Ocean Bay

«Esta Venezuela no es la que me crié», se lamentó el entrenador Ramón García Mosquera. Amaneció con la desagradable sorpresa del aviso de que su último campeón, Ocean Bay, fue víctima de un hecho macabro en medio de la cuarentena dispuesta por el régimen por el coronavirus.

«¿Secuestrar a un animal indefenso para comérselo? ¿Dónde queda la humanidad, el sentido común y el respeto por lo ajeno en Venezuela?», se preguntó. Lleno de impotencia y con tristeza, hizo catarsis desde su cuenta de Twitter.

El caballo apareció desmembrado en las proximidades de su cuadra La Alegría.

Toda una paradoja el nombre de la cabaña, a la que regresó en octubre pasado para ser el padrillo estrella, y esta realidad, de hambre e inseguridad, que pone el dedo en la llaga, sobre todo en el interior del país.

Stellar Babe, la madre del crack, había sufrido un sacrificio idéntico hace cuatro meses, en otro acto mayor, también en ese campo, a unas dos horas de la capital venezolana. En esa zona rural no abunda la vigilancia.

«Estas son las cosas que te quitan el ánimo y las ganas de seguir trabajando por un futuro mejor», dijo García Mosquera. No resiste lo que sus ojos ven en las noticias ni los detalles escalofriantes que llegan a sus oídos.

La hípica bolivariana fue uno de los faros de América del Sur en otros tiempos y, pese a ir perdiendo brillo, sigue generando trabajo, entusiasmo y profesionales de calidad.

Ocean Bay, en el inicio de la Triple Corona 2016

Ocean Bay nació en 2013 en esa misma cabaña, La Alegría, una finca pequeña de pueblo.

Tres años después, apiló tres victorias en cinco presentaciones, incluidas las dos primeras de la Triple Corona de 2016.

Pero las lesiones habían comenzado a perseguirlo, aunque con calidad y tratamientos de acupuntura sobrellevaba los escollos, hasta que hubo que darle un largo descanso.

Al reaparecer en 2018, el caballo se resintió y eso obligó a ser sometido a una operación en la pata derecha.

Volvió en 2019 y, aunque nunca logró recuperar aquel nivel ofrecido de potrillo, completó su campaña con nuevos triunfos, hasta despedirse con un registro de 8 conquistas en 15 presentaciones.

Camino al haras en octubre de 2019

José Ibañez, un periodista experimentado, describe: «Hay mucha miseria en el interior. A los haras de poco presupuesto, sin vigilancia, los asaltan como si estuviéramos en el Lejano Oeste. Los caballos se venden poco, ya que piden por ellos 4.000 o 5.000 dólares y aquí no llega a esa cifra el premio del clásico de mayor importancia, y las carreras comunes y las pensiones están alrededor de los 500 dólares de recompensa. Por eso, hay muchas cabañas liquidando su caballada y despidiendo al personal. Pero tenemos fe de salir de la crisis».

No buscaron puntualmente a Ocean Bay, sino a cualquier animal. Desconocían sus títulos, se guiaban por el hambre.

En el abigeato del fin de semana también se llevaron a una yegua, de menor valía en lo monetario pero igual de doloroso. «La industria del hipismo nacional pierde un pedigree de primer orden en su expansión, en una actividad que genera miles de empleos, actualmente también azotada por el flagelo de la inseguridad y del hambre desatada», denunció Eleisi Espina, presidente de la Federación de Trabajadores de la Industria Hípica.

«En el país existe una degradación permanente de todas las instituciones y el hipismo no escapa a ello», agregó el dirigente, y expuso otra cara, la de la crueldad: «Por la falta de condiciones y la crisis se acentuó la migración y otro hipódromo, el de Santa Rita, está clausurado hace cuatro años, tras el asesinato de trabajadores, jinetes y de varios miembros de la comunidad hípica».

En Venezuela, los nacimientos y servicios son en la primera mitad del año, a diferencia del hemisferio sur. Actualmente, por la pandemia del coronavirus y el aislamiento, no hay competencia ni en La Rinconada ni en Valencia, los hipódromos en actividad bajo el ala del Instituto Nacional, el ente que además se puso al frente de las tareas de la resolución del caso mientras estuvo caratulado como secuestro. Los ejemplares, no obstante, siguen en entrenamiento, a pura pasión. «Las agencias, que son algo más de 1.500 y refuerzan los ingresos con sus restaurantes, están cerradas. Falta la infraestructura online», explica Ibañez.

El turf, en estado desesperante como gran parte de esa sociedad, espera volver a la acción en la próxima etapa de flexibilización, después de que ya habilitaron el transporte público y las entidades bancarias por media jornada.

Claro que, sin Ocean Bay, al impacto de estos meses sin carreras se le suma otro, en el medio de corazón, con esta crueldad que sufren los caballos y contrasta con el amor y el cuidado de todo un equipo de profesionales en la rueda que integran la reproducción y la competencia.


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