Lula
FOTO EFE/ André Coelho

La primera cumbre suramericana auspiciada por Brasil estuvo marcada por la defensa abierta del presidente Luiz Inácio Lula da Silva a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, a pesar de algunas de las más ambiciosas cuestiones que se plantearon, como la creación de una moneda común para la región y fijar estrategias conjuntas para tratar asuntos comerciales y políticos con el resto del mundo.

La visita de Maduro a Brasilia rompió con el casi total aislamiento al que se vio forzado tras ser repudiado por gran parte de la comunidad internacional, en un momento además en el que el signo político de la región le era desfavorable, llegando a no comparecer en la cumbre de la Celac que se celebró en enero en Argentina, a pesar de que esta coyuntura comenzaba a revertirse con la llegada de líderes regionales más afines, ante el temor de posibles emboscadas.

A la vista de las declaraciones, Lula da Silva hizo todo lo posible por que Maduro se sienta arropado, denunciando, entre otras cuestiones, la campaña de difamación a la que habría sido sometido todos estos años. «Necesita cambiar la narrativa que se ha impuesto», le dijo directamente al venezolano.

«Venezuela necesita mostrar su propia narrativa para poder cambiar la opinión del resto. La gente no sabe ni dónde está Venezuela, pero sabe que tiene problemas de democracia, que el gobierno ‘no sé cuántos’ (…) es inexplicable que un país tenga 900 sanciones porque a otro país no le guste», dijo Lula.

Sin embargo, esta defensa no fue acogida por todos de la misma manera, como mostró el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, o el chileno Gabriel Boric, quien si bien exigió a Estados Unidos y la UE que levantara la sanciones, rechazó la teoría de Lula sobre una narrativa contra Venezuela.

Para Lula, no obstante, estas discrepancias sobre Venezuela son parte de la democracia, tal y como defendió durante un entrevista con medios extranjeros y brasileños, para culminar la cumbre. «Nadie está obligado a estar de acuerdo con nadie (…) Se respetó mucho la participación de Maduro», afirmó.

«Todo el mundo sabe lo que pienso y a lo que me refiero. En política, cuando quieres destruir a un adversario, la primera cosa que se hace es construir una narrativa en contra de él», explicó un Lula da Silva, apuntando que el finado expresidente venezolano Hugo Chávez también fue objetivo de estas maniobras.

A pesar de las voces discordante de Boric y Lacalle Pou, lo cierto es que fueron más los líderes que se acercaron a Maduro que los que no, como muestra las conversaciones en los márgenes de la cumbre con los presidentes de Colombia, Gustavo Petro, de Bolivia, Luis Arce, o de Argentina, Alberto Fernández.

Con todo, todos los líderes se comprometieron a intentar volver a reunirse en los próximos cuatro meses, después de la firma conjunta del conocido como Consenso de Brasilia, por el que se comprometen a respetar los derechos humanos y la democracia, reafirmando la visión común de que Suramérica es una «región de paz y cooperación (…) comprometida con la justicia social, el Estado de derecho (…) con la defensa de la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos».


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