Por MONICA DEJEKI | [email protected] | Foto: Cortesía

Cada 29 de junio se celebra la solemnidad de san Pedro y san Pablo, dos de los más reconocidos apóstoles. Pedro asumió ser cabeza de la Iglesia católica, mientras que Pablo pasó su vida predicando el evangelio en las naciones del mundo mediterráneo. Tal como ese día pero en 1919, José Gregorio Hernández, el llamado Médico de los pobres, murió.

Ese día se dirigió a la esquina de Cardones en La Pastora para atender a una paciente de escasos recursos, pero no pudo llegar porque un vehículo lo atropelló.

A las 2:00 pm de aquel domingo, el médico trató de cruzar la calle en la esquina Los Amadores. En un extremo circulaba el tranvía y por el otro el auto Essex Super Six, conducido por Fernando Bustamante Morales, quien para entonces tenía 25 años de edad. Hernández fue atropellado por el vehículo y se golpeó la cabeza contra el filo de la acera.

En una entrevista realizada por Óscar Yanes, 30 años después del suceso, Bustamante declaró: “Ni él pudo ver el carro ni yo lo pude ver a él”.

El parte de la muerte reza: “Traumatismo de cráneo en región parietal izquierda con fatal irradiación hacia la base”. Lo firmó el doctor Luis Razetti, en el hospital Vargas.

A José Gregorio Hernández lo velaron en la casa de su hermano José Benigno, situada de Tienda Honda a Puente La Trinidad. Sin embargo, el sitio se hizo pequeño para la multitud, y lo trasladaron hasta el paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, donde se le rindió admiración y cariño.

Se suspendieron todos los eventos por orden de la Sociedad de Cines y Espectáculos de la época. El concurrido entierro se llevó a cabo el 1° de julio de 1919. Desde ese momento comenzó la devoción de los venezolanos, que por muchos años pidieron la elevación a los altares del médico trujillano.

Una vida dedicada a la medicina

José Gregorio Hernández Cisneros nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, estado Trujillo. El país aún se llamaba Estados Unidos de Venezuela. A los 13 años de edad era huérfano de madre. Con el permiso de su papá, se mudó a Caracas para continuar sus estudios y se graduó de bachiller en Filosofía. Cuando ingresó a la UCV para empezar la carrera de medicina, tenía 17 años.

Se graduó de doctor en Medicina el 29 de junio de 1888, justo 31 años antes de su muerte. Hablaba inglés, francés, portugués, alemán, italiano y latín. Ejerció en Táchira, Mérida y Trujillo hasta que en 1889 se marchó a París para profundizar sus estudios en microbiología, histología, patología, bacteriología, embriología y fisiología experimental.

Al regresar a Venezuela, en 1891, comenzó su carrera como docente en la Universidad Central de Venezuela. Por instrucciones del Estado venezolano trajo desde París y Berlín los equipos para instalar el Laboratorio de Fisiología Experimental de Caracas y una cantidad notoria de libros para abrir varias cátedras en la UCV.

Su vocación

Hernández entró al monasterio de la orden de san Bruno en 1907. En mayo de 1909 regresó a sus actividades académicas en la universidad. Meses después ingresó en el Seminario Santa Rosa de Lima, hoy sede de la Universidad Católica Santa Rosa.

En 1912, el dictador Juan Vicente Gómez ordenó el cierre de la UCV, por lo que Hernández intentó de nuevo orientar su vocación religiosa y viajó a Roma a estudiar teología. Una afección pulmonar lo obligó a regresar a Venezuela. Su destino era servir a la gente.

Retomó sus actividades en 1916, pero las puso en pausa de nuevo para ir a estudiar a Madrid y Nueva York. El doctor Domingo Luciani se hizo cargo de sus cátedras.

Hernández era franciscano seglar. Siguiendo el ejemplo de los frailes capuchinos, desarrolló una sensibilidad por los más necesitados, tal como lo hizo san Francisco de Asís. Su profesión de fe en esta orden consta en el libro de actas de la fraternidad desde el 7 de diciembre de 1899.

El venerable

En 1949 la Iglesia católica en Venezuela empezó ante el Vaticano el proceso de beatificación y canonización de Hernández, bajo la tutela del arzobispo de Caracas, monseñor Lucas Guillermo Castillo. No faltaron testimonios de favorecidos por sus milagros, por lo que el papa Juan Pablo II lo declaró venerable el 16 de enero de 1986, lo que allanó el camino hacia su beatificación.

El 18 de enero de 2019, el cardenal Baltazar Porras presentó ante la Congregación para la Causa de los Santos en el Vaticano, el expediente del presunto milagro a la niña Yaxury Solórzano Ortega, que ocurrió en San Fernando de Apure. El cardenal se reunió con la nueva postuladora de la causa de beatificación, Silvia Correale.

Representantes de la Iglesia católica en Venezuela recopilaron documentos, testimonios y exámenes médicos exigidos por la Santa Sede para validar la recuperación de la niña.

El milagro

El 10 de marzo de 2017, la niña Yaxury Solórzano Ortega (para entonces de 10 años de edad) y su padre fueron víctimas de delincuentes en un caserío del estado Guárico para robarles la moto. Les dispararon y una bala alcanzó a la niña en la cabeza.

Fue trasladada en lancha a través del río hasta San Fernando de Apure. No había neurocirujano que la atendiera, por lo que su familia esperó 48 horas para que la operaran a pesar de estar desangrada y con pérdida de masa encefálica. La madre de la niña le pidió a José Gregorio Hernández que la salvara. Los médicos le indicaron que, de salir con vida de la operación, la niña quedaría con varios trastornos de discapacidad.

Cuatro días después de la operación, reaccionó positivamente a todas las pruebas y exámenes. Salió del hospital sana, caminando, hablando y viendo sin dificultad, a pesar de que el tribunal que lleva la causa constató, mediante una tomografía, que sí tiene la lesión en el cerebro.

Testimonios

En los hogares católicos de Venezuela no falta una estampita o una figura de Hernández. Le piden favores, principalmente por la salud, y sin importar que aún no tenga el título de santo.

Rafael Núñez lleva el control de varios perfiles en redes sociales con el nombre de José Gregorio Hernández Cisneros.

Afirmó en declaraciones a El Nacional que, por medio de su padre, supo desde pequeño acerca de la labor del médico. Por medio de Instagram y Facebook ha documentado testimonios de los milagros “para que se den a conocer más”.

“A cada rato me envían testimonios por Instagram y yo los publico, hasta con pruebas médicas del antes y después, apariciones en las radiografías de la cara o silueta del doctor”, señaló.

Para Núñez, “la misericordia de Dios y sus ayudantes divinos como José Gregorio Hernández no tienen límites cuando la fe de la persona y sus oraciones son atendidas”.

Este joven dirige desde hace cinco años Fundasitio, organización sin fines de lucro que ha donado más de 100 páginas web a ONG, además de brindar asesoría gratuita en temas multimedia.

La Iglesia

Pedro Pablo Aguilar, sacerdote director del Departamento de Comunicación de la Conferencia Episcopal de Venezuela, indicó que el mismo pueblo es el que reconoce a Hernández como santo. El día de su muerte se vio claramente expresado cuando la gente que acudió a su funeral cargó en hombros el féretro hasta el cementerio.

“Murió con olor a santidad, porque vivió coherentemente con lo que dice el Evangelio”, afirmó.

Aclaró que aunque no fue fraile por cuestiones de salud, sí dedicó su vida a los más necesitados: “Fue terciario franciscano, vivió la espiritualidad de san Francisco de Asís”.

“José Gregorio Hernández nos debe motivar en medio de tantas dificultades a vivir la esperanza, a creer que todo es posible,  a que los problemas son pasajeros, pero la fe permanece”, agregó.

La beatificación

En audiencia con el cardenal Angelo Becciu, el papa Francisco autorizó  este 19 de junio de 2020 los decretos que darán a la Iglesia cuatro beatos que provienen de América del Sur y de Europa, todos con vocación de servicio a los pobres, a la nación y los jóvenes, informó la Santa Sede.

«Una fe viva lo acompañaba siempre: para él la medicina era una misión, sobre todo para los más necesitados. A menudo compraba medicinas para sus pacientes y en lugar de pedirles dinero por la consulta, se las daba», indica la página web del Vaticano en la descripción de José Gregorio Hernández.


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