El gas coloreado marca Cóndor que los cuerpos de seguridad del Estado usan en las protestas que se desarrollan en distintas ciudades del país es el mismo gas lacrimógeno que se ha empleado en los últimos diez años en Venezuela. Lo que ocurre es que el fabricante brasileño lo ofrece de colores rojo y verde con el fin estratégico de que la policía se asegure de intimidar, generar miedo e identificar a las personas que acuden a las concentraciones.

Así lo informó Mónica Krãuter, especialista en gestión ambiental, química y docente del Departamento de Procesos y Sistemas de la Universidad Simón Bolívar, quien advirtió que las rociadas pueden causar efectos que van desde un lagrimeo hasta una fase de verdadera complicación que puede terminar en una situación cardiorrespiratoria letal.

Efectos.
«El gas, que es un polvillo ácido no soluble en agua, inicialmente produce lagrimeo abundante, tos, salivación, irritación de las mucosas y de la piel, estornudos, congestión pulmonar y quemaduras leves. Son efectos que tienen una duración de unos 30 minutos. Lo más delicado ocurre si la persona rociada con el gas manifiesta convulsiones, disnea, arritmia, náuseas, vómito incontrolable, desorden gastrointestinal, dolor de cabeza, movimientos musculares involuntarios, taquicardia y hasta pérdida de la conciencia. Todos estos síntomas pueden afectar los sistemas respiratorio, circulatorio y nervioso, en cuyo caso debe haber asistencia inmediata con oxígeno puro en un centro de salud, porque la situación puede agravarse y desembocar en un paro cardiorrespiratorio y hasta en la muerte», explicó la experta.

Estos gases tienen un efecto acumulativo y quienes se exponen por tiempo prolongado a su acción pueden ver muy comprometida su salud; de hecho, no solo los manifestantes, sino también los agentes de los cuerpos policiales que los lanzan suelen mantener concentraciones muy altas y tóxicas en el organismo, indicó Krãuter.

Lo más preocupante es que las autoridades los emplean de manera tan extendida que ya alcanza a centros educativos y zonas residenciales y muy pronto puede convertirse en un problema de salud pública. Además, hay grupos muy vulnerables si se les expone al gas: bebés, niños, mayores de 60 años, mujeres embarazadas, personas asmáticas, alérgicas, hipertensas o con afecciones cardiovasculares, respiratorias, pulmonares obstructivas u oculares, recalcó.

Gases vencidos. Las bombas que se lanzan a los manifestantes son de diversa procedencia.

Se han detectado cartuchos fabricados en el país por la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim) que tienen la característica de no portar datos de elaboración ni caducidad. También existen reportes de cápsulas que no presentan nombre ni lugar de elaboración. Todo ello complica las posibilidades inmediatas de conocer cómo actúan sobre el organismo y por tanto cómo contrarrestar sus efectos.

Los fabricantes brasileños advierten en una etiqueta de sus gases sobre la peligrosidad de su uso luego de las fechas de vencimiento fijadas. «La descomposición del CS produce cianuro, ácido clorhídrico, óxidos nitrosos, monóxido de carbono, cloro, acetileno y fosgeno entre otras toxicidades», dice Krãuter.

Alejandro Rísquez, ex jefe del Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Escuela Luis Razetti de la Universidad Central de Venezuela, tras ratificar que la inhalación prolongada de gases lacrimógenos puede ser causa de muerte, en un estudio sobre el tema indicó que «la información toxicológica disponible es deficiente en cuanto a los potenciales daños pulmonares, carcinogénicos, reproductivos y genéticos de largo plazo».


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