De una tos tremenda pasó a la postración. El pulmón izquierdo se llenó de líquido y hubo que operar. En su lecho, Álvaro Salcedo batalla contra las secuelas del amianto, el asesino silencioso que Colombia decidió desterrar después de más de una década de frustraciones.

El jueves el presidente Iván Duque promulgó la ley que prohíbe esta fibra mineral usada en construcción y muy presente en el paisaje urbano. Cabe destacar que para la Organización Mundial de la Salud se trata de un material cancerígeno.

La norma, que afecta a toda la cadena de producción y comercialización, establece que en 2021 Colombia esté libre de amianto, también conocido como asbesto.

En la región, países como Argentina (2001), Brasil (2017), Chile (2001) y Uruguay (2002) ya habían dado el paso, y la Unión Europea adoptó la misma decisión en 2005.

Pero durante todo este tiempo en Colombia hubo presiones de una industria muy fuerte, lo que hizo naufragar distintos proyectos de ley que apuntaban a la prohibición, reconoce a la AFP la senadora Nadia Blel, impulsora de la iniciativa firmada por Duque.

Para pacientes como Salcedo esa decisión podría llegar muy tarde.

Polvillo letal

Este tornero de 77 años asegura que ya ha visto morir a tres compañeros de la fábrica colombiana de tejas y tuberías Eternit, donde por tres décadas manipuló esta fibra.

Y su familia teme el mismo desenlace. Salcedo consume los días conectado a un tanque de oxígeno, en una vivienda humilde del sur de Bogotá.

Los médicos le detectaron un derrame pleural izquierdo, una acumulación de líquido en los tejidos pulmonares. En su historia clínica se advierte que tuvo una exposición crónica a asbesto.

Para él no hay duda: está enfermo por el amianto. Pasó 30 años comiendo polvillo letal antes de que la fabrica lo jubilara por incapacidad en 1996.

Eternit afirma que desde 2015 comenzó a sustituir el asbesto en sus productos por fibras sintéticas.

Este año, Salcedo, que venía lidiando con la tos y el agotamiento extremo, se agravó y tuvo que ser operado.

La OMS afirma que cada año mueren 107.000 personas en todo el mundo, pues estuvieron expuestas a la fibra mineral en los lugares de trabajo.

Solo en Colombia se calcula que en 2016 fallecieron 397 personas por enfermedades relacionadas con el asbesto, según datos del observatorio epidemiológico Global Burden of Disease. No obstante las cifras, el asbesto es un mal de difícil diagnóstico.

Las dolencias relacionadas con este material tienen un largo periodo de incubación. Ejemplo de ello es el mesotelioma, un cáncer que puede aparecer después de años de exposición al amianto.

Esto hace que el origen del mal pase inadvertido, explica Giana María Henríquez, especialista en salud pública del Instituto Nacional de Cancerología.

Familias destrozadas

Cecilia Riaño perdió a dos familiares por el amianto. Su suegro, Rafael Mayorga, cargaba bultos de la fibra blanquecina en la misma empresa que Álvaro Salcedo y falleció en el año 2000 a causa de un mesotelioma.

Una década después se enfermó su hijo Luis Alfonso, quien nunca trabajó en Eternit.

Los médicos tardaron años en determinar su caso. Luis Alfonso, padre de dos hijos, se infectó en casa por limpiar los overoles de su padre, según su viuda.

“Para nosotros fue devastador, ya que esa palabra, mesotelioma, era la enfermedad que había llevado a su padre a la muerte”, recuerda Riaño, sentada en la sala de su casa, repleta de fotografías que rememoran el calvario que terminó con la vida de su esposo en 2013. Tenía 45 años recién cumplidos.

“Pareciera aquel que mata sin dejar huella. Por eso, lo hemos denominado el asesino silencioso”, remarca.

Ahora Colombia tiene por delante el reto de levantar el censo de los afectados por el amianto para garantizarles atención médica.

La ley Ana Cecilia Niño, bautizada en honor de una de las víctimas mortales del asbesto, también obliga al Estado a retirar este material de los espacios públicos.

Una tarea que, a su vez, puede resultar peligrosa en viviendas o lugares privados. Al momento de ser desinstalado, el amianto desprende fibras que fácilmente viajan por el sistema respiratorio.

Según Greenpeace, hasta 2017 las grandes firmas manufactureras de Colombia compraban alrededor de 24.000 toneladas de asbesto al año como materia prima.

Entre lágrimas Riaño resume su frustración ante un veto que tardó en llegar. “Nos sentimos gratificados al saber que, aunque no fueron las vidas de nuestros seres queridos, sí podremos aportar algo para salvar la vida de muchas otras personas”, aseguró.


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