Bienestar Cerebro
Imagen: La Nación

Es tan simple como pausar, respirar a conciencia para desde ese lugar, decidir cuáles de los 50.000 pensamientos que tenemos por día vamos a encender: los positivos o los negativos. Si queremos tener una vida saludable y plena hay que empezar por educar el cerebro, lamente, repiten a diestra y siniestra médicos como el psiquiatra infantojuvenil Cristian Plebst, empeñado en hablar del potencial humano ilimitado. Bajando el volumen de las ideas que nos enferman (predominantes) y subiendo el sonido de aquellos pensamientos edificantes que nos conducen a la tranquilidad y equilibrio.

La actitud mental positiva no es genética, es una práctica. La neuróloga Lorena Llobenes, docente, instructora de mindfulness, apasionada por unir la ciencia con la espiritualidad, ya explicaba hace varios años, que los avanzados estudios de las neurociencias dan acabadas muestras de los beneficios que experimentamos si, a través de prácticas como la meditación, logramos salir de la mente inconsciente, repetitiva, negativa que suele activarse en automático, y redireccionar la atención al aquí y ahora para posarla en aquellos aspectos de la experiencia que nos gratifican (como la gratitud, el contentamiento o la amabilidad).

«De eso se trata la neuroplasticidad», repite en sus charlas: la capacidad del cerebro de cambiar la experiencia y abrir un surco neuronal nuevo mejorando nuestra salud mental y física. Según un estudio sobre Gratitud y Bienestar realizado por los psicólogos Emmons y Mc Cullough (2003) y otro realizado por Carver, Scheier y Segerstrom (2010) sobre los efectos del optimismo en la salud mental, al desarrollar esta nueva red, bajamos la probabilidad de contraer enfermedades cardiovasculares; reducimos los trastornos de ansiedad y depresión, y reforzamos el sistema inmunológico enfermándonos menos.

Por supuesto que esto no es ciencia infusa, requiere disciplina y hábito. Reprogramar esa mente subconsciente repleta de creencias limitantes y encender circuitos de neuronas nuevos que nos lleven al gozo, no se logra de la noche a la mañana. La premisa para los estudiosos sería la siguiente: a través de prácticas de silencio desidentificarnos de los juicios tóxicos, y llevar intencionalmente el foco al presente, instalando en nuestro cerebro creencias potenciadoras. De este modo se encenderá el sistema nervioso parasimpático de calma, liberando en el cuerpo oxitocina y dopamina, las llamadas hormonas de la felicidad.

Salirse del victimismo

“Si en este año de alta inflación no estoy ganando lo suficiente para mantener mi acostumbrado nivel de vida, tendré que moverme con criterio de realidad y bajar los gastos. Pero la invitación es a no quejarme o victimizarme y cambiar rápidamente los pensamientos del tipo: ‘nunca voy a conseguir el trabajo que quiero’ o ‘en este país es imposible crecer’. E instalar otros de posibilidad que nos muevan al compromiso y al cambio. Las cosas no son como las vemos, las vemos como somos”, dice Sol Millán, doctora en psicología social y coach ontológica.

Pero ojo. Millán aclara que, actitud mental positiva no es vivir en una ilusión. “Ser positivos sin acompañarlo con actos es estéril”. Y comparte su testimonio. En 2017 la empresa para la cual trabajaba cambió de dueños y decidió echar a su personal para luego recontratarlo. Justo en ese momento ella iniciaba su licencia por maternidad. Y ya formada como coach, impartía clases en la facultad, como un hobby. Su deseo, con un niño en puertas, era conseguir un trabajo más flexible. Comenzó entonces a visualizar esa posibilidad y a sentir que ya era una realidad en su vida. Sin buscarlo empezó a recibir consultantes y en los meses sucesivos su consultorio explotó. Al cabo de un tiempo, cuando la llamaron de la empresa para ofrecerle la gerencia que deseaba, Millán la rechazó pues ya estaba ganando más dinero haciendo lo que de verdad amaba.

En el camino atravesó dudas y miedos; una y otra vez volvía a poner su atención en sostener este cambio. “Hice de todo: me rodeé de personas que me estimulaban (amigas vitamina), escuché podcasts motivadores y no bajé los brazos. Mi vida cambió para siempre y mi sueño se hizo realidad. Creo que, así como cultivamos el cuerpo para estar tonificados tenemos que cultivar la mente para lograr lo que deseamos”, dice esta mujer llena de entusiasmo que se define como una persona que “no nació con buenas cartas” pero que, gracias al empeño de recrear sus circunstancias, “viene jugando una muy buena partida”.

El licenciado Luciano Porzio, fundador y director general de la organización Protagonista de Cambio, escuela que ofrece programas para la transformación personal y empresarial, prefiere hablar de actitud protagonista en lugar de positiva al referirse al potencial inmenso que tenemos de aceptar nuestras circunstancias y convertirlas en oportunidades de crecimiento. “No creo en el positivismo a ultranza que fuerza la mente a ver todo con una sonrisa impostada, negando o bloqueando emociones que tienen mala prensa como tristeza, el miedo o la rabia”. Para él, los cambios verdaderos ocurren cuando nos damos el permiso de transitar la gama completa de emociones (gozosas y dolorosas), las aceptamos, las habitamos en el cuerpo sin resistencia, las expresamos para luego gestionarlas eligiendo actuar desde nuestra mejor versión.

“Si alguien me encierra con el auto y está a punto de chocarme, instantáneamente se me activará la bronca. Este enojo tiene que salir del cuerpo (puedo pegar con furia a un almohadón), para pasar al siguiente paso que sería entender qué me viene a mostrar esto que vivo como una injusticia”, sostiene. Para él, este mecanismo nos permitirá finalmente elegir responder desde el respeto y no desde la reacción de agresión.

“Si yo cambio, todo cambia”, concluye.

El cerebro y un despertar espiritual

La historia de Andy Figueira (60) mutó de la inconsciencia al protagonismo. Atrapada en un mal vínculo matrimonial, con su esposo desempleado, Andy trabajaba de sol a sol sin registrar su cuerpo y su cansancio. Disociada de sí, sentía que no valía y eso la empujaba a un trajín insostenible para ser reconocida. Iba a la oficina con 39 grados de fiebre porque había que sacar adelante la familia. Un día le explotó una enfermedad autoinmune, el lupus y no pudo más. “Hice un giro de 180 grados. Dejé el trabajo y me separé de mi marido”, cuenta.

Al poco tiempo, tuvo un despertar espiritual en un retiro de sanación que la llevó a meterse dentro de sí, sacar sus tristezas y enojos cerrados a candado en el fondo de su alma. De todas maneras, no se quedó pegada al sufrimiento y la autocompasión. “Me sentí amada por Dios. De a poco conecté con la pintora que era (siempre amé pintar) y comencé a vender mis cuadros. Fui ganando dinero y me regalé un viaje espiritual que marcó un hito. Me escuché y seguí lo que resonaba en mi corazón”.

Una cosa la llevó a la otra. Se asoció luego con una amiga que trabaja en turismo, con la cual actualmente organiza peregrinaciones a distintos santuarios del mundo. Y lo grandioso es que hoy, puede vivir de este trabajo que tanto disfruta.

No se curó del lupus aunque la enfermedad remitió. Ella lo atribuye a su trabajo de elevar la conciencia, conectar con esa fuente que corre como un río subterráneo en lo profundo nuestro donde ya somos suficientes y no hay nada que demostrar. Pudo aceptar con paz su enfermedad y enfocarse luego en la abundancia que la rodeaba. Está convencida de que, los pensamientos positivos generaron en ella un estado anímico saludable que se tradujo luego en acciones acertadas. “Creo que hice nuevas sinapsis neuronales. El cuerpo curó al cuerpo”, remata.

En su caso, la meditación diaria fue clave para enfocarse en el presente y dejar de repetir patrones mentales tóxicos aprendidos en la infancia repletos de miedo e instalar otros llenos de confianza que la movieron a actuar bien. Tuvo que ser firme y decirle “basta” a esa negatividad.

Anita (Tini) Cejas, una adolescente de 15 años, reconoce también haber tenido un importante despertar. Vivió hace un tiempo, un duelo muy doloroso con la muerte abrupta de su entrañable abuela. Por largos meses se sintió chupada por una tristeza infinita que, como un espiral en descenso, la hundía. Un día descubrió algo nuevo: que estaba pensando de manera equivocada. Creía que Canu (su abuela) se había ido para siempre, que nunca más podría escucharla o sentirla. “Y comprendí que no era cierto. Que podía invocarla, sentirla, hablarle porque está a mi lado, pero de otro modo, sólo se fue a la habitación de al lado”, comparte. Su tarea consistió en desarrollar esta consciencia espiritual nueva e invisible pero real. “Me trajo paz, la muerte es un paso, y hoy la siento a Canu cerca mío cuidándome”, cuenta.

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Si hay limones, haz limonada

Personas como Andy o Tini, comprometidas con el cambio, acuden a diario a la consulta de Millán. A ella le gusta decir a sus pacientes que: “lo que sucede conviene”. Su receta es no resistirse, escuchar y seguir el flujo de la vida que no se detiene, sabiendo que las crisis traen aprendizajes. Cita a su maestro Camilo Cruz que repite: “si la vida te trae limones (y no peras como deseabas) pues haz limonada.”.

En el camino aconseja buscar ayuda (un terapeuta, un amigo) para armar un plan de acción con esperanza. “En lo personal, me sirve la muletilla que puso en funcionamiento un consultante cuando perdió su empleo. Mientras salía a correr repetía como un mantra: ‘Creo que puedo, creo que puedo y lo haré’. El ejercicio aeróbico que segrega endorfinas y la atención puesta en prohibir que ingresen a su cabeza ideas derrotistas de desvalorización, lo llevaron a concretar su pyme. “Si logramos conquistar nuestra mente, conquistaremos nuestra vida”, explica Millán.

Neurólogos, biólogos, médicos y maestros espirituales pueden demostrar hoy científicamente que, si el cerebro se centra en lo positivo y dirige su energía hacia su objetivo, finalmente lo materializa ya que atrae todo aquello en lo que posa su atención. La física cuántica lo dice en otras palabras: somos seres electromagnéticos.

Por eso, especialistas de esta área como el reconocido Joe Dispenza, doctor en quiropráctica, hacen tanto hincapié en visualizar lo que queremos concretar sintiendo que eso ya está ocurriendo hoy, ahora. “Es infalible, llega”, asegura el especialista norteamericano.

Si durante el día nos centramos en lo cuantioso que nos rodea es probable que suceda. ¿Magia? No, realidad.

Así que, manos a la obra. “A pausar, respirar, meditar y sonreír convencidos de que ya está todo dicho y hecho: ya somos esa plenitud que anhelamos”, comparte con entusiasmo Plebst en una de sus conferencias. “Existe un plan perfecto para nosotros”, resume Millán. Para descubrirlo, la propuesta es conectarnos con lo bueno que está presente e instalar cada mañana pensamientos de posibilidad y curiosidad.

En esto se basan las meditaciones guiadas de Dispenza. Al hacerlo, el cuerpo responderá atrayendo toda esa energía e información positiva que hemos enviado al cosmos. “Existe un plan perfecto para nosotros; el universo está disponible”, asegura Millán. Solo hay que creerlo. Correr el ego y abrir los ojos y las compuertas del alma.

10 acciones que ayudan al cerebro y fomentan el optimismo

  1. Comenzar el día con gratitud
  2. Practicar la meditación diaria con atención plena
  3. Buscar la crítica constructiva
  4. Celebrar el éxito de los demás
  5. Escribir los logros propios y felicitarse a uno mismo
  6. Hacer actividad física para segregar endorfina y dopamina
  7. Rodearse de personas “vitamina”
  8. No exponerse a noticias negativas
  9. Prohibir las ideas de desvalorización
  10. Practicar el perdón

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