Suelas desgastadas recorren los pasillos del Hospital Universitario de Caracas mientras soportan el peso del cansancio de sus portadores. Ocultos de la vista de los pacientes, la mirada de los médicos y enfermeras se apaga por la odisea en la que se ha convertido ejercer estas profesiones en Venezuela.

Día a día algunos de los trabajadores del recinto hospitalario sortean las dificultades del camino para poder llegar a sus puestos. La falta de transporte público y de efectivo son las primeras pruebas que enfrentan al momento de salir de sus hogares.

Muchos optan por caminar ante las dificultades del traslado. “¿Dónde están los zapatos?” Un par cuesta entre Bs 30.000.000 y Bs 50.000.000, los baraticos”, comentó una de las trabajadoras, quien explicó que los Bs 700.000 que recibió la primera quincena de julio no le alcanzan para vivir.

Recibo de pago de un trabajador del Hospital Universitario de Caracas 

El simbólico sueldo que perciben los ha motivado a protestar por la situación. Debido a esto, autoridades decidieron hacer un pago al personal por Bs 20.000.000. “Eso es para callar a quienes se sumaron a la protesta, pero no vamos a parar. Con eso solo cubrimos un día de alimentación, dependiendo de cuántos familiares tengas”, aseveró la empleada a El Nacional Web.

Trabajar con las uñas

Basura por doquier, una fachada decadente y fugas de oxígeno reciben a diario al personal de “El Clínico”. Adentro, la escasez de insumos acompaña a los trabajadores durante la jornada.

La contaminación protagoniza cada rincón del centro de salud. Baños llenos de excremento, gusanos en los pasillos, poca recolección de la basura, bañeras con agua estancada destinadas al aseo de personas con enfermedades de la piel y la ausencia de artículos de limpieza exponen al personal al riesgo de contraer una enfermedad.

Basura a las afueras del Hospital Clínico Universitario

Una ayudante de nutrición y dietética recordó los días en los que les suministraban vacunas para resguardarlos de un virus. “Tenemos unos cinco años que no nos ponen los refuerzos por trabajar en un ente de salud. Estamos a la buena de Dios”, lamentó. 

La falta de agua empeora la situación. Cuando el hospital recibe el suministro, la poca presión solo permite el surtido a los seis primeros pisos, mientras que las tuberías de los cinco restantes permanecen secas, lo que obliga al personal de dichas áreas a cargar tobos para poder abastecerse.

Si el agua no llega al Universitario, cada ocho días les es repartida a los empleados en tobos grandes que deben cargar desde “El sótano” hasta sus respectivos pisos. Las áreas más críticas del recinto, como las cocinillas, son las únicas beneficiadas por este proceso.

El tobo y un botellón de agua con un poco de jabón disuelto son la única ayuda que reciben las camareras para “esterilizar” las bandejas de comida que le entregan a los pacientes. La improvisación en esa área debe continuar ante la falta de herramientas de trabajo. “Cuando llega un saco de papas o algo a la cocina, nosotras recogemos la malla, la doblamos, la cosemos y con ella hacemos la esponja para fregar”, explica una de las empleadas.

Algunas deciden colaborar con los pocos productos que tienen en sus hogares. “Aquí traje un poquito de jabón de mi casa”, comentó otra trabajadora.

Inseguridad en los pasillos

Doctores y enfermeras han sido los más perjudicados por las acciones del hampa en el lugar. El personal de seguridad del Universitario labora sin radios ni los equipos necesarios, mientras que la presencia de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, la Guardia Nacional Bolivariana y milicianos en los pasillos no ha dado resultados positivos.

Una trabajadora explicó que desconocen los motivos por los que las autoridades designaron a Juan González como jefe de seguridad del Hospital Universitario.

“Él estaba antes en el departamento de nutrición y dietética y durante su gestión se perdieron muchas proteínas. Entonces, no sabemos cómo llegó a ser jefe de seguridad”, señaló.

Entre incertidumbre y desesperanza el personal de El Clínico continúa recorriendo sus pasillos. El amor por la profesión y la compasión por los pacientes impulsan a diario a los trabajadores del centro de salud a seguir adelante a pesar de las adversidades, mientras sueñan con que algún día el recinto vuelva a ser lo que era: el modelo a seguir de los hospitales de Venezuela.


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