Federico PARRA / AFP

Teodoro hace la cola en la gasolinera, Yulimar espera agua potable y Giovanny el regreso de la televisión satelital. Enfrentados a una escasez que se agrava, los venezolanos deben armarse de paciencia, aún cuando nunca se habían imaginado atravesar semejante crisis… y en plena pandemia.

«Estoy haciendo la cola desde las 12 de la noche del día, esperando poder surtir gasolina el día de mañana», dice exasperado Teodoro Lamonte, de 50 años de edad, que luce su mascarilla de protección, de uso obligatorio, torcida y no esconde su indignación.

En medio del confinamiento decretado por Nicolás Maduro para frenar la propagación del coronavirus, Teodoro condujo su auto y lo estacionó al borde de una autopista de Caracas, en una fila junto a decenas de otros vehículos. Todos esperan la hipotética llegada de combustible a la estación de servicio más cercana.

El decreto de confinamiento a mediados de marzo coincidió con el comienzo de una gran escasez de gasolina en Venezuela, que ostenta las mayores reservas de petróleo del mundo.

«Hay 5.000 millones de barriles bajo tierra, eso es lo que nos dicen. Y no tenemos gasolina«, se queja Teodoro.

En Caracas, un litro se vende hasta en tres dólares en el mercado negro. Un precio astronómico comparado con el de la estación de servicio, donde resulta casi gratis la gasolina distribuida por el monopolio estatal.

Pero la producción petrolera de Venezuela se ha ido a pique y actualmente está en 622.000 barriles diarios, una quinta parte de lo que producía hace 10 años, según cifras de la OPEP.

Maduro responsabiliza de la debacle a las sanciones de Washington que buscan impulsar su salida del régimen. Analistas y el movimiento opositor en torno al jefe parlamentario Juan Guaidó estiman, en tanto, afirman que la corrupción y la falta de inversión están en el origen del problema.

Mientras tanto, cinco petroleros enviados desde Irán, aliado de Maduro, deben darle algo de oxígeno al gobierno en los próximos días.

Osvaldo Rodríguez, de 22 años, también hace la fila, pero duda que la gasolina en camino sea para la población. ¿Para quién entonces? «Para ellos será, no sé», dice sin aclarar quiénes son.

Además, advierte: «Si esa gasolina la ponen a precio internacional nadie lo va a pagar. En un país donde uno gana 4,6 dólares al mes, nadie lo va a pagar».

Pantalla negra

Un poco más lejos, en la zona de clase media de Bello Monte, hay una cola para adquirir agua potable. Yulimar Espinosa, de 40 años, se arma de paciencia frente a la tienda que vende el bidón de 20 litros en 30.000 bolívares.

«Es mejor evitar tomar el agua de la tubería, ya que aquí no hay medicamentos» en caso de intoxicación, advierte. Yulimar es informática y su salario le alcanza escasamente para poner comida sobre la mesa.

«Nunca pensé que iba a vivir esto. Nuestra calidad de vida está por el suelo«, dice esta madre de tres hijos.

Venezuela ciertamente vivió días mejores, en gran parte gracias al petróleo. Pero la caída de los precios del crudo y las sanciones estadounidenses se han hecho sentir. Su PIB se contrajo más de la mitad en seis años y la hiperinflación llegó a 9.585% en 2019.

Y a todo eso hay que sumarle la crisis política. Desde hace más de un año, Guaidó intenta sacar del poder a Maduro. Cuenta con el apoyo de una cincuentena de países, entre ellos Estados Unidos, que le reconocen como mandatario interino.

En el último episodio de la lucha entre Washington y Maduro, el grupo de televisión satelital Directv, propiedad de la compañía estadounidense AT&T, dejó de prestar servicio a Venezuela la semana pasada por las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump.

Una catástrofe para sus 6,5 millones de abonados venezolanos.

Entre ellos está Giovanny Sánchez, empresario caraqueño. En la zona donde vive, no hay parque cerca para que sus dos hijos se puedan entretener y, en pleno confinamiento, la programación de Directv les permitía descansar y distraerse.

Ahora, la pantalla está negra. Giovanny resolvió en parte el problema al conectar su receptor a Internet para acceder a algunos canales con streaming, pero no todos los venezolanos pueden hacer lo mismo.

De acuerdo con la ONG Freedom House, solo 60% tenía acceso a Internet en 2018 y las conexiones suelen ser débiles e inestables


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