“¿Tienes cámara? Si es así no te puedo pasar por la trocha”. Esa es la primera advertencia que hacen las personas que guían por los senderos ilegales a los interesados en cruzar la frontera entre Venezuela y Colombia, zona tomada por paramilitares y colectivos venezolanos.

El 23 de febrero numerosos representantes de los medios de comunicación documentaban el intento de los voluntarios para que entrara la ayuda humanitaria en Venezuela, pero con el cierre de la frontera no pudieron salir de Cúcuta. Más de 50 periodistas tuvieron entonces que dejar todos sus equipos en los hoteles para evitar ser reconocidos por los colectivos en el trayecto de regreso al país.

Ingresar por vía aérea estaba descartado. Los funcionarios del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía han aumentado el asedio contra las personas que viajan con equipos de prensa, y la posibilidad de ser detenidos por cuerpos de seguridad del Estado es alta. La única opción era trasladarse por tierra, y para eso había que cancelar a «los trocheros» un monto que puede llegar a 60.000 pesos (75.000 bolívares).

Silvio Klein, periodista argentino, fue hostigado por un grupo paramilitar luego de entrevistar a un ex guerrillero en los senderos ilegales. Jeanpier fue el trochero venezolano que se ofreció para ser el guía del equipo de prensa que se adentró por los caminos de tierra que comunican ambos países.

Fue al mediodía, cuando la temperatura en la zona supera los 30 °C. Mientras se realizaba la entrevista, una persona desconocida dirigió algunas palabras al ex guerrillero. Luego, estando en territorio venezolano, un grupo de paramilitares interceptó al equipo y lo obligó a desviarse hacia la maleza.

«Ellos nos pidieron que les mostráramos el material. Les enseñamos la cámara que habíamos traído por si nos llegaba a pasar algo, así que les dije que se podían quedar con ella. Solo queríamos salir de ahí”, contó Klein a El Nacional.

“No somos ladrones, tenemos que hablar con nuestro jefe primero”, fue la respuesta del hombre que lideraba al grupo paramilitar.

El miedo estaba latente. Los comunicadores sabían que no debían descubrir que también tenían material en sus teléfonos celulares, pues en ese caso la muerte era una posibilidad. “Llegamos a pensar que nos iban a asesinar. A los minutos nos dejaron ir, pero le dijeron a Jeanpier que tenía que volver a buscar la cámara”, agregó el reportero.

Klein se negó a recuperar su instrumento de trabajo. Jeanpier tenía que regresar por ese mismo camino para seguir con su trabajo. Acordaron esperarlo.

«Nos volvemos a ver aquí», fueron las palabras del guía, pero nunca apareció.

El periodista reveló que comunicarse con la esposa del trochero fue difícil. La mujer no tiene información sobre el paradero de Jeanpier desde hace más de una semana, pues no volvió a su casa desde ese día. “Creemos que lo mataron”, afirmó.

Apaguen sus teléfonos y no levanten la cara

La periodista Lorena Arráiz emprendió la ruta junto con su hija mayor, embarazada de cinco meses, y su hija menor. Relató que tuvo que dejar en la frontera todos los objetos que la identificaban como reportera para poder transitar por la trocha. La decisión estaba tomada. A las 8:00 am, un grupo las buscaría en el hotel para emprender la travesía. 

Un hombre decidió llevarlas por las vías ilegales por 60.000 pesos colombianos (75.000 bolívares). Las iba a guiar por las pequeñas veredas que limitan con algunas haciendas de la zona. Relata que la primera indicación que recibieron al contratar a un trochero fue bajar la cabeza sin importar la situación. Agrega que muchas personas ofrecen el servicio sin importar la presencia de funcionarios policiales. «Te llevo por la trocha, te hacemos llegar hasta San Antonio», vociferan en el lugar.  

«Era muchísima la gente que iba y venía. Uno de nuestros guías decía que ahí se movían diariamente entre 50 millones de pesos y 100 millones de pesos (entre 17.000 dólares y 32.000 dólares) por el cobro del paso de personas y sus pertenencias. El monto por individuo se incrementa si llevas cajas, cauchos o maletas», indicó la comunicadora.

Arráiz y sus hijas atravesaron el que solía ser el río Táchira hasta que un grupo de personas con capuchas negras las detuvieron para revisar sus maletas.

En ese momento la invadió el miedo. Recordó que pocos días antes grupos paramilitares habían ordenado a una periodista extranjera y a su compañero que se quitaran la ropa porque llevaban equipos de video, y luego los robaron. “A una joven que había mandado a arreglar una cámara en Cúcuta, y que no trabajaba en ningún medio de comunicación, le hicieron desnudarse para constatar que no tenía ningún tipo de micrófono oculto”, contó Arráiz.

El miedo la paralizó luego de que uno de los encapuchados mencionó la palabra “periodista”.

—Por ahí anda un periodista gringo.

Una mujer que acompañaba a los guerrilleros corroboró la información y advirtió sobre la situación a las demás personas. Les habían dado instrucciones, por lo que comenzaron la búsqueda del reportero estadounidense.

La imagen diaria de los puentes limítrofes entre Colombia y Venezuela muestra a miles de personas que cruzan con maletas y bolsas la frontera entre ambos países, pero el necesario uso de las trochas controladas por paramilitares es, sin duda, un riesgo que han tenido que sortear los periodistas que intentan ingresar a territorio venezolano.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!