Los primeros miembros de la Asociación Civil Médicos Venezolanos en Argentina (Asomevenar)
El 10 de agosto de 2017, mientras la Asamblea Nacional de Venezuela ratificaba al presidente Nicolás Maduro en su cargo, el médico Juan Villalobos agregaba 10 personas a un grupo en WhatsApp. «Llevaba poco más de un año viviendo en Buenos Aires y necesitaba encontrar a colegas de Venezuela que estuvieran interesados en continuar sus carreras profesionales aquí», cuenta el presidente de la Asociación Civil Médicos Venezolanos en Argentina (Asomevenar).
Con 2 médicos más armó una página en Facebook. Cuando superaron los 200 empezaron las reuniones en las plazas y los cafés de la ciudad. «Luego de 2 o 3 encuentros decidimos escribirle una carta al presidente Mauricio Macri. No le pedimos nada, solo queríamos saber cómo convalidar nuestro título en el país», dice Ana Verónica Briceño, médico pediatra.

En noviembre recibieron una respuesta de la Casa Rosada. «Nos pusieron en contacto con el Ministerio de Salud de la nación, pero antes nos recomendaron crear una asociación. Lo hicimos. Juntamos dinero entre todos y pagamos a una abogada para empezar los trámites», recuerda Villalobos, de 32 años.

Una bendición

En 2017 se ofrecieron en Argentina 2.969 cargos médicos, pero solo se cubrieron 1.036. Poco más de un tercio. Había un número estable de nuevos graduados en el país, pero las residencias no lograban cubrir las vacantes.

La distribución de profesionales de la salud estaba concentrada en la ciudad de Buenos Aires, mientras que las provincias con la tasa más baja de médicos por habitante eran –y aún son– Santiago del Estero, Misiones, Formosa y Chaco.

«Muchos de esos cargos en el interior empezaron a ser demandados por nosotros, pero antes necesitábamos la validación», recuerda Villalobos.

En febrero de 2018, Venezuela ingresó al grupo de países con los que Argentina tiene un convenio para el reconocimiento de títulos académicos. «Los médicos venezolanos pudimos empezar a tramitar los papeles para incorporarnos en el sistema de salud», cuenta Briceño.

Desde entonces –según la Organización Internacional para las Migraciones– de los 145.000 venezolanos que residían en el país hace dos años, 593 son médicos y ya cuentan con licencia para ejercer. 26% son psicólogos, 20% médicos clínicos, 20% odontólogos y 18% enfermeros. En todos los casos, la mayoría son mujeres.

«Hoy hay otros 600 médicos venezolanos en el país que pronto recibirán su convalidación», señala Villalobos.

En el Sur

En mayo de 2018 todas las provincias decidieron incorporar médicos venezolanos en sus centros de salud y las propias autoridades eran quienes convocaban a cubrir los puestos.

Las primeras en ofrecer oportunidades fueron Río Negro, Tierra del Fuego y Chubut.

En Chubut, la cantidad de médicos es menor que en centros asistenciales similares a los del centro del país. Trabajan con menos profesionales, pero su dedicación horaria es mayor y el salario suele ser más alto que en otros distritos.

Luz Urdaneta es médica anestesista, tiene 50 años y llegó de Ciudad Bolívar en junio de 2018. «Chubut es lindo, pero aquí hace mucho frío», dice.

Trabaja en el Hospital Rural de Sarmiento. Llegó hasta allí por una convocatoria del Ministerio de Salud, luego de convalidar su título de la Universidad de Oriente, con el que ejerció durante 21 años. «Había escuchado que se tardaba mucho tiempo, pero empecé los trámites ni bien llegué porque quería seguir con mi actividad», cuenta.

Urdaneta tuvo que esperar seis meses hasta tener su licencia. Mientras tanto trabajó como cosmetóloga en un local de la porteña avenida Corrientes.

En el Hospital de Sarmiento hay 15 médicos y 14 enfermeras. Ella está acompañada por otra colega venezolana, ginecóloga. «Somos pocos, pero todo funciona muy bien y los pacientes tienen muchos beneficios. Nada que comparar con Venezuela. Yo me fui luego de pasarme del sector público al privado. No teníamos ni jeringas», indica.

En Sarmiento, Urdaneta vive con su esposo y su hijo en una casa que le otorgó el Estado. Trabaja seis horas todos los días, atiende consultas y dice que «el sueldo es muy bueno».

En el Conurbano

Yang Álvarez llegó el 12 de agosto de 2017. Es médico, aunque en sus primeros meses en Buenos Aires lavó copas y atendió un kiosco.

«Pensé que iba a estar muchos años así, pero conocí a un médico que hacía guardia en un hospital de Moreno. Un día fui, me tomaron de pasante e inicié mi convalidación para poder atender pacientes».

Tiene 29 años y ahora atiende en la guardia del Hospital Mariano y Luciano de la Vega del partido de Moreno. Solo va los martes y cada tanto recibe consultas por guardia externa.

«Hoy vivo de la medicina. Me alcanza para comer, pagar mi alquiler y enviarle dinero a mi papá y mi mamá, que viven en el estado Falcón», cuenta.

Según Álvarez, la crisis de salud en Venezuela se agudizó en 2015. «Yo estaba haciendo un posgrado en cirugía y no teníamos agujas. El sueldo como residente era muy bajo, solo de 4 dólares. Los pacientes se nos morían en los brazos. Me llené de impotencia y me fui».

En Moreno, reconoce, llegan demasiados pacientes para la capacidad física del hospital, aunque destaca que «el sistema de salud se desenvuelve muy bien, con el material médico necesario y buen personal».

En el Norte

Jujuy tiene una tasa de 2 médicos cada 1.000 habitantes. Esta cifra se encuentra muy por debajo de la media nacional, según el Observatorio Federal de Recursos Humanos en Salud.

Hasta ahora, allí se radicaron de manera voluntaria 25 profesionales de la salud venezolanos. En algunos casos les dieron una casa y un auto para llegar hasta los campos de difícil acceso.

Willmer Bracho es médico especialista en estética. «Y además soy profesor universitario. Daba clases en Punto Fijo».

Bracho fue uno de los primeros tres médicos venezolanos que lograron la convalidación de su título. Antes de eso se las rebuscó cuidando a un paciente con mal de Parkinson, fue chofer, cocinero, paseó perros y entregó pizzas en bicicleta.

Lleva un año en Argentina y atiende en una sala de salud del barrio Antártida, en las afueras de Palpalá, Jujuy. «Es un lindo sitio, las calles son de tierra y la gente aquí es muy amable», expresa.

El barrio le recuerda a su ciudad: «Mi familia es humilde, mi madre es campesina. Yo me crié con mucho sacrificio y los consultorios de salud se convirtieron en mi segunda casa cuando empecé a estudiar».

Bracho dice que en sus primeros años de profesión, a finales de los noventa, el nivel de atención médica de Venezuela «era de excelencia», pero con la reelección del presidente Hugo Chávez, en 2008, «todo empezó a empeorar de manera gradual».

«En 2010 los posgrados se vaciaron porque no había quienes concursarán por los malos sueldos. Y en 2014 nos golpeó la falta de insumos», afirma.

El médico cuenta que decidió irse del país cuando sus pacientes empezaron a morirse porque no podían pagar un tratamiento. «Llegue a darles dinero de mi bolsillo para sus medicinas. Pero llegó un momento en el que no resistí el dolor, más allá de que estemos formados para tener que soportarlo».

Bracho asegura que no se puede comparar Venezuela con Argentina. «Es una grosería decir que aquí están peor. Es una falta de respeto. A mí no me engañan. En Venezuela se me murió un paciente que aquí pude haber curado. Eso no se olvida más».

50% de los venezolanos son graduados

El año pasado, la Dirección Nacional de Migraciones entregó 60.687 radicaciones temporarias y 9.844 permanentes a ciudadanos venezolanos.

Según un estudio de la OIM, la mitad de ellos declaró ser universitario, en muchos casos incluso con posgrados.


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