Tres alcabalas interrumpen el paso entre Guatire y Caracas. Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana trancan la vía. No atienden a razones.

En la Pista Norte, como se conoce el tramo final de la Gran Mariscal de Ayacucho, antes de llegar a Guatire, dos motorizados obstaculizan la circulación.

«La orden es que no pase nadie, ni médicos ni periodistas», me indica el funcionario cuando le señalo que soy periodista. Le digo que su ministro, su jefe militar, Vladimir Padrino, me dio permiso para transitar.

«Solo te tengo que enseñar mi carnet y así me debes dejar pasar», le digo.

«Váyase a dormir. No va a pasar nadie», reafirma.

«¿Y si un camión cargado de alimentos o con insumos médicos debe subir a Caracas tampoco puede?», le pregunto.

Duda. Mira al cielo. El cuestionamiento simple le hace tambalear en sus convicciones. «Llame a mi jefe. Él es el que decide, no yo. Solo cumplo órdenes», recalca.

Llegan más personas en sus vehículos. Lo mismo. No hay paso. Su compañero se me acerca: «Intente por la Intercomunal, algunos se han ido por ahí. No somos nosotros, es una orden. Haré el reporte de la novedad, pero no sé si nos hagan caso».

Agradezco la sugerencia y el tono de complicidad, aunque no los disculpo.

Camino a Caracas

Me arriesgo por la Intercomunal. Paso Guarenas y empalmo por la GMA sin problemas. Hay pocos vehículos. Son las 9:40 am. Ni los domingos hay tal afluencia.

Llego al túnel donde consigo otra alcabala en la que están dos funcionarios de la PNB.

«¿Va a Caracas? Tenga cuidado al pasar porque la cola ya llega a la entrada del túnel», me advierte.

«¿No dejan pasar en el Distribuidor Metropolitano?», pregunto.

«A nadie. Todo está bloqueado», responde.

«Pero Padrino dijo que los periodistas podían circular», le subrayo mientras le enseño el carnet.

Se encoge de hombros y me mira sin responder.

Retorno

Paso el túnel y me encuentro un estacionamiento de vehículos nada más salir. La gente molesta sale de sus carros y espera por poder al menos llegar al punto de control para explicar por qué necesita llegar a la capital.

No se ve el inicio de la cola. La subida puede ser interminable. Algunos paran los vehículos a un lado para evitar que se recalienten. Es un peligro.

Me devuelvo. La vía está despejada. Veo que poco antes de llegar a Guarenas instalaron una nueva alcabala. Allí apenas empiezan a llegar los vehículos.

Aminoro la marcha porque veo a una señora manoteando. Le reclama a los funcionarios y les exige que la dejen pasar. Se ve demacrada, exhausta, cansada. Llora. Pero no hay razones que valgan. Tienen órdenes de que nadie pase, ni médicos ni periodistas.


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