La evolución de la economía política en Venezuela a partir del año 2015 se ha caracterizado por el inicio y permanencia de la crisis tanto en lo macroeconómico como en la producción de bienes y servicios, y en la restricción de la demanda. Esta evolución parecería conducir a un cambio inevitable en el modelo económico. Es la economía determinando lo político.

Al observar el comportamiento del producto interno bruto (PIB) total y per cápita de Colombia y Venezuela, la dinámica es positiva entre el 2004 y el 2008. Durante este periodo aumenta la cercanía entre los dos países; se encontraban vigentes los compromisos comerciales de la CAN y, como resultado, el comercio total binacional alcanza sus máximos históricos en el 2008 (8.000 millones de dólares).

A partir de allí, el comportamiento es diferencial, y, aunque Colombia continúa creciendo a tasas similares a las del pasado, en Venezuela el crecimiento es fluctuante, por lo que para el periodo 2010-2014, el acumulado es en la práctica nulo. Esta es la etapa en que Venezuela se retira definitivamente de la CAN y disminuye el comercio total entre nuestros países.

Sin embargo, a pesar de las diferencias en los modelos de desarrollo y políticos, el apoyo a las negociaciones del Gobierno colombiano con las Farc se constituye en un elemento equilibrante.

Entre el 2015 y el 2018, la crisis en el crecimiento y en la demanda en Venezuela se hace evidente (disminuciones en el PIB total del 60 % y per cápita del –58 %). Las exportaciones y las importaciones muestran una caída significativa con respecto al mundo y, más aún, en el comercio con Colombia, al intensificarse las diferencias políticas, lo que sumado a la decisión de Venezuela de sustituir las importaciones provenientes de Colombia, condujo al peor momento de las últimas dos décadas en las relaciones económicas y comerciales binacionales.

El comportamiento

La balanza de cuenta corriente en Venezuela (la diferencia entre las divisas que entran y salen por comercio y servicios, entre otros), como resultado de la disminución de la demanda total y a pesar de las tasas negativas en el crecimiento, sigue siendo positiva. En contraposición, la cuenta financiera o de capitales (la diferencia entre las divisas que entran y salen por préstamos e inversiones) ha tenido un comportamiento deficitario durante todo el periodo, a excepción del año 2017. Por tal razón se genera una crisis en los ingresos y de incumplimiento de obligaciones externas.

Las reservas internacionales (el ahorro en divisas u oro que hace el país y administra su banco central) disminuyeron considerablemente en el periodo 2009 a 2019, al pasar de 30.322 millones a 8.414 millones de dólares respectivamente. Sin embargo, dichas reservas no representan liquidez de corto plazo, tanto por las sanciones de diferentes países como por el congelamiento de los activos de PDVSA (Citgo) en EE. UU.

En política monetaria, el Banco Central de Venezuela (BCV) perdió todo tipo de autonomía y, simplemente, ante la escasez de recursos en bolívares, procedía a emitir dinero, subiendo la base monetaria a niveles absurdos.

En la medida en que el aumento de la oferta monetaria no correspondía a la evolución de la producción de bienes y servicios, se promovía el incremento en los precios, que en los últimos tres años se ha transformado en hiperinflación.

La debilidad del bolívar creó una mayor demanda por el dólar, por lo que el gobierno pretendió forzar los mecanismos de control de cambios, y en consecuencia se amplió la brecha entre las importaciones oficiales o aquellas realizadas con los dólares otorgados por el gobierno y la demanda por importaciones de otros bienes y servicios que se efectuaban con la tasa de cambio real de mercado. Las medidas publicadas el 28 de enero de 2019, al aumentar la tasa oficial por encima de la paralela, pretenden recolectar parte de los dólares que se dejarán de percibir por el flujo de exportaciones a EE. UU.

En lo interno, el aumento del endeudamiento significó un incremento del déficit fiscal cercano al 20 por ciento del PIB, así como un sistemático deterioro de la estructura productiva de las empresas públicas, y, más grave aún, en la prácticamente única fuente de ingresos por exportación, como es la del petróleo.

Desde el punto de vista de la deuda externa, esta creció a 184.500 millones de dólares a finales de 2017. Los principales acreedores de Venezuela son aquellos que compraron bonos país y bonos PDVSA. La deuda vencida y en mora por este concepto a diciembre de 2018 alcanzó los 8.869 millones de dólares.

De otra parte, la deuda principal con otros países es la de la China, que es mayor a 30.000 millones de dólares, y la de Rusia, que equivale a cerca de 10.000 millones de dólares. Ni China ni Rusia parecen estar dispuestos a financiar a Venezuela con recursos frescos, y su estrategia ha sido celebrar convenios en los cuales se otorgan concesiones en materia minero-energética a fin de generar recursos exclusivamente para disminuir la deuda. En esencia, la fuente de financiamiento externo con que cuenta actualmente Venezuela se reduce a los ingresos generados por exportaciones, de los cuales cerca del 90 por ciento son por petróleo.

La caída de los precios internacionales del petróleo a partir del año 2015, sumada a la disminución en los barriles producidos diariamente (según datos de la Opep, algo así como 1’100.000), significó la reducción de los ingresos percibidos por la nación. Adicionalmente, habrá que ver el resultado de las sanciones de Estados Unidos a PDVSA (Citgo), lo que significaría una nueva baja en los menguados ingresos por este concepto.

El otro medio de financiamiento con que cuenta este país, que hasta ahora no es controlado por el gobierno, son las remesas, que en el último año alcanzaron niveles mayores a los 3.000 millones de dólares, según cálculos conservadores de la mayoría de los analistas económicos.

Lo que se ha descrito es realmente la causa de la crisis: disminuyeron de manera dramática los ingresos de Venezuela, la crisis en la balanza de pagos (las transacciones con el resto del mundo) es evidente, la política monetaria es inexistente, el déficit fiscal es inmenso, la demanda se encuentra en niveles impensables en el pasado, el poder adquisitivo de la población es de miseria y no existe capacidad de pago de sus compromisos internacionales. Mientras no se produzca un cambio estructural en la política económica, esta nación no tendrá acceso a recursos frescos, tanto de carácter humanitario como de reestructuración de la deuda.

Pensando en futuro

En materia macroeconómica será necesario: reestructurar la política cambiaria, monetaria y fiscal para controlar la hiperinflación y aumentar el ingreso a fin de generar mayor demanda.

En cuanto a la política cambiaria, es indispensable una apertura para que el precio del dólar sea fijado por la oferta y la demanda. En el caso de la política monetaria, devolver la autonomía al Banco Central de Venezuela para que regule la emisión monetaria. Por último, en las acciones de la política fiscal se debe hacer una reforma tributaria que genere los suficientes ingresos para solucionar el déficit existente.

Estas tres políticas, unidas a un programa de ayuda humanitaria, y con el financiamiento externo de los organismos multilaterales y la banca internacional privada, podrían significar un cambio hacia la estabilización y, posteriormente, generarían crecimiento y desarrollo sostenible.

El desmantelamiento del aparato productivo exige recuperar y generar nuevas inversiones en infraestructura, industria y servicios, tanto en el sector público como en el privado, así como establecer condiciones y apoyos necesarios para el retorno del capital humano que ha salido del país por efecto de las migraciones

En cuanto a las relaciones colombovenezolanas, lo más importante es desarrollar nuevamente un marco institucional de cooperación que determine reglas claras de juego para atacar la informalidad, fijar normas comerciales, de liberación de bienes y servicios, macroeconómicas, de competencia y control de calidad, etc., las cuales hagan transparentes estas relaciones.

Adicionalmente, promover el comercio de bienes y servicios tomando en cuenta el círculo virtuoso que existió en el pasado, incorporando nuevos sectores y trabajando en lo que contribuya a la recuperación del aparato productivo, donde el papel de Colombia será fundamental, suministrando bienes intermedios, materias primas, así como promoviendo el intercambio de bienes en las cadenas productivas complementarias y la generación de nuevas oportunidades comerciales, específicamente en servicios con valor agregado.

En lo externo y en el corto plazo, el papel de la comunidad internacional en dotar a Venezuela de ayuda humanitaria y, en el mediano plazo, de recursos que contribuyan a la recuperación económica y de la estructura productiva para fortalecer la estabilización, el crecimiento y la demanda será fundamental.

Es indudable que el oscuro período que vive Venezuela puede significar en el corto y mediano plazo un renacimiento en su desarrollo y en el de la integración económica, social y comercial con Latinoamérica y con el resto del mundo. En pocas palabras, es la economía política: la evolución descrita y sus consecuencias parecen ser definitivas para generar el necesario cambio hacia un mañana mejor para la nación y la ciudadanía en Venezuela.


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