Hacía mucho tiempo que la señora Norka Márquez no volvía a la casa que fue testigo silente de la rutina diaria de tres generaciones de su familia; en sus gestos se denotan las añoranzas de su juventud. Antes de entrar por la puerta principal, vecinos la saludan afectuosamente como si no se hubiese mudado hace ya 17 años.

“Me remonto a mi infancia, a la infancia de mis hijos, a la de mis hermanos; mi papá. Recuerdo las reuniones familiares; nos reuniamos mucho y esta casa vivía llena de gente. A mi mamá le encantaba tener invitados en la casa”, cuenta Márquez, minutos después de haber entrado.

Fachada del la Unidad Educativa Juan Bautista Arismendi, antiguia casa de la familia Márquez | Foto: Javier Cedeño

Un pasillo ancho se deja ver desde la entrada, al final de él, pasando un portón, se observa una cantina. El recinto de lo que fue el hogar de la familia Márquez ahora es una escuela, la Unidad Educativa Juan Bautista Arismendi. Al pasar por lo que antes era la sala, al lado de una corta  escalera que conduce hacia otro nivel, está un salón donde niños reciben clases. Hace muchos años, ese lugar era un cuarto; la habitación de Juan Gerardo.

Márquez se convirtió en madre a los 19 años de edad. Juan Gerardo, como le dicen su allegados, fue el preludio de sus tres hermanos: Gustavo, Jesús y Simón.

—¿Quiere saber si es hembra o varón? — le preguntó el doctor

—No quiero saberlo, porque él se va a llamar Juan — respondió Márquez

—¿No tiene nombre de niña?

—Él se va a llamar Juan — enfatizó

“Yo lo vi cuando nació; era un bebé muy grande, a pesar de que me adelantaron la cesárea un mes porque padecí de preeclampsia. Pesó tres kilos quinientos y midió 53 centímetros. En ese momento me lo enseñaron; yo lo olí  y su aroma era de bebé, olía divino, olía a hijo, olía a mí… él salió de mí”.

Juan Gerardo Guaidó Márquez nació el 28 de julio de 1983.

II

Cuando sonaba la campana del heladero, y el eco agudo del tintineo penetraba en las casas de Caraballeda, Juan corría hasta la puerta de su casa. Márquez, su madre, inmediatamente pensaba: “Fidel va a hacer que me endeude con él”.

—Fidel, no tengo cómo comprarte— le advertía Márquez

—No importa, yo te doy los helados y después me lo pagas — respondía el heladero

Fidel, de piel morena tatuada desde que nació, durante varias décadas paseó por las calles de Vargas vendiendo helados. Norka y sus hermanos le compraban cuando eran niños; Juan Gerardo y sus hermanos, también. La siguiente generación igualmente tuvo la dicha de probar los productos de este peculiar personaje, que siempre llevó alegría a los niños del colegio en el que se formó el actual presidente interino de la República: Instituto Los Corales (actualmente Colegio Los Corales).

Carnet escolar de Juan Guaidó cuando cursaba sexto grado de educación básica | Foto: Javier Cedeño 

“Juan Gerardo siempre fue un niño extrovertido; pero no hacía travesuras, sino que le gustaba preguntar mucho y le encantaba hacer muchos amigos. Si alguien se metía con otro niño, Juan Gerardo iba y lo defendía”, evocó Marci Escalona, profesora de preescolar de Juan Guaidó.

Colegio donde estudió Juan Guaidó | Foto: Javier Cedeño 

El psicólogo del Instituto Los Corales, Celi Escalona, exaltó como característica principal de Guaidó su transparencia y la congruencia en su conducta: “Él habla públicamente igual como si estuviera platicando contigo en privado. Yo creo que lo que más impresiona de Juan es eso que se estaba gestando dentro de él sin que uno supiera qué había allí dentro”.

Actualmente, aunque se han tratado de conservar las costumbres, las cosas son distintas de cuando estudiaba Juan. Después de casi 20 años de la tragedia, todo varguense tiene un antes y un después; gran parte de sus compañeros de clases se han ido del país;  y, apenas a unos pocos días de haber asumido la Presidencia de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, falleció el heladero Fidel.

—Juan tenía las esperanza de que mi nieta comiera de los helados de Fidel. Cuando se enteró de su muerte, me llamó y me dijo: “Mamá, ¿ahora Miranda adónde va a comer helado? Yo quería que mi hija le comprara un helado a Fidel”.

III

13 de enero de 2019. Vargas

Ese domingo, Norka Márquez se encontraba en el lugar donde se iba a desarrollar el Cabildo Abierto. Al igual que las personas que acudieron a la convocatoria, ella espera a su hijo para dar inicio al evento. Pero el tiempo transcurría y el presidente del Parlamento no llegaba.

“Yo estaba con Ricardo, que es el mejor amigo de Juan. Él se me acercó y me dijo: ‘se llevaron a Juan’. Yo me agarré a la imagen de la Virgen del Valle, la apreté duro y dije: ‘mamá y papá, devuélvanme a mi hijo sano y salvo». Márquez lloró. Y cuenta que una de las primeras imágenes que pasaron por su mente en ese momento fue la del concejal Fernando Albán y la de otros presos políticos.

Minutos más tarde, luego de que Guaidó hablara con ellos, los funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) lo liberaron. Pudo llegar hasta donde estaba su madre y ciudadanos.

“A él no se lo podían llevar, Juan está protegido, tiene muchos santicos a su lado. No le va a pasar nada, pero si le llegase a pasar, ahí me van a ver. Yo me voy a amarrar, siempre se lo he dicho: si a ti te retienen, así sea por horas, yo voy a estar presa igual que tú. En el lugar que a ti te pongan y no me van a mover de ahí. Pero a él no le va a pasar nada, con el favor de Dios y la Virgen”.

IV

La señora Norka Márquez sigue admirando su antiguo terruño. Ya visitó su casa natal y el colegio donde estudiaron ella y sus hijos. Ahora está en un malecón de la playa. Es indiferente al sol varguense y al salitre que se impregnan en su piel. Está cansada; en los últimos días ha dado más entrevistas de las que nunca imaginó en su vida. La rutina cambió sin ella preverlo y aunque los nervios la embargan al momento de hablar, ella dice que debe estar a la altura de las circunstancias, al igual que lo ha hecho Juan. Ahora habla de las enseñanzas que le heredó a sus cuatro hijos.

“Les he dicho que hagan lo que ellos quieran, pero que lo hagan bien. Siempre he sido una mamá flexible; claro, les exijo orden, respeto y valores: perseverancia, fuerza, humildad, amor y unión”. En el caso de su hijo mayor, ella acentúa que una de sus virtudes es que nunca utiliza la palabra para descalificar, al contrario, siempre ha servido de mediador en las discusiones; esa  virtud, agrega Márquez, la aprendió en su casa.

Norka Márquez en Vargas (2019) | Foto: Fabiana Rondón Salas 

Pero no todo es perfecto. Durante las últimas semanas ha dejado claro en varias de sus entrevistas a los medios de comunicación cuál es el defecto más grande que tiene su hijo… el desorden.

“Desordenado con sus cosas y en su casa. Pero es que siempre ha llevado una vida apurada. Recuerdo que un día Iban para la playa con mi papá y no los dejé salir. Les eché toda la ropa al patio. Juan se ríe hoy en día y me dice: ‘No aprendí’. Que sean ordenados, que sean educados y unidos. Eso es lo que yo exijo como mamá y ese es el regaño que siempre les doy a ellos”.

V

—Mami, ¿tú quieres que lo haga?

—Hágalo, hijo. Nosotros estamos con Dios y la Virgen. Haga su trabajo; usted a su trabajo y yo al mío. A mí no me va a pasar nada. Lo único que les pido es que por favor me mantengan informada de todos los acontecimientos.

En junio de 2015 el para entonces candidato a la Asamblea Nacional Juan Guaidó tenía previsto iniciar una huelga de hambre, junto a otros dirigentes políticos, para exigir a los poderes del Estado que se fijara la fecha de las elecciones parlamentarias, la liberación de los presos políticos, el cese de la represión y la tortura.

Casualmente el mismo día en que Guaidó iniciaba la huelga en la Plaza José Martí de Chacaíto, su madre tenía prevista una cita con el oncólogo, donde le realizaron una biopsia que determinaría si padecía de cáncer. A pesar de la circunstancia familiar, Norka apoyó a Juan para que continuara con sus labores sociales. Ella fue al doctor sin él.

“Yo lo pude ver a él después de que me dieron de alta, ya tenía tres días en la huelga de hambre. Fui directo a la plaza Bolívar de Chacao y cuando él me vio me dijo: ‘Qué loquita, ¿qué haces aquí?’. Yo le dije: ‘No te voy a dejar solo, hijo’. A los dos días que él levanta la huelga de hambre nos dieron la noticia: era positivo”.

Luego de invasivos tratamientos con quimioterapia, que pudo conseguir gracias a amigos y familiares, Márquez logró superar el cáncer de útero. “Por algo Dios me dio la oportunidad; para ver este momento que estamos viviendo. Si Dios nos está regalando esto, por algo es. Por algo estoy aquí, para apoyarlo. Y estas lágrimas no son de tristeza, estas lágrimas son emotivas”.

Las circunstancias como estas han hecho de Juan Gerardo una persona exigente consigo y con sus seres queridos. Desde que inició su carrera política en 2007, cuando era estudiante de Ingeniería en la UCAB, lo ha demostrado públicamente. Pero en su rol familiar siempre ha sido así. Desde pequeño fue una figura paterna para sus hermanos menores, situación que molestaba a Gustavo, Jesús y Simón, pero que ahora comprenden el porqué de las cosas.

“Juan les decía a sus hermanos: ‘Las cosas hay que trabajarlas para obtenerlas. Les  exigía mucho y por eso discutían cuando estaban en sus etapas de crecimiento. Hoy en día entienden esa parte, de por qué el hermano mayor es tan fuerte. Juan siempre ha sido como un eje para ellos, hasta para mí. Siempre ha sido la parte fuerte de la casa”.

A pesar de la fortaleza de su hijo mayor, la tragedia de Vargas fue uno de los momentos que más le afectaron. “Eso le pegó mucho a él porque despegarse de los amigos, despegarse de su tierra, de su casa. De todo. De su vida, su mundo. Un mundo que te quitaron… fue fuerte, muy fuerte”.

VI

Se acaba el tiempo. Norka Márquez sonrió, recordó, disfrutó, compartió, sintió nostalgia y también lloró. Ahora, antes de partir de su tierra, quedan pendientes cosas por hacer; pero no solo en el ámbito político, sino también la parte familiar. Son muchos compromisos y ella lo sabe.

Política y socialmente reconoce que hay mucho por hacer. “Libertad, resolver la crisis de la salud, inculcar los valores que se han perdido: el respeto entre los ciudadanos, la paz. Todo”. Pero está segura de que su hijo, con la ayuda de los venezolanos, puede lograrlo. “Mi hijo tiene temple. A él no lo doblega nada”.

En el ámbito familiar también quedan cosas pendientes.

“Lástima que mi papá no está; mi papá estuviera disfrutando de esto. Fue su nieto mayor. A Juan le ha pegado mucho la muerte de su abuelo. Él no lo pudo despedir; no estaba aquí en Caracas en ese momento. Llegó y ya era tarde. Eso yo sé que lo movió mucho. El domingo en misa, Juan se me queda viendo y me dice:”

— ¿Y las cenizas de mi abuelo?

— En la casa

“Su abuelo  quería que cuando él se muriera lo lanzáramos al mar, frente a la Escuela Naval de Catia La Mar. Juan me dijo:”

— Voy a cumplir ese deseo. Y se lo voy a cumplir siendo presidente interino de Venezuela.


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