Sandra Hernández, esposa del sargento mayor de tercera Luis Bandres. Foto: Estefani Brito

Un año, dos meses y diez días lleva detenido el sargento mayor de tercera de la Guardia Nacional Bolivariana Luis Bandres. Fue aprehendido por funcionarios del organismo castrense y de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana el 21 de enero de 2019 en la mañana, cuando lideró el alzamiento militar del Comando Escuadrón Montado, en San José de Cotiza.

Aunque su esposa, Sandra Hernández, ya conocía de la decisión de Bandres de revelarse en contra de Nicolás Maduro, la acción la tomó por sorpresa. “Me dijo que si no pasaba nada, él iba a hacer algo, pero nunca me dijo qué día iba a hacer. Cuando despierto ese lunes y veo los videos en redes sociales, siento que el mundo se me cae. Yo decía ‘se nos acabó todo, ¿qué vamos a hacer?’”, recordó.

Por instrucciones de Bandres, se resguardó junto con sus hijos, hoy de 7 y 12 años de edad, para evitar ser víctimas de la persecución del régimen. Cuando pudo visitarlo, 25 días después en la Cárcel Militar de Ramo Verde, se enteró de que fue usada para torturarlo psicológicamente.

“Me dijo que me escondiera porque la Dgcim no perdona a nadie, no les importa edad, y de hecho, así fue. A él le decían que ya nos tenían a nosotros, que nos estaban torturando. Él dice que estamos fuera del país, pero ellos rastrearon mi teléfono y le dijeron el sitio dónde me encontraba. Aunque negó eso, él dice que sintió que se moría”, relató.

Las torturas

El primer sitio al que trasladaron al sargento, tras su detención, fue el Fuerte Tiuna, donde lo recibió parte del alto mando militar, afirmó Hernández. Allí lo maltrataron con insultos y golpes, para luego trasladarlo encapuchado a la sede de la Dirección de Contrainteligencia Militar, donde el maltrato recibido subió de nivel.

A Bandres lo encierran en el “Cuarto de los Locos”, una de las reconocidas celdas de tortura del organismo militar. “Lo esposaron, lo colgaron de cabezas y lo empiezan a golpear. Durante las golpizas él se desmayaba, lo mojaban y luego lo electrocutaban para despertarlo y lo continuaban golpeando con bates, manoplas de metal y cadenas”, señaló su esposa.

El sargento mayor de tercera, Luis Bandres, lideró el alzamiento militar registrado el 21 de enero en San José de Cotiza, al oeste de Caracas. Foto: Cortesía

Estos tratos crueles e inhumanos fueron impartidos con la finalidad de que el sargento responsabilizara al presidente interino, Juan Guaidó; al hoy comisionado presidencial para Relaciones Exteriores, Julio Borges; al líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, y a la coordinadora nacional de Vente Venezuela, María Corina Machado, de financiar un golpe de Estado.

“Al ver que él se negaba, lo dejaron sin alimentos por cinco días”, agregó.

Tras ese episodio, el militar fue traslado a Ramo Verde, donde permaneció 15 días en la celda de castigo conocida como “El Tigrito”.

El 15 de febrero de 2019 es una fecha que jamás olvidaré; cuando lo vi –por primera vez tras su aprehensión– no lo reconocía. Estaba superdelgado, tenía cicatrices en la cara, tenía marcas en las manos, no las podía mover bien”, cuenta Hernández, con la voz entrecortada.

«Estamos en el limbo»

Bandres fue presentado en tribunales el 24 de enero de 2019, tres días después de su detención. La audiencia preliminar fue en marzo, y en julio pasó a juicio. Sin embargo, no lo han vuelto a presentar.

«Estamos en el limbo, no sabemos una fecha en específico, y eso es desesperante. Ves que hay personas que tienen tantos años y ni siquiera tienen una fecha. ¿Si ellos que tienen cuatro, cinco años no tienen fecha de juicio, qué quedará para nosotros?«, manifestó.

Al sargento mayor de tercera y los 24 sargentos que lo acompañaban les imputaron los delitos de sustracción de efectos de la Fuerza Armada, rebelión, ultraje contra el decoro militar y traición a la patria, entre otros.

«Llegamos a concluir, como familiares de presos políticos, que hay tanto retardo procesal porque en realidad no hay pruebas contundentes para juzgarlos y condenarlos«, enfatizó.

–¿Cómo fue la primera visita su esposo?

Lo fui a ver con los niños porque sé que ellos son su fortaleza, sobre todo la niña, él es muy pegado con ella. Cuando vieron a su papá, fue una cosa impresionante, la desesperación por tocarlo, por hablar y jugar con él. Estaba muy golpeado; cuando intentábamos abrazarlo, se sobresaltaba del dolor. Le costaba caminar. Nosotros solo lo veíamos y llorábamos. Hoy sigue siendo la misma tortura. Llegamos a Ramo Verde y está el temor de que no te dejen pasar un alimento y en las requisas muchas veces incurren en abusos. A mis hijos los han tocado y he tenido que defenderlos, a lo que responden que esas son las normas.

–¿Normas de quién?

Cada nuevo régimen coloca sus normas y nosotros no sabemos cuáles son esas normas porque siempre hay algo nuevo. Luego de la fuga del capitán Heredia, en diciembre, hubo un régimen de seguridad intenso, hubo reducción de horario y las requisas son más excesivas. Ha sido un cambio drástico.

–¿Qué contemplan esas requisas excesivas?

–Pasas al cuarto, te tienes que quitar la ropa. Te revisan el relleno del sostén, que no tengas nada allí, tienes que bajarte el pantalón, la ropa interior, agacharte. Te revisan los zapatos, las medias. Es un trato abusivo e invasivo.

–¿Cómo se siente al ser sometida a este trato?

Me siento degradada. Un día te ve una custodia, otro día te ve otra, y así. Si son 15 custodias que están de guardia, son 15 que te van a ver. Muchas veces te ven con desprecio porque eres familiar de un preso.

–¿Cómo les ha afectado esta situación?

Al principio teníamos mucho miedo, yo veía un carro negro con las siglas amarillas y sentía que me iba a desmayar, pero después decidí que no, que hay que perder el miedo. Eso es lo que nos está pasando a la mayoría, tanto a los militares y la sociedad, hay mucho miedo; y mientras haya miedo, lamentablemente, no vamos a salir de esta situación.

–¿Cómo era la vida de ustedes ante de la detención de su esposo?

Siempre fuimos una familia unida y de hogar. Mi esposo trabajaba siete días y los siete días de permiso estábamos en la casa. Éramos una de las pocas familias que a las 9:00 pm se toma un té, sentados en la cama hablando, contando qué hicimos en el día y viendo una película. Somos una familia hermosa. Lamentablemente nos ha tocado sufrir todo esto. Ahora digo, si nuestro sacrificio y dolor sirve de algo para que este país pueda cambiar, nosotros lo seguiremos sufriendo con mucho gusto.

–¿Cómo le explica esta situación a los niños?

Ellos saben que su papá está preso porque decidió no apoyar a un régimen. Necesito que ellos se mantengan claros y conscientes. Ellos saben que cuando llegamos a Ramo Verde no tienen que hacer ningún comentario mientras estemos afuera, no pueden hablar nada. Ellos se mantienen calladitos. Es algo que ya marcó su infancia. ¿Cómo los niños recuperan la normalidad de sus vidas si su infancia ya está marcada por la violación de derechos humanos, la invasión a su privacidad? Es algo que los marca. La niña llega a un momento en el que manifiesta que está cansada y pregunta cuándo va a terminar todo esto. Se me parte el alma cuando se para en la reja, ya para salir, y grita: “Papá, te amo”. Es algo que no sabes el significado que tiene ese momento, si no lo vives.

–¿Qué motivó al sargento Brandes a desconocer al régimen?

Cuando él me dijo que iba hacer algo, yo no le creí, y le dije: “Eres un sargento, no eres alto mando, ¿qué puedes hacer?”. Pero él es un valiente. Su motivo fue la situación tan dura, el sueldo que no alcanza, había mucha escasez de comida y medicamentos. Mi hijo y su hermana son autistas, necesitan medicamentos. La niña necesita anticonvulsivos, no se conseguían y convulsionaba. Ya estaba cansado de esto.

–Uno de los delitos imputados a su esposo es traición a la patria, ¿él siente que traicionó la patria?

–En realidad, no. Él dice que se puso de parte del pueblo de Venezuela porque él, cuando se graduó de GNB, juró defender la patria. Y eso es lo que él está haciendo porque estamos ante la tiranía de un régimen.

–¿Qué le diría a esos funcionarios de la FANB, que hoy son verdugos?

Ellos tienen muy claro que en cualquier momento pueden ser ellos las víctimas, por eso mantienen esa posición, porque militar que se atreva a desconocer o decir que no apoya al régimen es encarcelado, torturado y hasta lo matan. Lamentablemente, el miedo se apodera de ellos y del alto mando. La pequeña cúpula que sostiene a Nicolás Maduro lo hace por el dinero, más nada, porque ni siquiera se tienen confianza entre ellos mismos.

–A Maduro, ¿qué le diría?

El único mensaje que le enviaría al señor Nicolás Maduro es que, por favor, nos deje ser felices, que nos deje estar en paz. Una paz real, no esa paz que él menciona, pero que tras las cámaras nos tortura y asedia como pueblo. No le voy a decir que se ponga la mano en el corazón porque para nosotros queda demostrado que eso no está dentro del régimen, no existe.

–¿No tiene corazón?

–Para mí no tiene corazón. Una persona que está detrás de más de 16.000 torturas no tiene corazón. 


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