Nunca alguien podrá decir que no saludó al entrar en la redacción. Tiene una voz tan fuerte que sus «¡Buenas taaardes!» se escuchan al otro extremo de la sala. Igual sucede con su risa. Pero, así mismo, no se anda con rodeos si algo no le gusta. Y es que Flor Cortez es así, honesta. Una característica que le ha permitido cosechar grandes afectos en los 11 años que lleva en el periódico.

Su profesionalismo la hizo merecedora por segunda vez del Premio Oscar Guaramato al mejor editor del año. «Es un honor, aunque creo que todos
merecemos ser premiados porque juntos hemos salido adelante y tenemos que seguir… El Nacional es una gran escuela que me gustaría que fuera valorada por las nuevas generaciones».

Su principal responsabilidad son los artículos de opinión, un trabajo que le ha permitido estrechar lazos con los columnistas, entre ellos Simón Alberto Consalvi, a quien recuerda con especial cariño.

Lo más importante para ella es su familia. Sus hijas Isabela y Camila son su adoración. Algo que la caracteriza es el reciclaje: ¡jamás bota un papel en el que todavía quepa una letra! También ama la cocina. Dice que la crisis la agobia, pero se anima y vuelve a tomar aire para que todos oigan sus «¡Buenas taaaardes!».


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