Xenu

—Leí un libro de Hubbard y me dio curiosidad.

—Mirá, ¿cuál? —responde J., asesora de atención al público de la iglesia de la Cienciología.

Battlefield Earth, tiene una película adaptada por Travolta.

—Déjame que te diga que ese libro es pura Scientology, ¿sabías lo que es?

—Algo busqué en Google, pero sobre todo de L.R.Hubbard, me interesan ese tipo de escritores pulp.

—Te gusta la ciencia ficción.

—Sí, mucho.

—¿Y por qué?

—No sé, como que el mundo cada vez tira más para allá, es un nuevo realismo.

—Mirá, Scientology es un camino. Ronald era un genio; inventor, escritor, filósofo. De esas personas, viste, que llegan a ver otras cosas y que nos las comparten. Todo comienza con esto.

J. me pasa un libro grueso en cuya portada puede leerse L.R.Hubbard – Dianética, sobrepuesto en la imagen de un volcán en erupción.

—Leí algo sobre la cienciología y un emperador galáctico que trajo muchos alienígenas a los volcanes del planeta —le digo a J., que no me da bola, que sonríe y sigue hablando.

—Mirá, con Dianética vos podés mejorar en todo, te ayuda a estar clear.

—¿Clear?, ¿así como claro?

—Sí, mirá, el estado clear es como cuando vos ya te limpiaste de esas cosas que cargás desde que naciste. Vení que te muestro algo que capaz te va a gustar y vos me decís si te animás a hacer una prueba.

J., me invita a caminar hacia un escritorio. Me siento, se me entregan dos latas que están conectadas a un aparato parecido a una vieja consola Atari.

—Esto es un e-metro y si querés, te hago un par de preguntas tipo auditoría. Con el e-metro hacemos auditorías y te medimos el estado pre-clear que tenés. Sentate y agarrá las dos latas con las manos, colócalas sobre los muslos y vas a presionar, pero sin apretar. Yo te voy a hacer un par de preguntas y vos vas a pensar primero, sin decirme, y después vas a responder. Esta aguja en la pantalla va a moverse dependiendo de cómo el e-metro mida lo que pensás de esa pregunta. Mirá, las personas creamos campos eléctricos, aunque no los vemos. Este aparato te mide esos campos, porque el pensamiento los crea.

Xenu

***

Lafayette Ronald Hubbard (1911 – 1986) es, por sí mismo, un relato weird que merece ser contado.Tambien es una vida que abarca tanto el oficio de escritor como el de mediocre aventurero; inventor y filósofo según sus seguidores, el puto amo y la verdad revelada; charlatán al criterio de psiquiatras o el escritor con el Guinness record a más palabras escritas. No resulta descabellado afirmar que ante un holocausto global, cualquiera sea el motivo, sería quizá el único autor al que accederían los humanos que sorbevivan o algún colonizador alienígena del futuro. Esto porque su iglesia, la de la Cienciología, ha reescrito su obra en acero y la ha guardado en bóvedas de titanio en el municipio de Trementina, Nuevo México.

Ni la vida de Hubbard, ni la seudociencia que desarrolló, Dianética, ni la misma Cienciología, pueden comprenderse sin su formación y trabajo como escritor pulp. Junto a Isaac Asimov y Robert Heinlein, formó la tríada estelar de la populachera Astounding Magazine allá por los años treinta, durante la llamada época dorada de la ciencia ficción. Hubbard cobraba un céntimo por palabra escrita. Otras ideas interesantes y polémicas de este tiempo son la de concebir al escritor como fábrica, o la de considerar al libro como un objeto rentable, que se podía comercializar igual que un jabón o una licuadora. “Te aseguro que no es probable que un sistema basado en siglos de comercio deje de funcionar solo porque tu ingreso parezca depender de tu imaginación”, dijo una vez.

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Para conocer los secretos de Xenu un cienciólogo debe llegar hasta el nivel OT VIII. Al comenzar somos preclear y todavía estamos llenos de engramas; en el segundo somos clear o thetan operante nivel I (OTI) y así, hasta llegar al nivel OT VIII. El thetan operante nivel VIII es la vía hacia la verdad revelada, que ilumina a quienes están a bordo del Freewinds, barco de la organización atracado en la isla de Curaçao, en el Caribe y, quizá, uno de los misterios más costosos de la iglesia. Estimaciones dan cuenta de que los gastos para llegar hasta el OT VIII, están alrededor de 500.000 dólares. Por suerte, un monotributista puede soñar con ser clear. El costo de los primeros pinitos en la iglesia no es exagerado. Lo primero siempre es el test de personalidad.

No resulta descabellado afirmar que ante un holocausto global, cualquiera sea el motivo, sería quizá el único autor al que accederían los humanos que sobrevivan o algún colonizador alienígena del futuro.

El test, llamado Análisis de Capacidad Oxford (OCA) y que nada tiene que ver con la Universidad de Oxford, contiene 200 preguntas a las que puedo responder sí, no y quizás. Tiene preguntas tan variadas como: ¿Hojeas horarios de trenes, directorios o diccionarios solo por placer?, ¿con frecuencia te encuentras yendo en todas las direcciones al mismo tiempo?, ¿te causaría mucha preocupación la idea de empezar todo de nuevo? Lo hago, respondo las preguntas.

 

Voy más adentro

hacia mis áreas problemáticas;

hacia eso que

no me (te)

perdona

(la productividad)

(d) el

capital.

 

Test de personalidad «Análisis de Capacidad Oxford (OCA).

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—Después de leer tu test te vamos a recomendar una terapia —me informa J.—. Scientology es una filosofía práctica. Como te dije, tenés la terapia, pero también hay cursos y una auditación, que es algo que va más allá del psicoanálisis, y en donde de manera definitiva se pueden remediar los efectos o consecuencias de los incidentes dolorosos que uno haya experimentado. Ron concibió el origen de la irracionalidad y de las personas que no pueden sobreponerse a las situaciones en que sufren tristeza constantemente. En tu caso, te recomendamos que sigas terapia de autoanálisis, que es lo mínimo que se te puede vender. Con la adquisición de cualquiera de los libros de la línea de la mente, que son cinco, llevas una terapia gratuita. Hay terapia de 30, de 40 minutos, de 2 horas. Primero hay que llevarte a un punto emocional donde lo posterior te va a funcionar.

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Aclaremos lo del Engrama antes de continuar con el buen Ron. Del griego Eggrama, que traduciría inscripción. Para la cienciología se trata de cuadros de imagen mental, traumas pasados y asociados a alguna sensación y que activamos por influencia de esta última. Nuestro hombre en las estrellas no escribió ciencia ficción por gusto sino porque podía venderla. Era hijo de un soldado de la armada y amaba los barcos, no tanto las naves espaciales; fundó en 1967 la Organización del Mar (descrita por la misma cienciología como “orden fraternal religiosa, compuesta por los miembros más dedicados de la iglesia”). La iglesia, entera, está bajo el control de los miembros de la organización. Sobre esto se dicen varias cosas. Que la organización está inspirada en los soldados que capturaron a Xenu, los Oficiales Leales, y lo encerraron en la prisión de la que aún no ha salido; que fue pensada como estrategia para eludir la evasión de impuestos y otros problemas legales a los que Hubbard y su gente podían escapar viviendo en altamar o de puerto en puerto. El sucesor de Hubbard, David Miscavige, es el actual líder de la iglesia y, por ende, capitán de la Organización del Mar.

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Dormí bien o eso creo, es debatible; comí bien, eso es seguro. Ni drogas ni licor, no por lo menos en las últimas veinticuatro horas y eso es lo importante, es el trato. Pago el equivalente a unos 18 dólares por cinco horas de auditación y vengo sobrio; la iglesia toma en serio mis respuestas y se compromete a hacer de mí alguien más operativo y funcional, a escudriñar mis recuerdos, a desenredar mi thetán corporal entre mis engramas. F., el auditor, me quiere atento y despierto. Lo sigo, la iglesia es una casa grande, con muchas puertas y pasillos estrechos. Tras varias puertas veo gente estudiando algún curso y a otros, oficinistas, tecleando. Que el ambiente allí es kafkiano es un lugar común que no mencionaría nunca.

Fotos de L.R.Hubbard en cada salón. El-Ron (ya que estoy dentro, quiero nombrarlo así) con su gorra de marinero, El-Ron con su traje de paño, El-Ron con su mano izquierda bajo el mentón. Una foto suya siempre, desde el lobby, en la planta baja y donde se dictan las conferencias abiertas al público los días miércoles a las 6:30 p.m., hasta el tercer piso, donde se ubican los salones de auditación. Allí hay una foto de El-Ron sentado frente a su máquina de escribir, pero mirando a cámara.

Xenu
Entrada de la iglesia de la Cienciología en la calle Ayacucho, Buenos Aires Capital. Foto/Andrés Arroyave

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Xenu, anticipando el golpe que sentía tras la nuca aceleró su plan. Embriagó a millones de los habitantes de la confederación galáctica y los secuestró; los transportó en aviones y los trajo hasta la Tierra, antes Teegeeack. Los acomodó en los alrededores de las bases de nuestros volcanes y los candelió a bombazos.

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En su texto, La paradoja de Xenu: la ficción de L.R.Hubbard y la creación de la cienciología, el biógrafo Alec Nevala-Lee, dice lo siguiente: “Si a Hubbard no le gustó el género y lo escribió principalmente por el dinero, es más difícil descartarlo, como hacen muchos de sus críticos, como un escritor de ciencia ficción que se dejó llevar por su propia imaginación. Sería más exacto decir que fue al revés. Hubbard produjo ciencia ficción para satisfacer las demandas de sus editores, y construyó una religión a su alrededor porque atrajo a su círculo inicial de seguidores, muchos de los cuales eran fanáticos que habían encontrado su trabajo por primera vez en revistas como Astounding. Él no eligió a sus discípulos; ellos lo eligieron. Y les dijo lo que querían escuchar hasta que se transformó en el proceso”.

De la idea (tan gringa) del escritor como fábrica, de la que se derivan la del escritorio como sede y la de la máquina (hoy computador) como equipamiento, se desprenden un par de cosas. Estas son parte de una misma filosofía de la producción literaria. El-Ron realizó ecuaciones sobre la rentabilidad de la cantidad de sus palabras escritas y así descubrió, por ejemplo, que escribir relatos sobre detectives le daría más dinero que escribir sobre aventuras exóticas. Esta misma ética atraviesa su iglesia; la cienciología solo pudo haber nacido en Estados Unidos y crecido en un contexto como el de las religiones de la New age de la segunda mitad del siglo pasado. El fin del ser humano ya no está en la promesa de la salvación o en una nueva vida en otro escenario; está aquí, en la tierra, con el libre desarrollo del mercado y de un individuo capaz de participar y de dominarlo. Un individuo asertivo, que sabe comunicarse y con la seguridad que tiene un CEO al hablar. En otra vía, Scientology es un coaching que te forma en ello, en el éxito material del mundo que vivimos. Creer que sus feligreses son una secta de loquitos desvía un poco la lectura sobre las formas de vida actuales y los mecanismos de ataque y defensa en el capitalismo moderno.

Barco «Freewinds», perteneciente a la iglesia de la Cienciología. Foto/Shutterstock

Ahora bien, aunque la idea de la Tierra como prisión no es tan original, ya que tiene sus modulaciones en muchas religiones y corpus de creencias, la propuesta de verla como una especie de campo de concentración y exterminio es algo, por lo menos, interesante en los términos de la narrativa de ciencia ficción. El-Ron dice tener esta visión en 1952, cuando estaba probando la dianética consigo mismo, auditándose por muchas horas. Recordar nuestra condición de presos se convierte en un mandamiento esencial; recordar nuestras vidas pasadas, el camino que comienza con dianética. Descubrir el origen de los thetanes corporales y su tránsito a la Tierra le implicó, según El-Ron, la rotura de un brazo, un daño en la espalda y una rodilla.

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No repetiré que el saloncito es un lugar kafkiano aunque quiera hacerlo, aunque sueñe con cruzar una puerta para encontrar el secreto místico que esconde toda burocracia; aunque crea que cualquier escritorio es un altar en potencia.

En el centro el escritorio y la silla del auditor, enfrente un sofá de una plaza, más cómodo.

F. lleva puesto un pullover de esos que parece que te dan comezón ajena. Siempre termina cualquier frase, pregunta o comentario con un gracias.

—¿Creés en esto que vamos a comenzar?

—Por supuesto.

—Gracias.

—¿El test de personalidad lo hiciste a conciencia?.

—Supongo que por eso salió tan mal.

—Gracias.

Lo que pasa en días siguientes tiene el tempo de un mantra que comienza con una pregunta y un recuerdo asociado. El primer recuerdo suele ser el de un pasado cercano. Se pasa a la siguiente pregunta cuando el recuerdo ha agotado su imagen más antigua. Mi camino hacia la claridad comienza como el de cualquier iniciado, respondiendo a mi auditor lo que a él le dicta la Lista 1 de Incidentes Generales del libro Autoanálisis, publicado en 1951 y que sigue a Dianética. Según J., dianética viene del griego día (a través) y del nous (razón o mente). Dianética es un viaje a través de la mente, un recorrido por nuestra línea temporal de esos cuadros mentales que llevamos como cargas. Scientology es lo que sigue, una elevación en el nivel de las capacidades propias.

F. lleva puesto un pullover de esos que parece que te dan comezón ajena. Siempre termina cualquier frase, pregunta o comentario con un «gracias».

Esto último no lo oigo por J, sino por Christian, emprendedor, además de trader de criptomonedas, para quien los recuerdos o cuadros de imagen son como un programa. Lo conozco en uno de los encuentros de los miércoles.

—El programa se desglosa en la terapia. Uno tiene el patrón, por ejemplo, del hombre promiscuo y mujeriego. Cuando hace la terapia seguramente va al recuerdo de cuando estaba con los amigos y el capo era el que tenía más chicas, ese era el más poronga. Entonces me quedó todo eso a mí, viste, en la cabeza. Si no lo hacía, no era el mejor. Cuando vos lo analizás, es que es un patrón de cómo estás programado y entonces lo comprendés. No desaparece, pero entendés que no tiene porqué volverse un patrón de conducta —me aclara Christian.

—¿Y de Xenu, qué pensás?

—Amigo, en la NASA ya están por aceptar que hay vida en otros planetas. Vamos a ver si la Argentina sobrevive para verlos.

—¿Pero creés realmente en la historia de Xenu?

—La verdad que no sé. Ahora estoy tomando un curso para concentrarme más en el trabajo. Lo más importante de Scientology es que es una filosofía práctica.

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“A mí me han preguntado sobre extraterrestres y comandantes intergalácticos que poblaron la Tierra y otras historias. No son parte de nuestro credo, aunque si alguien las cree, eso no le impide ser cienciólogo. También hay católicos que creen en la vida extraterrestre”, dijo en 2015 Jonathan Rico, vocero oficial de Scientology Internacional para América Latina, a un medio colombiano.

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Dianética, como religión por sí misma, iba a desmoronarse. A principios de los cincuenta, El-Ron reuniría a más de cinco mil personas en un auditorio de Los Ángeles, California. Presentaría a una mujer en estado clear, de apellido Bianca y quien se supone tendría una total conciencia de sus recuerdos y vidas pasadas. Pero la mujer no pudo ni recordar el color de la corbata de El-Ron, después de que éste se volteara de espaldas y se lo preguntara. Problemas financieros y un divorcio en el medio —una denuncia de su segunda esposa, la ocultista Sara Northrup, quien lo acusó de golpearla e incitarla al suicido— terminarían de hundir a Dianética. Aunque hundir es un término exagerado, porque Dianética no se hundió, sino que se transformó en eso que antecede a Scientology, y que se fundaría en la capacidad y la ruta para controlar los thetanes.

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Las imágenes y recuerdos de la auditación son muchos. Van desde la humedad molesta que sentí con mi primer beso, hasta verme huyendo de los abusones en mi escuela y de los policías en una calle en llamas. Pero quiero rescatar la imagen recurrente de una caída, cifrada en preguntas y días diferentes.

Edificio de la iglesia de la Cienciología en Los Angeles, California. Foto/Shutterstock

En el intermedio, sin embargo, ocurre que un día llego cansado y con malestar general. F., como si leyera mi mente, me pide que salgamos y vayamos a otro cuarto.

Abre una puerta, entramos. Dentro, una camilla de masajes.

—Acostate ahí, boca abajo, por favor. Te voy a pedir que mantengas los ojos cerrados hasta que este proceso termine. Lo que voy a hacer se llama ayuda para los nervios. Ayuda a que el cuerpo se recupere rápidamente —dice F., que pasa sus manos en rondas de a dos. Primero por mi cuello, después por mi torso, siguiendo en mis brazos y finalizando en mis piernas—. ¿Podés voltearte boca arriba? Recordá que debés tener los ojos cerrados. Gracias.

Son cuarenta minutos de un cuerpo tenso y de otro que lo masajea como escurriendo ropa. Muevo mi brazo izquierdo para evitar el roce corporal con F.

Para cuando estoy de nuevo en la calle los síntomas de la gripe son una realidad carnal; la fiebre y los escalofríos, la jaqueca y la tos. Esa noche duermo temprano. Entre dormido y despierto, en mi delirio febril, veo a quien creo que es Petete, líder de Anonymous Argentina de la década pasada, con su máscara de Guy Fawker. Lo estoy soñando; solo imagen, cero narrativa. No puedo contactarlo para preguntarle por los incidentes del 2012, cuando el grupo de activistas protestó en la sede de la calle Ayacucho 1050, tildando a la iglesia de secta pedófila y a su director, Gustavo Libardi, de camaleón político. A Petete también le preguntaría por esos cursos antidrogas que la iglesia impartió en 2013, auspiciados con dinero público por el gobierno de Mauricio Macri. Pero Petete es difícil de encontrar, alguien que se reunió con él por aquellos años me dice en días siguientes que no tiene noticias suyas desde hace mucho.

En su blog anonymousargentina.blogspot, la organización ha recopilado material contra la cienciología y sus prácticas: cámaras infiltradas, textos y audiovisuales sobre la iglesia y sus espías. En la protesta de Anonymous en 2012 en calle Ayacucho, alguien sale de la iglesia y golpea a los hackers, se arma el mierdero. Este incidente es relatado en Mucho más que comer placenta, texto de Nicolás Viotti y Diego Geddes, para revista Anfibia. Allí también se habla de cómo Petete, líder de Anonymous, cree que Gustavo Libardi es también “el director de la Oficina de Asuntos Especiales”, una especie de “CIA” dentro de la Cienciología.

***

Volvamos a Xenu. En los tiempos del dictador galáctico había estaciones de implantes para el R6. Eso que Jung llama inconsciente colectivo y arquetipos, son vistos por El-Ron como la manifestación del R6 y resolverlo implicaría morir por neumonía. En esta lucha para aclarar el thetán y para ser uno con él y comprender su naturaleza eterna y divina, está cifrada la lucha que llevaría El-Ron a continuar con su exploración, pero desligado de su cuerpo material que se había convertido en un lastre para su trabajo. Es lo que da a entender David Miscavige en su primera aparición pública, en 1986, justo en los días posteriores a la muerte de Hubbard. La filmación del evento, realizado en el teatro de Hollywood Palladium, puede encontrarse en Youtube escribiendo L. Ron Hubbard Death Event. El inicio de la ceremonia sobrecoge por la música de su inicio, similar a la banda sonora de una película épica (que recuerda a la banda sonora de la clásica de El planeta de los simios) y por sus coros extraños. Todos ellos elementos de una ópera espacial del realismo.

En su blog anonymousargentina.blogspot, la organización ha recopilado material contra la cienciología y sus prácticas: cámaras infiltradas, textos y audiovisuales sobre la iglesia y sus espías.

***

Brotaron las almas de aquellos seres después de los bombazos. Fueron atrapadas por ondas estacionarias y obligadas a ver una larga película de seis días. Se les implantaron esos primeros recuerdos humanos (el implante R6), quizá las ideas platónicas y el mito compartido del diluvio universal; quizá Dios y el Diablo o el bien y el mal, los principios primeros, fundamentos de cualquier religión; quizá los arquetipos de un dios padre y una madre tierra.

***

No me queda más que correr tras la pelota que comencé a patear días atrás. Me ha costado cuatro días reconocer la imagen de mi primera vez cayendo.

Esto es una auditoría (pero yo no puedo ver lo que marca el e-metro):

—¿Podés recordar una ocasión en la que condujiste rápido? —pregunta F.

—En enero del 2020.

—¿Qué conducías?

—La bicicleta. Llegué al río, tomé un jugo de naranja y después bajé de la montaña.

—¿Estás percibiendo la bicicleta, cómo vas con el cuerpo?

—Liberado, bajaba y vi unos pavos reales. Se me hizo curioso y frené, les tomé fotos y me volví a subir y ahí noté que me dolían las muñecas. Usaba guantes y me los quité para tomar las fotos y no me los puse de nuevo. Como no tenía guantes, las muñecas me temblaban en el camino de ripio.

—¿Y qué sucede?

—Me veo bajando rápido y pierdo el control… veo el momento en que me digo que me volví mierda.

—Entonces bajas y pierdes el control de la bicicleta.

—Sí, me caigo, salgo torpedeado, al lado de la montaña, por suerte al lado opuesto del barranco

—¿Qué vista obtuviste en el recuerdo?

—Cayendo, veo el momento en que me voy a caer.

—¿Podés recordar una ocasión en que te gustó la vida?

—Sí, yendo a un volcán en el 2021, con mi hermana.

—¿Y antes?

—Yendo a un pueblo en el Pacífico.

—¿Y qué posición tenés en el recuerdo?

—Tensionado, agarrado del asiento, a una tabla de madera.

—¿Y por qué?

—El movimiento del mar te hace brincar y tuve miedo de caer al océano.

—Tenés miedo de caer, ¿te diste cuenta?, ¿podrías recordar la primera vez que te gustó la vida?

—Las primeras vacaciones con mi abuela paterna.

—¿Cuántos años tenés?

—Cinco o seis años.

—¿Qué vista tenés?

—Una vez estaba con un primo. En el patio de la casa había unas escaleras que daban a una terraza. Estábamos jugando y comenzamos a correr porque escuchamos que abrían la puerta y no podíamos estar en la terraza. Corrimos, no sé si me tropecé pero me fui gradas abajo.

Y ahí está, la imagen, después la secuencia. La terraza en la vieja casa de la abuelita Flor. Ruedo sobre el eje X de mi cuerpo de niño. Me detiene el lavador de traperos, su agua estancada. La sensación es viscosa y tibia, pero es algo que no le digo a F. Mi mente, escéptica el primer día, confiesa que desea continuar. Si Hubbard lo soñó a Xenu no importa, si soy el producto de un antiguo holocausto alienígena, tampoco.

Pero la auditación termina y F. me dice cómo podría continuar.

—Entiendo tu situación económica. Tenés las habilidades, pero no encontrás la forma de resetear tu CPU. Hay algo que se llama curso de cómo tener confianza en sí mismo. Tu mente analítica está llena de bosta que no te das cuenta que está allí.

—Las personas que llegan a clear, ¿cuántas sesiones se toman?

—Es relativo, depende de la persona, del tiempo, de lo que hagan. En tu caso, veo una serie de interrupciones y del mal que, conscientemente, te han querido hacer, ¿es real para ti eso?

—Tiene sentido, son cosas que pueden pasar a cualquiera.

—¿Comés asado?

—Sí, la carne me gusta mucho.

—Bien ahí, sos de los míos. Mirá, para comer el próximo asado, no podemos hacerlo sobre la mugre del asado anterior. Tenemos que limpiar la parrilla porque tiene grasa, orines de rata, en fin. Lo que va a hacer esto es limpiar tu parrilla para que tu próximo asado no sepa a gusto viejo, para que comas disfrutándolo, con la conciencia acá —F. se lleva el dedo índice a la sien—, ¿Hecho?

—Sí, entiendo.

—Hemos terminado, gracias.

***

Las almas alienígenas fueron liberadas después de la película. Vagaron por la tierra, olvidaron su naturaleza divina. Se pegaron a los primeros humanos y dieron origen a los thetanes corporales. Nuestros males y miedos, eso preclear que somos todos, tienen su génesis en aquel quilombo atómico.

***

Los días siguientes al fin de mi auditación recibo varios mensajes de J. Me ofrece el curso de Confianza en sí mismo. Le respondo que en la caótica economía argentina, un nuevo gasto en la iglesia es un lujo innecesario. J., me envía un link a la página web de Scientology donde se albergan varios cursos gratis: dinámicas de la existencia, componentes de la comprensión, soluciones para un entorno peligroso, entre muchos más. Al día siguiente me envía otro mensaje:

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Pienso que no quiero más y quizá debería buscar una parroquia cercana para confesarme. Pero también en algo que F., me dijo cuando me auditaba, y es que yo mismo podría llegar a ser auditor. Imagino varias formas de decir si llaman a ofrecerme una oferta de trabajo.

 


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