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El regreso de Joe Biden a la Casa Blanca, ahora como presidente, avizora nuevas maneras y mejores formas en su relación con América Latina, una región que ha recorrido. Y donde mantiene buenos amigos y que conoce mucho mejor que su predecesor. De hecho, a Donald Trump no le interesó viajar al subcontinente más allá de la Cumbre del G-20 en Buenos Aires; incluso faltó a la Cumbre de las Américas de Lima.

La gran pregunta es si la nueva administración demócrata se conformará sólo con mejorar las formas, con llegar a más acuerdos y con regresar al multilateralismo o si irá más allá. Como punto de partida, Latinoamérica es un tema secundario dentro las grandes líneas estratégicas de Estados Unidos.

«Será un cambio más en el tono y en las formas que en el fondo. El primer o los primeros dos años, Biden estará centrado en la reconstrucción, y eso absorberá la mayor parte de sus esfuerzos y recursos», dijo Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano.

«Biden tiene experiencia en política exterior, lo que será un punto de arranque importante. En principio, de acuerdo a lo que ha presentado en su plataforma, dará prioridad a los asuntos migratorios y de comercio con México», señaló María Puerta, profesora de Gobierno Americano y Política Internacional en el Valencia College de Florida.

«Dependerá mucho del presidente Andrés Manuel López Obrador y su reacción, debido a que será menos prescindente que Trump en materia de derechos humanos», agregó.

Venezuela

Todo indica que Venezuela permanecerá en el centro del debate político, tras la dedicación especial que le otorgó el gobierno saliente. «Biden seguirá apoyando la democratización, pero dudo que mantenga el apoyo a Juan Guaidó por siempre. Supongo que habrá una aproximación de posturas con la Unión Europea», señaló Malamud.

«La actual propuesta de Estados Unidos es el marco para la transición democrática que han planteado el secretario de Estado, Mike Pompeo, y Elliot Abrams [enviado especial en el tema venezolano]. Creo se mantendrá con Biden. Es una propuesta bien recibida por varios países, aunque Estados Unidos ha actuado un poco aislado. Quizá se abra la oportunidad de que mejore la coordinación con Francia, Alemania, Reino Unido y España, que son relevantes para aumentar las presiones sobre Nicolás Maduro», explicó el analista Gustavo Rojas Matute, que no imagina cambios de consideración en la política de sanciones personales a jerarcas chavistas y a las sanciones económicas.

El régimen bolivariano examinará desde el primer día a un gobierno de corte centrista en el que Rojas Matute espera desembarcos republicanos, como el del exgobernador de Ohio John Kasic.

«Biden reconoce que Maduro es un dictador y que su régimen carece de legitimidad. Sin embargo, su aproximación a la crisis venezolana es desde la presión diplomática, conjuntamente con Colombia y otros países vecinos, para que se convoquen elecciones libres y transparentes», añadió María Puerta.

Abanico de cambios

En cambio, el abanico de cambios sí se abre con respecto a Cuba. Biden participó del deshielo entre Estados Unidos y el gobierno castrista, «vivió muy de cerca el viaje de Obama a La Habana, pero no volverá a cometer ciertos errores», enfatizó Malamud, que no prevé un giro de 180 grados en la relación entre ambos países, aunque sí algunas modificaciones. «En ciertas restricciones que impuso Trump, como viajes y cruceros, pero nada trascendente si Cuba no mueve ficha».

Lo que sí parece claro es que habrá cambios, «porque Joe Biden procurará que sus medidas no inflijan daños sobre los cubanos». En la isla caribeña, sacudida por la crisis económica, se vivieron las elecciones estadounidenses como si fueran propias, con la convicción de que la victoria demócrata puede mejorar su futuro.

Cubanos, al igual que venezolanos y nicaragüenses, también se beneficiarían de forma directa del triunfo demócrata. «Los que huyan de esos países no los deportaremos nunca», prometió Biden en campaña.

 

Por: Daniel Lozano


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