de un color para una nueva gama de rojos, su nombre o apellido funcionarían a la perfección. Mon Laferte es el epítome de ese color, pero también de la emoción que se conjuga tras él.

Sensualidad, pasión, fuerza y peligro. Había que tener cuidado. Al salir al escenario, no hubo timidez sino una seguridad avasallante; arremetió –contra todo pronóstico– con una chaqueta negra brillante y acolchada que le llegaba hasta los tobillos. «¡Te amo, Mon!», «¡Bienvenida a Caracas!»: voces masculinas desinhibidas gritaban por todos lados.

Foto Ramés Romero

«Aunque te mueras» fue su tarjeta de presentación. El público saltó de sus asientos y, entre chillidos y grandes brincos, le dieron la bienvenida al que, más adelante, ella misma consideraría «uno de los públicos más fieles con el que ha tenido el placer de compartir».

La reacción inmediata fue sorprendente. Quien no conociera a la artista, jamás pensaría que su comunidad, sobre todo en Venezuela, fuese capaz de transmitir tanto. «No tenía claro el poder que tenía Mon en Venezuela, hasta hoy», comentaban algunos siendo parte del entusiasmo que se vivía.

«Tormento», «Invéntame» y «Antes de ti». Esta última interpretación acompañada por el estruendo de casi 2 mil voces al unísono fueron el abreboca de un storytelling que se entendería mientras el show transcurriese.

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Acto 1, el miedo nos ha entrenado

Hubo lo que muchos consideraron una estampida organizada. La gente bajaba hacia la tarima para verla y sentirla más de cerca. Los puestos no se respetaron. La anarquía que surgió del amor hacia la cantante rompió las barreras porque, como dijo una de sus fanáticas mientras bajaba rápidamente acercándose a la tarima: «por Laferte, todo».

El joven actor mexicano reconocido por la serie de Oscuro deseo, Alejandro Speitzer, hizo su única aparición en el concierto como parte de esta historia de amor y desamor. En las pantallas, se mostró una escena de rompimiento interpretada por él y Laferte. En medio de una pelea llena de frustración y gritos, la artista decide terminar lo que parecía una relación abusiva que databa de muchos años.

Aquí empezaría el primer acto de su historia.

Foto Ramsés Romero

Dejando atrás el sobretodo azabache, entró en escena con «Si tú me quisieras», uno de sus temas más famosos. Con la misma picardía y brío, un pantalón de cuero negro, camisa blanca y guitarra acústica en mano, se encontró con una fanaticada hipnotizada por su nueva puesta en escena.

Su voz, una mezcla entre Rocío Durcal, Natalia Lafourcade y Julieta Venegas, funcionaba como magneto. Además, sus bailes y entrega la hacían merecedora del reconocimiento del público. Mon Laferte sacó a relucir el fanatismo de un público caraqueño que sorprendió.

«¡Muchas gracias, Caracas! ¡Buenas noches, cómo están? Es mi primera vez en Venezuela y siento mucha alegría de estar aquí con ustedes», cinco canciones después de empezado el concierto fueron sus primeras palabras a la audiencia. «Pensaba que iba a tener un público lindo, pero esto es, increíble… Es otra cosa», señaló visiblemente emocionada.

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«Supermercado», «Química mayor» y «Algo es mejor» siguieron el repertorio. Para este momento, ya habían intervenido los agentes de seguridad entre el público. De esta manera, previnieron que las cosas se salieran de control justo en el foso central del teatro, frente al escenario.

Eran las 8:50 pm y Mon Laferte, entre estrofas, solo suspiraba. Y lo hacía fuerte y claro, con el micrófono en su boca, para que la gente se diera cuenta de su emoción; para que la acompañaran en ese sentimiento.

Con «Placer Hollywood» terminaría ese primer acto en el que la armónica y la guitarra acústica fueron tan protagonistas como su voz.

Acto 2, el despecho de Mon Laferte

Dicen que llorar es el mejor desahogo. Ella lo hizo a través de una pantalla en su segundo acto. Fue un largo minuto de maquillaje dramático regado por todo su rostro, lágrimas de cocodrilo, guantes que trataban de secar el aguacero que caía de esos ojos y una última mirada de «Ya no más». El video lo decía todo, llegó la hora de comenzar a drenar y recuperarse del corazón roto.

Foto Ramsés Romero

Con «Good Boy» regresó al escenario vestida tal cual profesora de colegio o universidad de la que todos los alumnos -e incluso los maestros- estaban enamorados en silencio.

Boleros, boleros y más boleros. Despecho, despecho » más despecho. Su traje de corte inglés y su corbata, se robaron miradas y corazones. «¡Eres la más bella, Mon!», «¡Díos mío, te amo» fueron de los cientos de piropos que recibió entre gritos la intérprete.

«La mujer», «Calaveras», «Funeral» y «Se me va a quemar» continuaron con el show, acompañados de un juego de brillantes luces que se movían con cada una de las notas que salían de los instrumentos. El sonido jugó un papel muy importante en su presentación.

En el ínterin de este acto, Laferte subió al escenario a Alexander Bame, un reconocido draq queen venezolano que le rinde tributo en sus presentaciones. De esta manera, en vivo y directo, hubo 2 Monserrat en el escenario; una con barba, de pelo a la cintura, con actitud de diva y fanática de la original, y otra que sonreía halagada mientras cantaba, elogiando a su compañera de escena. La Sala Ríos Reyna vibró con este encuentro.

Foto Karem González

«Por qué me fui», una mezcla perfecta entre bolero y salsa, reinó como favorita. Los «Monlovers», como se hace llamar su público, no dejó de bailar junto a ella, quien demostró sus dotes de danza mientras cantaba.

Acto 3, éxtasis

Eran las 9:26 pm y, al ritmo de la Lambada, un video que ya no denotaba derrota ni tristeza salió a colación. La superación estaba a la vuelta de la esquina.

Rock and roll, baby! Ataviada con un deslumbrante traje de patente, de color rojo -su color- salió de nuevo a tarima entre nuevos alaridos para cantar el set de despedida.

Foto Karem González

Dejó el alma en el escenario. Interactuó poco con el público, pero no importó.

«Un solo hombre», «Lo que pido», «Amor completo», «Pa’ dónde se fue», «Pla ta ta», «Beso» y «Amárrame» hicieron sacudir el espacio.

Foto Ramsés Romero

El público le ganaba en intensidad al sonido mismo y eso es decir mucho. Pequeñas interacciones a los que estaban cerca, besos lanzados como flechazos de cupido, grandes sonrisas de agradecimiento y un baile que junto a su reluciente vestido se asemejó al de Marilyn Monroe cuando cantó «Diamonds are a girl’s best friend», en Los caballeros las prefieren rubias, terminó por enamorar a la audiencia.

«Mi buen amor» llegó para luego despedirse con «Tu falta de querer», reiterando una vez más lo sorprendida y agradecida que estaba con Caracas y lo que el Teatro Teresa Carreño le mostró este 25 de septiembre. Así, Mon Laferte salió de la tarima, con lágrimas en los ojos sellando un amor a primera vista con sus fanáticos venezolanos.


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