Un hombre desnudo con una Biblia en la mano es herido con balas de goma y bombas lacrimógenas mientras pide a guardias nacionales el cese de la represión; una señora ataviada con el tricolor nacional hace retroceder una tanqueta en medio de la asfixia por los gases; una fila de ciudadanos pide paz con las manos en alto frente a un contingente de la Policía Nacional Bolivariana; millones de personas siguen en las calles pese a la represión y a la violencia de grupos paramilitares. En Venezuela la entereza parece superar al miedo. Los venezolanos empiezan a descubrir lo que significa la protesta y la resistencia cívica no violenta, la vía que propone la dirigencia opositora para enfrentar al gobierno de Nicolás Maduro.

En un intento por acabar con la manifestación, generar temor y callar a la disidencia, el Estado arremete brutalmente contra quienes con banderas, pancartas y pitos ya no solo demuestran su descontento por una precaria calidad de vida, sino que también exigen con convicción elecciones, respeto a la democracia y la libertad. Pero paradójicamente, a pesar de los esfuerzos del gobierno, la lucha adquiere una dimensión más profunda y gana cada día más adeptos.

Se busca meter a Venezuela en cintura a juro, pero sabemos que los venezolanos a juro, ni a la esquina. Ya desde el siglo XIX estaba clara la caracterización de este pueblo cuando decían que Venezuela es un cuero seco, que si lo pisas por un lado se levanta por el otro”, afirmó el sociólogo e investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (CEP-UCAB), Daniel Fermín.

Estudios realizados por el CEP-UCAB con chavistas descontentos y ex chavistas han determinado que el miedo es la principal razón para no manifestar. “No obstante, la represión desmedida, lejos de mermar la participación, ha encendido una llama de indignación en los venezolanos, que están determinados a no dejar las calles hasta lograr sus conquistas. Esto es, también, resultado de una estrategia convencidamente no violenta, que es la que hace que la gente se indigne ante la brutal arremetida de cuerpos de seguridad y paramilitares contra un pueblo sin armas”, agregó.

El sociólogo Enrique Alí González Ordosgoitti sostiene que, en la práctica, mientras más masiva es la resistencia pacífica, menos posibilidades tiene el régimen de silenciarla con represión.

Indica que el aumento de la participación de los ciudadanos tanto en Caracas como en el interior del país es una demostración de fuerza que, a su vez, representa un salto político y organizativo. También se envía un mensaje a los cuerpos de seguridad: mientras más arrecies la represión contra manifestantes, más puntos de movilización impedirán que domines a todos.

“De esta manera le dices a las fuerzas represivas: ‘Ustedes están peleando contra todo el pueblo y no pueden vencer a todo el pueblo’. Ese mensaje mina por una parte la moral de los funcionarios y, por otra, la visión política de los directores de esos organismos. Hace que se pregunten: ‘Si esto es tan masivo, y es todo el pueblo el que está alzado, ¿de qué lado me voy a poner yo?’. También se dan cuenta del riesgo de ponerse del lado de una minoría represiva porque, por ejemplo, los organismos internacionales están vigilantes y la violación de derechos humanos no prescribe”, explicó el doctor en Ciencias Sociales y profesor titular en la UCV y  la UCAB.

Es clave entender que el objetivo de la protesta cívica no violenta no es enfrentarse a los funcionarios, sino hacerle entender a los opresores que es costoso reprimir, agrega el analista político Ángel Álvarez.

“Hay que ganar a los represores o al menos una parte de ellos como aliados para que permitan que el movimiento avance. Hay que hacerles entender que se desprestigian si reprimen, que hay sanciones en el futuro por la violación de los derechos humanos. Si no hay esta fractura en el seno de los opresores y estos se mantienen unidos en torno a la represión, el movimiento no logra sus objetivos y se desgasta en el tiempo. Hay que lograr propiciar dudas, conflictos o tensiones internas entre los que dirigen a los organismos de represión”, advierte.

A juicio de Álvarez, la única manifestación que realmente le importa y le preocupa al gobierno es la pacífica, principalmente porque no tiene justificación para reprimirla: “Una manifestación violenta la reprimo mucho más fácil. Es más sencilla de controlar porque además son solo 40 o 50 muchachos con molotov y piedras. Estos grupos, así sean pequeños, perjudican a la oposición y promueven la represión, de forma inconsciente o voluntaria. Por eso hay que desmarcarse permanentemente de la violencia”.

La paz como bandera

El sociólogo Daniel Fermín afirma que la protesta no violenta está lejos de ser, como algunos podrían pensar, una postura pasiva ni “comeflor”, sino que está basada en la acción creativa y organizada, sustentada en la participación masiva y contundente de la gente. Asegura que es especialmente efectiva en la lucha contra gobiernos represivos y autoritarios.

“Hay personas que pueden pensar ‘muy bien, pero eso no funciona contra este tipo de gobierno’, pero es justamente contra este tipo de gobierno represivo y altamente centralizado que la no violencia tiene su mayor efectividad. Ejemplos sobran: Suráfrica, Filipinas, Serbia, Turquía, Ucrania y, más recientemente, Túnez. Todos son casos de cómo la lucha no violenta conduce, si se lleva a cabo correctamente, a un cambio de régimen”, indica.

El investigador del Centro de Estudios Políticos de la UCAB asegura que la evidencia histórica demuestra que la resistencia no violenta causa desafecciones, cambios de lealtades y sube los costos al gobierno, mientras que la violencia disminuye la participación y cohesiona las fuerzas del régimen.

“La dirección política y la organización son cruciales para que la protesta se mantenga en los rieles de la no violencia y se procure la mayor participación posible. Esto es también una vacuna contra los infiltrados”, agregó Fermín.

Constancia y paciencia

Analistas políticos y sociólogos coinciden en que el movimiento opositor está avanzando, pero que debe quedar claro que se trata de un proceso paulatino que requiere perseverancia. Es fundamental ir adquiriendo mayor poder de movilización, de organización y de empoderamiento político.

El sociólogo y profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), Ramón Piñango, considera que con la naturaleza del gobierno de Nicolás Maduro la protesta pacífica tiene sentido si es tenaz.

“Se requiere una tenacidad a toda prueba. Debe haber inteligencia, organización e imaginación para mantener a los ciudadanos descontentos con el gobierno en la protesta, a que no se cansen, porque es muy fácil agotarse día tras día. En los países en donde ha habido éxito siempre los resultados no son inmediatos: toman días, semanas y meses. Tiene que haber una clara disposición a mantenerse firmes y cohesionados”, dijo.

Daniel Fermín: “Uno de los retos de la dirigencia opositora, fundamental para enfrentar el agotamiento natural de la gente, es hablar claro a los venezolanos y manejar con seriedad las expectativas de una lucha que es de resistencia. No podemos repetir los errores de la abstención, el paro petrolero y demás episodios que se dieron por hablarle irresponsablemente a las gradas en busca de aplausos. Eso solo deviene en frustración para la gente y pérdida de legitimidad y capacidad de convocatoria para la dirigencia”.

Ángel Álvarez: “Se trata de una intensa lucha sostenida en el tiempo que requiere constancia y paciencia. Generalmente no son movimientos que tienen éxito de forma instantánea, pueden durar meses o años en la búsqueda de la solución a los problemas. También suelen ser perseguidos y reprimidos brutalmente. Pero la respuesta es seguir protestando y mantenerse en la calle de forma pacífica”.

Enrique Alí González: “La resistencia pacífica implica también perseverancia. Significa continuas actividades de calle, ir incorporando a cada vez más sectores de la sociedad venezolana e implica una fuerte represión por parte de un gobierno autoritario (…) no se plantean cosas de películas como ‘salgamos a la calle y no regresamos más nunca”.

Los retos de la oposición

La oposición, de acuerdo con los expertos, se encuentra en un momento de mayor madurez, mayor claridad de metas y mayor fuerza.

La presencia de dirigentes y diputados a la cabeza de manifestaciones ha aumentado la empatía entre la dirigencia y los ciudadanos, afirma el doctor en Ciencias Sociales, Enrique Alí González.

“Hay un crecimiento cualitativo en la relación entre la conducción de la oposición y el pueblo que lo sigue. Los diputados a la Asamblea Nacional, por ejemplo, han cumplido un rol fundamental para crear ese vínculo afectivo”, destacó.

El analista político Ángel Álvarez sostiene que en la protesta y la resistencia cívica no violenta se identifican uno o varios líderes que, más que dirigentes del movimiento, lo simbolizan. En el caso venezolano, el símbolo es la Unidad.

“La Unidad tiene un liderazgo heterogéneo, son muchos. En estos últimos días el rostro se lo han puesto principalmente los diputados jóvenes de diversos partidos. Eso ha refrescado la imagen física de la idea de Unidad, movimiento que intenta democratizar Venezuela”, agregó.

A juicio del sociólogo y profesor de la UCAB, Daniel Fermín, debe insistirse en realizar una convocatoria amplia, que incorpore a todos los factores descontentos y que vaya más allá de los partidos políticos y de la Mesa de la Unidad Democrática, como los sindicatos, los estudiantes, los gremios, el chavismo disidente y las fuerzas vivas de la sociedad.

El camino a seguir, agrega, debe ser insistir en las reivindicaciones populares, en metas claras y concretas como el llamado a elecciones, el reconocimiento de la AN, la liberación de los presos políticos y la apertura del canal humanitario.

“Hoy el descontento es unánime y no solo buscan un cambio los que llevan 18 años oponiéndose al proyecto oficial, sino también los que lo acompañaron hasta ayer e incluso quienes todavía se consideran chavistas. Esta es una oportunidad para que la oposición política se muestre como alternativa de gobierno y así dibujar, junto al pueblo, una propuesta de futuro compartido de país”, ratifica.

Bajo esta misma línea, los expertos consideran que la lucha opositora debe ser capaz de abarcar todos los escenarios. Por eso es que, lejos de las críticas de sectores radicales, aseguran que la situación del país no solo implica calle, sino también negociación. Lo importante es dejar claras las condiciones y avanzar en el cumplimiento de los objetivos.

“Los procesos de este tipo siempre se llevan en los dos planos. No es posible establecer acuerdos con el gobierno que permitan la transición, si no hay un cierto nivel de negociación implícita o explícita. Es absurdo pensar que no es así. No queda más remedio que ejercer las dos fuerzas que tiene la oposición: la presión popular y la negociación. No es inmoral negociar, la política es negociación, lo que pasa es que la palabra en Venezuela está desprestigiada”, agrega Álvarez.

Fermín pide no caer en “simplismos” que hacen ver como opciones mutuamente excluyentes aquellas que no lo son: “Si se convocan elecciones regionales, como un intento por bajar la presión, hay que acudir a ellas y organizarse para arrasar y desmontar así la estructura de apoyo clientelar del oficialismo en las regiones. Votar no es una traición a la lucha de calle, sino precisamente una conquista de esa lucha. La batalla se debe dar en todos los frentes y eso hay que asumirlo sin complejo”.


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