Hace 400 años, el 24 de junio de 1620, fue fundado el pueblo larense por mandato del gobernador y capitán general de Venezuela, Francisco de la Hoz y Berrío. ¿Quién se imaginaría que «la perla del norte» estaba relacionada con el título de marqués de Jiménez de Quesada, otorgado por Felipe II en 1546?

El linaje del fundador

En 1580 la familia Berrío se trasladaba al nuevo mundo, venían con la firme intención de reclamar la herencia del marqués Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Santa Fe de Bogotá, el 6 de agosto de 1538. Este había muerto un año antes debido a una lepra que se hizo irreversible con el paso del tiempo. La copiosa performance del brillante jurisconsulto y explorador granadino los motivó a emprender la ruta de su conquista.

Jiménez de Quesada estuvo en Italia como soldado hasta 1530, fecha en que regresó a España y comenzó la carrera jurídica en la culta ciudad de Granada. Terminados los estudios con gran brillantez, el título de licenciado y su fama de combatiente veterano fueron las llaves que le abrieron las puertas de la Real Cancillería de Granada, donde ocupó un puesto de letrado que acabaría catapultándolo al otro lado del océano.

El rey Felipe II, el 20 de mayo de 1546, le había conferido el escudo de armas de su puño y letra para exaltar su valor. En un pergamino de letras doradas, y como prueba testimonial de sus lazos consanguíneos, estaba condensada su lealtad a la corona.

Más que un símbolo heráldico de pomposa prosapia, el mismo describía un león en campo colorado, con una espada en la mano indicando el esfuerzo que tuvo que hacer para cruzar ríos impetuosos, veredas inexpugnables de complejidad inimaginable para lograr anexarse nuevos territorios para la corona. Una montaña de su color, sobre unas aguas de mar azules y blancas, en memoria de las minas de esmeraldas que descubrió en el nuevo mundo, al pie de una montaña, y en lo alto de ella estaban unos árboles verdes en campo de oro, cuatro soles de oro en campo azul y cuatro lunas de plata en campo colorado, y por timbre un yelmo cerrado con su rollo retorcido de azul y oro, por divisa un león de oro con una espada desnuda en la mano, con unas alas de águila negra que salían del yelmo. De esta semilla de fértil honorabilidad vendría el heredero militar que nos fundó.

Herederos de su intrepidez

Don Antonio Berrío y su mujer, María de Oruña, llegan a Santa Fe de Bogotá en 1580 para reclamar la herencia del marqués Fernando Jiménez de Quesada, fundador de la comarca que estaba a 2.600 metros sobre el nivel del mar, una alfombra de un verdor esplendoroso que se colgaba sobre una altiplanicie bordeada de bosques.

Un clima delicioso los recibe mientras se preparan para ir a la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá. Este era el más alto tribunal de la corona española en el territorio del Nuevo Reino de Granada. Tuvo sede en Santa Fe. Hasta la constitución definitiva del Virreinato de Nueva Granada (1739), su territorio jurisdiccional pertenecía administrativamente al Virreinato del Perú.

Se había instalado en la ciudad a instancias de Jiménez de Quesada, entre otras cosas por sus reclamos ante el rey Carlos V. Su tenaz persistencia logra su cometido: la corona le concede el título de ciudad el 27 de de julio de 1540. Nueve años después es creada la Real Audiencia para encargarse de todos los asuntos de sus territorios.

Ante esta instancia acudirían sus herederos con la firme intención de proseguir su ruta por las tierras exploradas. La Real Audiencia, al tener posesión del legajo de pruebas, que obtuvieron de doña María de Oruña, la sobrina materna del fundador, les entrega la herencia consistente en algunas propiedades. Su gran fortuna se había erosionado por sus múltiples incursiones tratando de hallar el mítico Dorado.

Su esposo, Antonio Berrío, comienza su trajinar por los caminos hasta llegar a fundar la isla de Trinidad y San Tomé de Guayana. No se conoce con exactitud la fecha de nacimiento de su hijo Francisco, solo que ocurrió en Bogotá.

Su hijo Fernando sí nació en España en 1577. Fue un explorador y gobernador español en la América colonial, que comandó más de 20 expediciones en la búsqueda del Dorado y, según algunos, fue el primer europeo en contemplar el Salto Ángel, la cascada más alta del mundo (979 metros). También tuvo una hija, de nombre Antonia María de la Hoz Berrío y Oruña, de la que poco se sabe. Como motivados por la sangre anduvieron siempre marchando en pos de nuevas epopeyas que afianzaran su espíritu de conquista.

El fundador

El bogotano Francisco de la Hoz Berrío y Oruña, heredó de su familia el amor por las expediciones. Descendiente directo del marqués Jiménez de Quesada, fundador de la ciudad y partero existencial de la corona; explayada en esta área del continente, ya diferenciada del Virreinato de Lima, y con ciertas autonomías logradas por la autoridad alcanzada por su ilustre familiar, siguió la misma carrera de su sangre.

Después de un largo vagar por extensos territorios selváticos, cruzar ríos y sabanas, llega a Venezuela para ser nombrado gobernador y capitán general el 12 de diciembre de 1615.

Llegó a su destino el 15 de junio del año siguiente, y fue recibido por el gobernador saliente, García Girón, y por las autoridades provinciales. Los primeros meses de su mandato se vieron enturbiados por tensas relaciones con la Iglesia, consecuencia de las diferencias que mantuvieron anteriormente el gobernador García Girón y el obispo fray Juan de Bohórquez, que duraron hasta 1618, cuando este último fue trasladado a México.

El nuevo obispo, Gonzalo de Angulo, colaboró en cambio con De la Hoz en la fundación de encomiendas, cometido que se añadió al reparto de tierras para los naturales. Su espíritu no quedaba únicamente en esto: quería dejar sembrada la semilla de la corona en cada región explorada. Por ello se dedicó a fundar pueblo con la usanza cristiana. El papa Pablo V mantenía una buena relación con la corona española, desde los tiempos en que su antecesor Clemente VIII lo envió como delegado extraordinario ante Felipe II. Esto hizo que cada pueblo tuviera su pila bautismal.

Su ingenio hizo que simultáneamente fueran fundados varios pueblos el mismo día, hecho que constituyó un verdadero récord imposible de igualar. Si ampliáramos el lapso en todo el año 1620, nos encontraríamos con más de 18 poblaciones fundadas.

La fundación de Duaca

Los fieros gayones poblaban el valle. Desde lo alto podrían mirar la extensión de un territorio que simbolizaba su heredad. Sus raíces estaban allí, los huesos de sus antepasados dormían en la tierra; como abono de una cultura guerrera, que germinó con la punzante estaca. Indómitos e irreverentes para andar entre el ramaje que cubría los angostos caminos. Todo era bosques con árboles gruesos qua parecían un ejército diseminado a los cuatro costados. En las voces primitivas el valle lo llamaban como un espacio para sus muertos. Su dios “Huaca” tenía como epígrafe religioso el de ser símbolo de sus antepasados.

La fundación del pueblo como tal se lleva a cabo por mandato del gobernador y capitán general de Venezuela, Francisco de la Hoz y Berrío, el domingo 24 de junio de 1620. Ese día también lo hacían otras poblaciones que quedaban registradas en los archivos de la corona, así como en los ficheros romanos que ofrecían a san Juan como testigo espiritual para marcar su derrotero por siempre. La importancia adquirida por las poblaciones fundadas, Duaca entre ellas, revestía un detalle pocas veces descrito.

1622: la fatalidad en la familia Hoz y Berrío

Los hermanos Hoz y Berrío afrontaron los alzamientos aborígenes, las revueltas iban incrementándose dramáticamente. Fernando de la Hoz y Berrío como expedicionario seguía en su marcha por distintos escenarios. Su hermano estaba instalado en Venezuela, ejerciendo su esfuerzo de mantener sin alteraciones la provincia a su mando. Había recorrido 1.890 kilómetros desde Santa Fe de Bogotá hasta Caracas. Muchos episodios atragantados en la vastedad.

Las noticias que llegaban de San Tomé hablaban del vil asesinato del encargado de la gobernación. Una invasión británica arrasó con la ciudad, mientras lo destruía todo.

Regresa Fernando a San Tomé para sofocar la rebelión. Después de lograr el control militar, viaja a España junto con su sobrino Martin Mendoza y Berrío para solventar asuntos jurisdiccionales de su corporación, así como lo de una herencia en Granada. Cuando viajaban son capturados por piratas argelinos. Son llevados a la cárcel, en donde se enferma y muere.

En marzo del mismo año (1622) galeones españoles trataron de cruzar el archipiélago de las Bahamas. De pronto, una inmensa marejada los golpeó salvajemente hasta hundir los nueves galeones que habían partido de Trinidad. Entre las víctimas del infausto suceso estaba Francisco De la Hoz y Berrío, el fundador de Duaca. Ambos hijos de la estirpe del marqués Jiménez de Quesada morían en pocos meses. Años después, una anciana, Ana María de la Hoz y Berrío y Oruña, reclamaba sus herencias como única hermana.

400 años después

La historia ancló en este territorio hace cuatro siglos. Un linaje desconocido nos llegó por una de las vertientes hereditarias. ¿Quién se imaginaría que Duaca estaba relacionada con el título de marqués de Jiménez de Quesada, otorgado por Felipe II en 1546? La distinción también les daba un prestigio a sus familias. Desde Santa Fe de Bogotá llegó el fundador trayendo consigo toda una historia que nació en la Granada morisca. Igualmente tiene la grandeza de su origen gayón. Nos acercamos al gran acontecimiento de estar entre las ciudades americanas con cuatro siglos o más. Es demasiado tiempo construyendo una historia afianzada en un pasado que nos une a todos.

Por Alexander Cambero


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