Con frecuencia, volar con niños pequeños es una actividad muy tensa. Los niños son impredecibles, y lo son mucho más cuando están encerrados en un espacio estrecho. El estrés de tratar de calmar a un pequeño que grita suele aumentar gracias a las miradas acusadoras de los compañeros de vuelo.

Aunque no existe un manual para el manejo de la irritabilidad de los niños a 9.000 metros de altura, los pediatras expertos en conducta y la Asociación de Sobrecargos ofrecen ideas para evitar, o al menos contener, las rabietas.

Margaret Nickels, psicóloga clínica infantil y exdirectora del Centro del Instituto Erikson para los Niños y las Familias en Chicago, explica que la preparación es clave para prevenir.

Cuando se trata de niños mayores de dos años de edad, conviene conversar con ellos sobre las experiencias sensoriales –que pueden ser abrumadoras– relacionadas con los viajes en avión, de manera que ellos sepan qué esperar. “A los niños les gusta lo predecible”, explicó Nickels. “Hágales saber que deberán estar sentados durante periodos largos, que escucharán ruidos extraños, sentirán saltos, usarán un cinturón de seguridad y se sentarán cerca de desconocidos”.

Esta conversación reducirá la ansiedad y ayudará a los padres a recordarles la charla cuando el niño se ponga ansioso: “¿Recuerdas cuando hablamos de que debes usar el cinturón hasta que el piloto nos diga que podemos desabrocharlo?”.

Dicho esto, los padres deben prepararse para las rabietas (en plural) con sobornos. Empaque calcomanías, marcadores nuevos (los que tienen aroma funcionan muy bien), un juguetito que le guste al pequeño y golosinas especiales, como el dulce favorito de su hijo, para parar en seco una rabieta que apenas comienza.

Christopher Young, director médico de Wellmore Behavioral Health y profesor de práctica clínica en la facultad de Psiquiatría de la Universidad de Yale, enfatiza la importancia de establecer los límites antes del viaje.

“Con un bebé no hay muchas opciones para razonar”, dijo. Solo asegúrese de que esté cómodo y bien alimentado. Con los niños mayores puede establecer límites durante el vuelo aludiendo razones de seguridad. Por ejemplo: “el capitán ordena que tengamos el cinturón abrochado durante el vuelo, dice que es peligroso correr por el pasillo y que patear los asientos lastima a las personas”. Pero Young aconseja ofrecer alternativas positivas al “no” (¿quieres colorear, leer un libro, o jugar ahorcado?) para redirigir rápidamente la atención del niño.

Ocupados. Un hecho de la paternidad: los niños se aburren fácilmente. Una estrategia que se recomienda es mantenerlos ocupados para que no reaccionen a las limitaciones espaciales del entorno. Los padres deben estar armados con libros, juegos apropiados para su edad (libros para colorear, Legos, muñecos) y aparatos electrónicos.

Sin embargo, no se trata de que saque los juegos o libros, los ponga sobre la bandeja plegable y luego se sumerja en Netflix. ¿Por qué? Nickels advierte que los padres que se desconectan, crían hijos que se portan mal. Debe mantener la atención de su hijo. Haga que se distraiga con la lectura, las calcomanías, el dibujo y convierta el momento del refrigerio en una actividad, no en un detalle”. Otro posible campo minado es el hambre. Puesto que un niño hambriento es voluble, resulta fundamental que lleve alimentos fáciles de transportar (uvas, palitos de queso, galletas o barritas) y tenerlos a la mano para mantener la glucosa en su sangre a un nivel óptimo.

En cuanto a los electrónicos, resulta muy tentador hacer que la tableta funcione como la niñera de turno, pero el acceso ilimitado a los aparatos electrónicos puede ser contraproducente. Young apunta que atiborrarlos de electrónicos puede provocar mal genio y berrinches. “Los niños no pasan de la absorción digital a la realidad con rapidez”, advierte Nickels. Sin los descansos obligados por los padres, los niños caen en un aturdimiento en el que ignoran el hambre, la sed, la necesidad de ir al baño y el cansancio.

RECUADRO

En la rabieta

Si se dispara la rabieta, Sara Nelson, presidente de la Asociación de Sobrecargos-CWA, señala que los pasajeros serán más empáticos si ven que trata de calmar el berrinche. Así que levantarse y decir algo como: “Perdón por la molestia que causa mi hijo, por favor tengan paciencia”, puede ser útil.

Ahora en una situación agresiva en la que surgen comentarios de parte de los demás pasajeros, Nelson sugiere pedir ayuda a los sobrecargos. “Ellos pueden cambiar de lugar a una familia, ofrecer alimentos o bebidas extras al pasajero frustrado o intentar razonar con el niño».


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!