Es oportuno iniciar este análisis con una definición de qué son los pensamientos automáticos, pues así contaremos con un punto de partida para entender cómo manejarlos y tener mejor control de ellos. Consisten en esas imágenes, ideas, diálogos internos, que usualmente nos generan una versión de la realidad muy subjetiva, en cuanto a las circunstancias que nos rodean.

Por esta razón, es propicio aprender a detectarlos para que no nos generen una visión exagerada o distorsionada que nos pueda afectar. Aunque se repiten frecuentemente sin que nos demos cuenta, nos parezcan creíbles y no los cuestionemos, no siempre son ciertos.

Estos son aprendidos, se establecen en nuestra mente y se convierten en creencias difíciles de evitar. Simbolizan esos mensajes presentes en forma de monólogo interior, que hacen una interpretación propia de nuestra realidad en forma de pensamientos recurrentes. Lo que nos debe preocupar es cuando tienen demasiada incidencia en la mayoría de nuestras circunstancias y en determinados hechos.

Del mismo modo, debemos tomar medidas para evitar caer en esas generalizaciones, es decir, en el pensamiento instantáneo; para tratar de ser más racionales y adoptar una visión más real. Se tratan de mensajes contundentes, sin oportunidad de ser reflexionados, que tienden a afianzarse, convirtiéndose en un torbellino del cual es difícil escapar.

Se hace importante recordar que estas ideas surgen cuando somos niños, se arraigan en la adolescencia y se mantienen en la edad adulta, pues llegan para quedarse. Además, son muy difíciles de detectar. Sin embargo, una forma de controlarlas es prestar atención e identificar qué las  causa, así como las emociones que giran en torno a ellas.

También se recomienda tratar de contrarrestarlos, de estar prevenidos, de manera que tengamos oportunidad de percatarnos cuando se presenten y una vez que lleguen, cuestionarnos sobre su certeza. Así podemos en ese momento realizar un análisis comparativo para no olvidar tanto nuestras fortalezas, como los aspectos desfavorables que nos caracterizan.

Finalmente, debemos detectar cuáles son esas ideas que se presentan de forma repetitiva, cuestionar lo que nos decimos en el pensamiento y preguntarnos si son verdaderas esas afirmaciones. Tratemos de observarnos de la manera más objetiva posible, para así ser más condescendientes con nosotros mismos y darnos valor, con base en lo que somos.


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