Carina Vergara fue sobreviviente, con otros siete niños, del brote infeccioso que ocurrió justamente en mayo de 2017, en la Unidad de Nefrología en el Hospital J. M. de los Ríos y que causó la muerte de otros cuatro en ese mes, pero esta vez no pudo.

Carina Vergara, adolescente de 16 años de edad y paciente del servicio de Nefrología del Hospital J. M. de los Ríos, llevaba tres semanas internada en etapa intermedia en ese servicio debido a una conjunto de complicaciones: una bacteria de estafilococo a la que se sumó la hepatitis C y complicó su estado de salud. Le sobrevino una endocardiopatía, un derrame pericárdico severo y un shock séptico, porque “el catéter estaba contaminado”. Falleció el lunes en la  mañana.

“Pensábamos que saldría de esa”, afirmó Katherine Martínez, coordinadora de Prepara Familia, una ONG que elaboraba ayer el informe del caso para enviarlo a la CIDH, en el cual solicitan la visita de relatores que puedan inspeccionar el hospital, porque las medidas cautelares que obligan al Estado venezolano a atender ese centro de salud infantil y preservar el derecho a la salud, no se han cumplido. “No hay respuesta ni cronograma ni fecha”. Solo el año pasado fallecieron 10 niños. 

Relató que funcionarios hicieron un pequeño acercamiento luego de las medidas y llevaron una compañía para hacer el mantenimiento de las máquinas de hemodiálisis, pero no consiguieron repuestos y ni siquiera hay agua suficiente ni con presión, como se necesita, señaló. “Llevamos tres semanas con servicio de cisternas para poder suministrar agua a la planta de ósmosis que, a su vez, la envía a las máquinas de hemodiálisis, pero el líquido no ingresa suficiente ni con la fuerza necesaria”.  

Mientras el personal médico guarda silencio, Martínez dijo no poder asegurar que las carencias del hospital causaron el deceso de la menor, pero indicó que no hay antibióticos ni otros medicamentos indispensables para los pacientes renales.

Carina Vergara contó con antibióticos donados porque el Estado no se los suministró. El medicamento Zemplar, empleado para aliviar el dolor de los huesos que genera la enfermedad renal, no llega al hospital desde hace dos años. Lo mismo el aislante Hypafix utilizado en los catéteres para evitar infecciones. Por si fuera poco, teme que los brotes infecciosos continúen. “Hay un bote de aguas negras entre las salas de Hemodiálisis y Hospitalización, que sale por un tomacorriente, y todavía no lo reparan”.

El número de máquinas de hemodiálisis en buen estado se ha reducido. Cuando las ONG solicitaron las medidas cautelares, en la consulta de Nefrología había 60 niños diarios, índice que bajó a 40 porque de 7 médicos especialistas solo quedan 5, y de 5 residentes solo quedan 2 médicos. En el área de Hospitalización, de 10 niños quedan ahora 5, sin Carina Vergara.

Martínez insiste en que se cumpla el programa de trasplantes que fue suspendido por falta de inmunosupresores. Por ese motivo preparan la solicitud de ampliación de medidas cautelares a favor de los niños del hospital.


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