Es habitual en los círculos boxísticos debatir sobre posibles retadores y peleadores en ascenso, capaces de derribar a puño limpio la hegemonía del campeón de turno en determinada división. En el caso de Edwin Valero, la discusión se centra en torno a su recia pegada y 10 años después de su trágica muerte todavía su nombre sale a relucir después de un pleito de campeonato mundial o de la revisión a la carrera de algún monarca del pasado reciente.

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A Valero -quien ganó dos cetros mundiales en las categorías superpluma y ligero-siempre se le coloca al lado de los grandes. Se le recuerda mucho por la ilusión que generaba en Venezuela un posible combate con el mejor Manny Pacquiao. Y episodios como el ojo morado que le dejó a Oscar de la Hoya cuando fungía como sparring del mexicano, precisamente antes de su pelea con el «Pacman», también ayudan a perpetuar su leyenda en el ring, más allá de su récord inmaculado de 27-0 y 27 victorias por nocaut.

Desde luego, del merideño todavía se recuerdan también, no con tanta gratitud, las sombras de su vida personal, la indisciplina, los vicios, lo radical de sus posiciones políticas y su trágica y prematura partida a los 28 años de edad que terminó por arrastrar a la madre de sus dos hijos. No obstante, el objeto de este escrito no es el de juzgar al hombre, mucho menos cuando ya no está. La estatura como atleta del boxeador siempre será digna de repasar.

El nombre de Valero se mantiene vigente

¿Por qué el nombre de «El Inca» todavía se mantiene tan vigente incluso entre los aficionados más jóvenes? El promotor boxístico Rafael Morón- manager de Mayerlin «Monita» Rivas- intenta buscar la explicación y analizar diversos aspectos del malogrado campeón.

«Valero fue un peleador muy agresivo. Siempre iba a la guerra. Nunca salía a estudiar a sus rivales, siempre iba al encuentro con ellos. Un tipo de peleador así tan agresivo vende mucho», expresa Morón y para demostrar su argumento recurre al récord que rompió el nativo de Bolero Alto.

En 2006, el aporreador zurdo totalizó 18 nocauts en el primer round para estirar su marca sobre los 15 derribados del japonés Young Otto, quien tumbó al último rival en la primera vuelta en 1905.

No siempre fue solo un pegador

Morón recuerda al Valero del boxeo aficionado, un púgil que «peleaba muy bonito», pero que cambió radicalmente su estilo cuando llegó al profesional. Antes dejó registro de 86-6 con 45 nocuats, según Boxrec.

«Cuando llega al profesional, Valero descubre la pegada y recuerdo que una vez le pregunté a su entrenador Jorge Zerpa por qué pasó de ser un estilista a ser un pegador. Y me dijo que Edwin pensaba que todo boxeador que le ponían enfrente venía a quitarle su comida y la comida de sus hijos y por eso iba a la guerra y a la confrontación», apunta el promotor.

Ese estilo que refiere el manejador venezolano solía aparecer en las sesiones de entrenamiento, según apunta el portal especializado Izquierdazo. «El Valero de los sparrings era sutil, magistral (…) Era pensante, calculaba su distancia, entraba, pegaba y salía para ponerse nuevamente en la distancia justa».

La última pelea de su carrera, en la que se impuso por nocaut técnico al mexicano Antonio DeMarco en el noveno asalto, es quizás la muestra más fidedigna de ese Valero estilista e inteligente, capaz de ajustarse a los desafíos que plantea cada refriega.

«En esa pelea, De Marco le abrió la ceja o el pómulo y Valero se echó para atrás y le señaló al árbitro que esa herida fue causada por un codazo, un golpe ilegal. Después de eso, el venezolano fue boxeando, boxeando y en el noveno round la esquina del mexicano abandonó de tantos golpes que le dio Edwin. Tenía los dos estilos, pero la mayoría de la gente solo vio la pegada», recalca el experto.

La pelea que nunca se dio

Después del pleito con DeMarco en Monterrey- casi dos meses antes de su muerte-el propio Valero confirmó que su objetivo era enfrentarse contra Pacquiao porque a su juicio «era la pelea que quería ver el mundo». Sin embargo, había varias razones para pensar que esa pega en realidad nunca estuvo ni cerca de realizarse.

Primero, Valero necesitaba subir varias divisiones. Segundo, el zurdo era de la promotora Top Rank, la misma del filipino, y no había en aquel momento interés alguno para cruzar a su máximo exponente con el criollo. Por último, «El Inca» no tenía visa estadounidense y sobre él pesaba una suspensión médica en EE UU por una lesión cerebral que sufrió en 2001 luego de un accidente en motocicleta.

A pesar de esos tres escollos, la gente todavía comenta y hasta se atreve a especular que «Pacquiao le tuvo miedo a Valero». Morán no lo ve así, pero sí considera que antes de su fallecimiento, la carrera del merideño apenas despegaba y «el cielo era su límite».


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