Bien sea en el relato escrito de historias, en juegos, dibujos o en el “verbatum” (cómo expresan lo que viven, sienten y piensan), los niños van ofreciendo los indicadores de su estado emocional, a saber: mayores niveles de ansiedad, tensión y estrés; conductas más impulsivas o directamente agresivas; inquietud y comportamientos muy demandantes; paralización o ensimismamiento; sensación de crisis, preocupación, incertidumbre. Tales son algunos de los síntomas que presentan los pequeños en el contexto de los acontecimientos de violencia que se han registrado durante las últimas semanas, y que causan fuerte impresión no solo en ellos sino en la familia entera, asegura Mónica Castro Russián, psicóloga y directora ejecutiva de Invedin, Instituto Venezolano para el Desarrollo Integral del Niño.

En el año 2014 hubo una fuerte ola de violencia que se manifestó en barricadas, concentraciones, mucho humo y gas; los niños la recuerdan y hoy repiten los síntomas de aquellos días. No obstante, aunque la fuerza represiva actual genera fuertes estados de tensión en la familia, los padres ahora asumen mayores medidas de protección, dan contención a sus hijos, los apoyan y les transmiten esperanza para resguardar su autocuidado emocional, explicó.     

La experiencia del Colegio San Pedro, en Los Chaguaramos, cuando el miércoles pasado tuvo que ser evacuado por el uso inapropiado de bombas lacrimógenas en su perímetro, puede dejar en los pequeños una huella negativa: “Si un niño siente que no puede respirar por haber inhalado el gas, es posible que forje un evento postraumático que se expresaría, por ejemplo, en exhibir algún síntoma físico, en no desear volver a clase o en el temor de que la situación de asfixia se repita”, indicó. Advirtió sobre la necesidad de que los alumnos que estuvieron expuestos a la evacuación reciban pronto apoyo especializado, porque en el curso del tiempo, al hacer reminiscencia de la situación de impacto, deben poder procesarla para asegurarse una mayor salud psíquica.

Además, ese es un evento que incrementa la angustia de los padres porque la garantía que ellos pueden tener de proteger a sus hijos en la casa, inesperadamente la pierden al mandarlos a la escuela si esta se convierte en foco vulnerable a la violencia. “El derecho a la educación tiene que estar garantizado en un espacio donde los niños puedan sentirse protegidos. Los colegios deben ser garantes de formación y de paz. Si no es así, ocurre una contradicción y en vez de ser sitios de aprendizaje para la vida se convertirían en lugares vulnerables que ponen en riesgo a los niños”, dijo refiriéndose a la orden de Elías Jaua, ministro de Educación, quien a comienzos de esta semana ordenó a los colegios mantener su actividad so pena de ser sancionados administrativamente.


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