reserva indígena
Imagen panorámica del Salto Ángel. Foto: Federico PARRA / AFP

El sábado 29 de octubre de 2022, a las 11:00 am, se abrió la temporada de choque entre civilizaciones en el valle de Kamarata. Entonces se reunieron en la Casa Comunal Akanamüta las máximas autoridades del sector II Kamarata-Kanaimö, lideradas por el profesor Domingo Eduardo Castro Martínez, su capitán general y representante de las 16 capitanías comunitarias indígenas. La asamblea decidió que el empresario criollo José Bruno Córdoba “no debía ingresar” a ese territorio.

La prohibición no era baladí para los aborígenes. El territorio vedado a Córdoba es asiento para el universo de la etnia pemón. El valle de Kamarata flanquea por el sur el Auyantepuy, el macizo sagrado de 700 kilómetros cuadrados de superficie desde cuya meseta o tafelberg se precipita el salto de agua más alto del mundo, el Kerepakupai Vená en lengua pemón, conocido en todo el orbe como Salto Ángel, con una caída de 979 metros. Ese planeta perdido, que -suele recordarse- inspiró a Sir Arthur Conan Doyle y a otros autores, está protegido por los indígenas pemón con sus leyes ancestrales y, desde 1962, por la normativa ambiental venezolana que regula el Parque Nacional Canaima.

El coto puesto a Córdoba tampoco era poca cosa para este. Al expiloto se le impedía el acceso a su filón de oro turístico, el Campamento Uruyén, donde dice haber gastado los ahorros de toda una vida.

Así que el criollo buscó en las leyes del hombre blanco protección contra las de los indígenas.

Córdoba optó por defenderse en los tribunales ordinarios de la circunscripción judicial del estado Bolívar. Sus abogados introdujeron un recurso de amparo, aduciendo que a su representado se le violaba el derecho “al libre tránsito”.

El tribunal de Puerto Ordaz, el gran centro urbano e industrial sobre la confluencia de los ríos Orinoco y Caroní, no solo falló en favor de la solicitud. Personalmente, el propio juez y el secretario del tribunal, en lugar del alguacil -por lo regular, encargado de estos procedimientos judiciales-, se trasladaron a Canaima (como Canaima se denomina al campamento turístico y poblado junto a la laguna del río Carrao, así como al enorme parque nacional circundante) por vía aérea y le entregaron la resolución al profesor Domingo Castro, el líder local. Debía dejar pasar a Córdoba.

La decisión judicial no sirvió para zanjar la disputa. De hecho, la prolongó hasta hoy, cuando un sitio que se promociona en Venezuela y el exterior como un oasis de paz espiritual y armonía, donde “se siente” una energía “especial”, se ha vuelto el escenario de constantes roces entre dos cosmovisiones incompatibles. O, al menos, entre las ambiciones que se amparan bajo esas cosmovisiones.

Por Isabel Guerrero (*)

(*) Más detalles en Armando.Info.


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