Si quiere escaparse por unos días de Madrid y se dirige al centro-norte ingresará a Castilla y León, la comunidad autónoma más extensa de España y también la que tiene 60% del patrimonio arquitectónico y cultural del país, así como la mayor concentración de arte románico del mundo.

Pasear en auto por Castilla y León es subirse a un microcine en el que se proyectan castillos –hay más de 200, encumbrados estratégicamente y dominando la campiña– y ciudades amuralladas, en un paisaje de ríos y verdes.

Siempre presente, el río Duero atraviesa la región de punta a punta, desde Soria y Burgos hasta Valladolid, Zamora y Salamanca. Es en estas tierras donde los peregrinos ponen a prueba su fe y sus zapatos, en particular en el Camino de Santiago francés, una de las rutas religiosas más conocidas de Europa, que cada año convoca a más y más fieles.

El más alto. La primera ciudad a visitar desde Madrid es Ávila, a solo una hora y media de autopista. Es un pueblito medieval de 60.000 personas, el más alto de España, que parece sacado del mundo Lego, con casas pequeñas en ondulantes calles de piedra, con bares y vigiladas por una muralla de dos kilómetros y medio de perímetro que data del siglo XII.

Es muy bonita la plaza central, con su catedral y un viejo hotel abandonado, el Continental, donde la compañía que construyó los ferrocarriles alojaba a sus trabajadores. Vale la pena pasar por pastelería Chuchi y probar unas yemitas de Santa Teresa, elaboradas en otros tiempos por monjas reposteras en la soledad del convento.

Por la noche, la muralla entera y sus 87 torres se iluminan de un modo casi dramático y el espectáculo es impresionante. Se puede celebrar con una cena en el restaurante Alcaravea, a pasos del Hotel Continental, que sirve un menú de 30 euros compuesto por alubias, batatas revolconas con cerdo y un bestial chuletón de Ávila.

Ávila es, sobre todo, el pueblo de Santa Teresa. Su recuerdo vive en todas partes: el convento de Santa Teresa, levantado sobre el solar en donde nació, la Iglesia de San Juan Bautista, el Monasterio de la Encarnación y muchos puntos más.

Pasión porcina. En Salamanca, lo primero es sentarse en un bar que se llama Corte y Cata y entregarse al arte cuchillero de Anselmo Pérez, campeón cortador de jamón y dueño del restaurante, que hizo del amor por el cerdo ibérico un edificio de pasión. Eso sí, para almorzar en este sitio hay que soportar un video de diez minutos, previo a la comida, en el que don Anselmo muestra distintas especies de cochinos, muy tranquilos en la campiña, comiendo sus bellotas con displicencia mientras esperan la hora del patíbulo.

En Salamanca se produce 70% del jamón ibérico de España y algunas especies, como el cerdo manchado de jabugo, casi extinguido, pueden costar hasta 4.000 euros el kilo.

Como en Ávila, la muralla de color arena, construida entre los siglos XII y XV, es omnipresente. En esta región (más precisamente en Valladolid), dicen, se habla el castellano más puro del planeta, o eso intentan aprender los 2.000 alumnos que pasan el año universitario con la beca Erasmus, sumados a otros 50.000 estudiantes que pululan por esta ciudad con sus apuntes y hormonas a punto de caramelo.

Algunos atractivos culturales e históricos son: la deslumbrante Plaza Mayor, la iglesia de San Martín de Tours, la más antigua de Salamanca; la fachada de la Universidad, la Casa de las Tres Culturas y el Colegio de los Jesuitas, de principios del siglo XVII. No hay que perderse tampoco las dos hermosas catedrales, una del siglo XII y otra del XVI, que están pegadas (algo único en Europa). La más antigua es de estilo gótico tardío y durante los siglos XIII y XIV fue catedral y universidad a la vez; la otra es de estilo románico.

Aprender el idioma. A dos horas y media desde Salamanca, se ubica León, capital administrativa de la provincia y, sobre todo, fábrica de estudiantes de español (hay 14.000 dedicados a aprender el idioma). El leonés no es presumido, pero se jacta de muchas cosas, entre ellas de pronunciar cada letra de cada palabra, algo que no sucede en toda España.

Es una urbe amurallada de 130.000 habitantes, con atractivos como la Basílica de San Isidoro de León (siglo XI a XII), de estilo románico, panteón real de la monarquía leonesa del siglo XI; y la colorida Catedral, ejemplo del gótico francés, que tiene 1.765 metros de vidrieras, de las cuales 60% son originales.

También en León está emplazada la Casa Botines, obra de un todavía joven Antonio Gaudí. Se trata de una construcción que data de 1891, y expresa la magia de Gaudí en las bóvedas catalanas, las vidrieras, las columnas de hierro colado, la luz de los patios, las escaleras en madera y las torres angulares que le dan pinta de castillo de cuento. La casa alberga un museo con la historia del edificio y una colección de arte y pintura de los siglos XIX y XX.


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