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El Lago de Valencia, lejos de ser un centro turístico se ha transformado más bien en el foco de muchos problemas para las comunidades, tanto carabobeñas, como aragüeñas.

El aumento constante en el nivel de sus aguas, año a año deja damnificados a más y más habitantes de municipios como Los Guayos y Carlos Arvelo. Especialmente aquellos que habitan en la Isla La Culebra, la cual está unida por un terraplén que corre peligro de acabar sumergido en el lago.

Al lugar acudió la presidenta de la Comisión de Ambiente de la Asamblea Nacional, María Gabriela Hernández en compañía del diputado del estado Carabobo, Ángel Álvarez. Según Hernández es un peligro el aumento en la cota del lago de Valencia. Por ello, han realizado un estudio total de las aguas para entender el porqué de su subida. Esta guarda relación con un préstamo de agua del río Cojedes, sumado a las aguas residuales que acaban en esta cuenca desde el año 1975.

“Uno de los mayores riesgos es que termine dejando el sistema de La Cabrera bajo el agua, como el viaducto. Pero esta parte en la que estamos, este terraplén, se construyó hace 8 años para unir nuevamente a Isla La Culebra, con tierra firme. En donde estamos parados, antes, era tierra firme, tierras agrícolas”, enfatizó Hernández.

La parlamentaria destacó que en algún momento la zona iba a utilizarse para el desarrollo de un complejo hotelero, y así, explotar la capacidad turística del lugar, pero esto, nunca ocurrió. Otro de los grandes peligros es que las aguas servidas que llegan al lago de Valencia no son tratadas.

A menos de 500 metros del terraplén se encuentra la planta de aguas servidas de Los Guayos, la cual no solo está cubierta por agua, sino que su maquinaria fue desmantelada. Actualmente, además, solo quedan muros de concreto. “Eso está inservible. No puede reutilizarse”, puntualizó.

Por ende, la parlamentaria explicó que la AN se encuentra realizando un informe para declarar la emergencia. Para ella, no queda duda que los niveles del lago seguirán en aumento, por lo que se requerirán soluciones ingenieriles, grandes inversiones de organismos multilaterales  y particularmente de la voluntad política. Esta deberá ser presionada mediante el mandato de los carabobeños y aragüeños.

“Hoy los venezolanos debemos estar pendientes. Así como lo hemos visto con el Nabarima o e derrame de El Palito. Este es un tema primordial entre los temas ambientales del país”.

Crisis en las comunidades

Según la legisladora, esto afecta a más de 5 mil personas alrededor de la cuenca del lago de Valencia. Por eso, Nizar Richani, presidente del Colegio de Ingenieros de Carabobo reveló que para 2011, el nivel del agua estaba cuatro metros más abajo de lo que hoy se encuentra.

Alrededor de 400 km2 de población se están viendo afectadas, comunidades como La Esmeraldita y Mata Redonda están en riesgo de acabar sin nada si el muro, ubicado en Aragua deja de cumplir su función como contenedor.

Lago Valencia
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Richani puntualizó que la crisis en el lago es el mayor problema ambiental en el país, debido a su continuidad en el tiempo y los riesgos para la población.

El ingeniero urgió a las autoridades a que desalojen las comunidades al sur de Maracay y que derriben las viviendas que ahí se encuentran. “El lago no tiene una forma natural de detener este proceso”.

La idea es bajar la cota del lago de los 414 metros actuales, a los 408 y así disponer de las 10 mil hectáreas que han sido invadidas por el agua. Pero ni el gobierno nacional, ni regional han hecho algo para solucionarlo.

No solo es el agua

En isla La Culebra la crecida del lago no es el único problema. La falta de servicios, también se siente en esta zona ubicada a 22 kilómetros de la Plaza Bolívar de Valencia. Carmen González tiene 63 años y camina todos los días dos horas hasta la parada de autobuses, ubicada en el sector El Roble de Los Guayos.

En La Montañita, zona en la que vive no pasa el transporte público. Ya no se recuerda cuándo fue la última vez que pasó. Antes, al menos había un servicio de vanes que le facilitaban la vida, pero ahora ni eso.

“Mira como el terreno está cediendo y andando a pie todos los días. Estamos mal”. Está agotada de caminar todos los días y ver a su alrededor el terreno a merced del agua. González se siente abandonada y a estas alturas cree que la única solución es un cambio de gobierno. “Aquí vivimos seres humanos. No tenemos para emergencias médicas. Aquí se le murió a un compadre su hijo porque no tenía cómo llevarlo a un hospital para una apendicitis”, afirma.

Cada vez que llueve Carmen eleva una oración a Dios para que no le ocurra nada a su vivienda. “Tú ves ese cerro y eso está lleno de agua. Si ese cerro se desbarranca ¿Qué pasa con nosotros?”.

A diferencia de González, Pedro Flores anda en bicicleta. Lleva viviendo en la zona 40 años y ha visto los cambios drásticos del terreno. Recuerda los días en los que se podía plantar papa, plátano y ají dulce. De esas plantaciones no queda nada, el agua se lo devoró todo, las casas en ruinas aún se ven en la superficie, quizás una pared y un árbol podrido son el recordatorio de aquellos tiempos.

“La cosa está fea aquí. Tú te vas para la montaña y vas a ver todo el agua por ahí”, comenta Flores quien se gana la vida como pregonero. En la cesta de su bicicleta lleva los pocos periódicos que aún circulan en el estado. No llegan a cinco.

Flores ha visto cómo muchos de sus vecinos han perdido sus casas, el agua le llega a los porches y de ahí entra con rienda suelta a las viviendas. “Hemos chapaleado agua y todo. Por eso cada vez que llueve le pedimos a Dios”.

El pregonero no solo le pide a Dios que el agua no acabe con su hogar, sino que la luz no se vaya, pero por desgracia, todos los días ocurre. “Ayer se fue a las seis y regresó a las 11”. Actualmente unas 20 casas en el sector La Montañita están siendo afectadas y la contaminación es otro de sus problemas.

Flores recuerda que en su juventud el lago servía hasta de balneario. “Eso era un exquisitez, pero está contaminado e igual comemos pescado parejo”. Pero ahora es territorio de piratas con ametralladoras, quienes se pelean el territorio para hacerse con la poca variedad de peces que sobreviven en el terreno.

Estos maleantes operan en las cercanías de la antigua autopista Carlos Arvelo, la cual hoy se encuentra en parte bajo el agua. Postes de tendido eléctrico aún activos brotan del lago mientras precarios botes de madera están aparcados en un agua verdosa que despide mal olor.

“Hay gente que nos quita las embarcaciones. Cada vez es más fuerte. Hay gente con chalecos antibalas, dos tobos de balas y uno va a pedir ayuda al gobierno y no hacen nada”, dice Félix Ortega, pescador y habitante de la zona.

Lago Valencia
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La delincuencia es tal, que durante la noche del jueves se robaron las mallas de pescar. “Nos dejaron sin nada”.

En esa zona hay 62 embarcaciones, Ortega afirma que hay días en los que se pueden obtener entre 20 y 40 kilos de pescado y otros con más suerte hasta 100. “Ya no hay tanta producción”.

Antiguamente en el lago de Valencia abundaban especies como san pedro, tilapia, bagre, ahora más que todo se encuentra mojarra negra.

Las amenazas siempre están presentes, un grupo de piratas visita la zona cada 15 o 20 días, por lo que siempre temen terminar muertos y que su cuerpo aparezca flotando en la orilla del lago.


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