estafador colombiano
Ilustraciones: Relatto

“Le dijo al agente Floriani que se llamaba Jordi Ejarque-Rodríguez y que era un ciudadano estadounidense”

 

Nada bueno se conoció de Juan Carlos durante los últimos días de septiembre de 2009. De repente su nombre había vuelto a figurar en artículos de prensa y en despachos de agencias de noticias tras dos años que de él no se escribiera una sola línea. Esa vez, en cambio, la noticia corrió con profusión. La misma daba cuenta de un arresto del que había sido objeto en Vermont, en el noreste Estados Unidos, luego de que cruzara la frontera proveniente de Canadá. El incidente había sucedido el 21 de septiembre de aquel año, pero la prensa sólo llegó a publicar el mismo alrededor de una semana después.

La noticia causó gran revuelo porque según los policías que participaron en la diligencia Juan Carlos se presentó ante ellos con otro nombre, lo que se interpreta como engaño a la autoridad, pero, particularmente, porque el reingreso a Estados Unidos —cuya administración le tiene prohibido pisar su suelo— significaba la violación del Código de Justicia de ese país. Dicho de otro modo, su regreso a territorio estadounidense sin ninguna autorización se trataba de un delito de tipo federal por el que podía pasar hasta una década en prisión.

Según testimonió tiempo después el propio Juan Carlos, aquella situación no terminó ahí. Mencionó que su nombre fue incluido en una lista de terroristas luego de que su entrada al país dejó en el aire la presunción de haberlo hecho con el propósito de cometer algún tipo de atentado.

La noticia de su arresto tomó por sorpresa al ex policía Jairo Lozano, quien lo albergó en su casa de Miami cuando llegó como polizón en 1993, siendo sólo un adolescente. Lozano mencionó que desde hacía muchos años no sabía nada de Juan Carlos.

De acuerdo con Jairo Lozano:

“Volví a saber de él por la prensa, pero fue un amigo quien me avisó que lo habían capturado en la frontera entre Canadá y Estados Unidos. Sólo hasta entonces vine a darme cuenta de que sus enredos lo habían llevado a ser catalogado como uno de los estafadores más buscados en el mundo. La noticia me impresionó. Me hizo recordar la última vez que lo vi en persona. Ocurrió en Miami, en el año noventa y cuatro, aproximadamente.

“Esa vez, mientras yo rondaba en la patrulla por un área de la 32 Avenida y Coral Way —cerca de la casa en la que vivía con Bertha y los niños—, alcancé a distinguir a Juan Carlos a la distancia. Venía frente a mí, pero apenas me distinguió volteó la mirada hacia otra parte. Yo pasé de largo en la patrulla, pero cuando quise regresar y dar la vuelta para alcanzarlo, había desaparecido. En ese momento caí en la cuenta de que los niños estaban solos en casa y que él podía tener una copia de la llave. No pensaba que Juan Carlos fuera a tener malas intenciones con nosotros. Francamente ni siquiera pensaba que quisiera entrar en nuestra casa, más aún después de todo lo que hicimos por él, pero lo mejor era no confiarse. Llamé a los niños y les dije que si sentían algo extraño me llamaran a la estación o marcaran al 911. Por fortuna nunca ocurrió nada. Desde entonces nunca más llegué a cruzarme con Juan Carlos en la vida”.

***

Cuando nadie lo esperaba y como si se tratara de una polilla, Juan Carlos había volado hacia la vela hasta resultar quemado por el fuego. En esa metáfora se resume su decisión de haber pasado de Canadá a Estados Unidos y ser arrestado. Poco después de su detención en Vermont fue presentado en la Corte y encerrado en una celda mientras esperaba que comenzara su juicio.

Aquella era la oportunidad que las autoridades de Nevada habían aguardado durante varios años para poder pedirlo en extradición. Cuando el ex detective Kirk Sullivan se enteró de la noticia se refirió a ella como “un asunto sumamente delicado” para Juan Carlos. Dijo que se trataba de un hecho reincidente después de que aquel había sido deportado en otras ocasiones del país, lo cual agravaba las cosas. “En este caso —dijo Sullivan— la norma se aplica como en el béisbol: three strikes, strikeout1, y las cosas se tornan mucho más espinosas de lo que uno pudiera pensar”.

De la noche a la mañana la prensa comenzó a hacer eco del arresto de Juan Carlos y su vida criminal a ser objeto de una intensa exposición mediática. Entonces su nombre volvió a estar en boca de los periodistas en medio mundo, incluso más de lo que nunca antes lo había estado.

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Cuando Juan Carlos Guzmán Betancur fue capturado en la frontera entre Canadá y Estados Unidos su vida criminal comenzó a ser objeto de un enorme interés para los medios de comunicación.

De una entrevista que la CBC Radio, de Canadá, le hizo al ex detective Kirk Sullivan luego de que se supo de la captura de Juan Carlos Guzmán Betancur2:

LOCUTOR: (…) Y para hablarnos más sobre Guzmán Betancourt tenemos en línea al ex detective de Las Vegas Kirk Sullivan. ¿Qué tal Kirk?

KIRK SULLIVAN: Hola, ¿qué tal?

LOCUTOR: Cuéntenos, Kirk, ¿qué pensó luego de enterarse de que este hombre fue capturado hace pocos días en Vermont?

KIRK SULLIVAN: Bueno… Me alegra mucho saber que lo han detenido, ya que ha perjudicado a mucha gente. Ha afectado a una cantidad inimaginable de personas y ha sido un completo arrogante. Así que me da mucho gusto saber que lo han atrapado.

LOCUTOR: (…) Lo que usted nos cuenta es sin duda una historia apasionante (…). Tengo entendido que usted ya no está en la policía de Las Vegas pero que persiguió a Guzmán Betancur por mucho tiempo, ¿no es verdad?

KIRK SULLIVAN: Así es.

LOCUTOR: ¿Y ahora que ya está retirado qué piensa del caso? ¿Por qué le llamó tanto la atención?

KIRK SULLIVAN: (…) He tenido su expediente en mi escritorio desde el 2003. Me retiré de la policía de Las Vegas en el 2007, pero aún en mi lugar de retiro, aquí, en mi oficina casera, en Campbellsville, Kentucky, lo tengo frente a mí para recordarlo y comentarlo con la gente que -como usted- aún me pregunta por él. ¿Que por qué me gusta el caso? Odio decir esto, pero es por la sensación que me genera. Creo que la última vez que se escuchó de un caso así fue con la historia (del estafador Frank William Abagnale Jr.) de la película ‘Catch me if you can’3. Casos así se vuelven icónicos.

LOCUTOR: (…) Buena parte de sus robos -sino todos- han sido posibles porque el tipo es todo un ‘gentleman’. Parece que usa trajes finos y todo eso, ¿no? ¿Qué nos puede decir de eso Kirk? ¿Es verdad todo lo que se cuenta de él?

KIRK SULLIVAN: (…) Muchos dicen que es encantador, pero nunca lo creí así. Sabe hablar bien, se viste bien y tiene facilidad para flirtear, pero no veo ningún encanto en ello. Solía ir a restaurantes con relojes Rolex robados sólo para dárselos como propina a los meseros y hacerlos sentir felices. Posiblemente creían que era un donjuan (…).

LOCUTOR: Usted estuvo detrás de él por mucho tiempo. En su opinión, ¿qué lo diferencia a él de otros ladrones?

KIRK SULLIVAN: (…) Es el ladrón más ordenado con el que debí lidiar en mi carrera. Algunos cometen delitos, pero después de un tiempo se arrepienten, recapacitan sobre ellos y se rehabilitan. Este no es el caso de Betancur. Parece un antisocial cuya mente delictiva no deja de maquinar cosas. (…). Tiene una extrema habilidad para la mentira.

LOCUTOR: Es un hombre verdaderamente admirable, ¿no cree?

KIRK SULLIVAN: No lo admiro para nada, pero resalto el hecho de que le guste -como a mí- aprender a hablar y escribir varios idiomas. Lo que lo distingue de mí es el propósito para el cual los aprende.

Creo que la última vez que se escuchó de un caso así fue con la historia (del estafador Frank William Abagnale Jr.) de la película ‘Catch me if you can’. Casos así se vuelven icónicos.

***

De un extracto de un cable de noticias de la agencia española EFE:

Las autoridades de EE.UU. detienen a un conocido ladrón y timador colombiano

Nueva York, 30 sep (EFE).- Las autorides estadounidenses detuvieron en el estado de Vermont a Juan Carlos Guzmán Betancourt4, un conocido ladrón y timador colombiano al que reclaman en Canadá, Japón, México, Rusia y Tailandia5, informaron hoy medios locales.

Guzmán, de 33 años, se encontraba cerca de la frontera canadiense el pasado 21 de septiembre cuando levantó las sospechas de un guarda fronterizo estadounidense, ante el que se identificó con un pasaporte español con el nombre de Jordi Ejarque Rodríguez y en el que había sellos de Turquía, Jordania, Egipto y Omán, entre otros.

Antes de su detención se procedió al análisis de sus huellas dactilares, que lo identificó como el colombiano Juan Carlos Guzmán Betancourt, un delincuente buscado en numerosos países y a quien se reclama también en el estado de Nevada, donde tiene una causa pendiente por robo.

Guzmán, quien ha robado “joyas, prendas de ropa y dinero en efectivo por valor de cientos de miles de dólares de hoteles lujosos de alrededor del mundo”, según explicó hoy el diario New York Post, ya se identificó como ciudadano español con anterioridad, al ser detenido en 2005 en Irlanda.

(…)

El New York Post compara a Guzmán con el estafador estadounidense Frank William Abagnale Jr., quien inspiró la cinta “Atrápame si puedes” (2002), de Steven Spielberg, y a quien dio vida en la gran pantalla el actor Leonardo DiCaprio.

(…)

Guzmán, por su parte, cuenta, según las autoridades citadas por la prensa local, con diez identidades falsas y se ha ganado la vida accediendo a habitaciones de hoteles de clase alta y vaciando sus cajas de seguridad.

“Se trata de un consumado mentiroso, que es convincente, creíble y muy profesional”, dijo el detective británico que lo detuvo en 2004, Andy Swindells, en declaraciones que recoge hoy el New York Post, en cuyas páginas se destaca la capacidad del colombiano para evitar enfrentarse a la Justicia”.

***

La versión publicada por la prensa daba cuenta de que ‘Jordi’ había llegado a Derby Line, una pequeña villa en el estado de Vermont, en Estados Unidos, proveniente de Stanstead, en la provincia de Quebec, en Canadá. La historia que circulaba era que para llegar allí utilizó una vía conocida como Church Street, en la que sólo una franja blanca pintada en el suelo delimita el territorio.

Aquello puede parecer absurdo, pero es de ese modo como funciona desde hace décadas. Mientras de un lado se lee “USA”, medio metro más allá se observa “Canadá”, y los letreros que prohiben la libre circulación de las personas están escritos tanto en inglés como en francés6. De hecho, del lado estadounidense la vía se denomina Church Street, y del canadiense, Rue Church7. Basta con pararse sobre la raya que está pintada en la vía para tener un pie en Estados Unidos y el otro, en Canadá, literalmente. No hay barricadas ni nada físico que restrinja el paso de la gente. La forma más común de control consiste en notificar a las autoridades de Inmigración de que se va a pasar por el sitio, de lo contrario atravesar de un país a otro es un delito.

El asunto, aunque parece descabellado, tiene su lógica. Obedece a un error de cálculo cometido por varios peritos en el siglo XVIII, cuando establecieron de manera inapropiada la frontera norte entre Estados Unidos y Canadá sobre el paralelo 45. El acuerdo, de hecho, se confirmó con la firma del tratado Webster-Ashburton en 1842. De tal forma que Derby Line, que fue constituida en 1779, quedó ‘partida’ por aquel paralelo.

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Guzmán Betancur fue capturado tras cruzar la línea fronteriza demarcada en el piso que separa una pequeña villa de Canadá del territorio estadounidense.

Tiempo después, cuando los geógrafos cayeron en cuenta del error, ya no había nada que pudieran hacer. Los límites entre ambos países estaban establecidos. La anécdota es bien conocida por los lugareños, algunos de los cuales tienen casas en las que la cocina queda en Estados Unidos y el comedor, en Canadá. En el lugar hay también un par de edificios públicos afectados por el error de cálculo. Uno de ellos es el de la Haskell Free Library and Opera House, en cuyo piso hay una línea pintada que la ‘divide’ entre ambos países, si bien es administrada por el gobierno estadounidense. El otro es una construcción no lejos de allí, cuya ala norte está ‘separada’ por el mencionado paralelo y a la cual los ciudadanos canadienses no pueden entrar sin antes informar a los aduaneros de Estados Unidos y a las autoridades de su país.

No son pocos los moradores del lugar que califican de ridículas las medidas de control implementadas por las autoridades. Algunos ni siquiera la cumplen. Dicen que con ella se pierde la libertad que alguna vez se tuvo a lo largo de la frontera y se fractura la fraternidad que hay entre las dos poblaciones. Ambas han compartido por generaciones a lo largo de doscientos años. La situación, incluso, ha propiciado altercados con los guardias fronterizos que patrullan el lugar. Por lo general, el asunto suele saldarse con un par de horas de detención en una estación de policía o con el pago de multas. La otra vez se supo de un sujeto que debió desembolsar mil dólares como sanción, luego de que decidió pasar de un país a otro sin previo aviso para comprar un refresco en un supermercado.

Quienes viven allí aseguran que las cosas no siempre fueron de ese modo. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 incidieron en la radicalización de las medidas de control. En sólo ocho años, a partir de esa fecha, las autoridades dieron cuenta de que el número de agentes en la frontera norte pasó de trescientos a unos mil ochocientos. Vermont cuenta con extensas áreas de montañas, lagos y prados de siega, lo que justificaría el incremento en el pie de fuerza. Las autoridades dicen que esas condiciones geográficas suelen ser propicias para los traficantes de drogas e inmigrantes ilegales, algunos de los cuales podrían tener intenciones de cometer actos terroristas.

Para prevenir el ingreso de ilegales por la zona, el gobierno de Vermont ha dispuesto de suficientes partidas presupuestarias en materia de seguridad. Ha instalado cientos de cámaras de video en el límite fronterizo y colocado sensores de movimiento en los árboles que hay en los bosques de la región. Sin embargo, patrullar el área suele ser el recurso más empleado por las autoridades. Las inspecciones de los guardias fronterizos se hacen particularmente desafiantes en invierno, cuando las temperaturas bajan a cero y los cazadores de ciervos pueden confundirlos con los animales.

En el caso de Guzmán Betancur, la versión oficial señalaba que había sido capturado por un agente de la patrulla fronteriza luego de que se emitió un aviso de alerta a todas las unidades, la cual advertía de la presencia de un hombre sospechoso a la altura de Church Street. El hecho fue registrado en una declaración jurada y firmada por el líder de agentes de la Patrulla Fronteriza en el área de Vermont, Peter Costas, quien envió la misma al magistrado John M. Conroy.

Costas había quedado tan impresionado por lo que encontró de Juan Carlos después de su arresto que se apresuró a redactar la declaración, la cual hizo llegar a Conroy sólo un par de horas después, en la tarde del 22 de septiembre de 2009. El documento describe el incidente obviando algunos detalles, según anotó el mismo Costas, quien relató que uno de sus agentes dio con el sospechoso en una tienda que hay en una gasolinera de la firma Irving8, en la Ruta 5 que une a Vermont con Quebec.

Costas había quedado tan impresionado por lo que encontró de Juan Carlos después de su arresto que se apresuró a redactar la declaración, la cual hizo llegar a Conroy sólo un par de horas después, en la tarde del 22 de septiembre de 2009.

Según aquel agente, Juan Carlos se identificó como un ciudadano neoyorquino y dijo estar en esa tienda a la espera de un taxi que lo llevara de regreso a Stanstead, donde su vehículo se había averiado, pero entonces un pequeño detalle que pasó por alto lo delató. El agente procedió a llevarlo a una comisaría, donde pudo comprobar que era un conocido impostor y que su nombre era muy diferente al que había dado hasta ese momento: Jordi Ejarque Rodríguez.

Como muestra la declaración jurada del oficial Peter Costas:

ESTADOS UNIDOS

DISTRITO DE LA CORTE DE VERMONT 2009 / SEP 22 / 1:12 P.M.

Juan Carlos Guzmán Betancourt, alias Jordi Ejarque-Rodríguez Caso No. 2:09-mj-78-1

Demandado

DENUNCIA PENAL

Yo, acusador en este caso, aseguro que lo siguiente es verdadero y digno de confianza. El día 09/21/2009 en el condado de Orleans, en el distrito de Vermont, el demandado violó el artículo 8 de la disposición 1326 (a) del Código de Justicia de los Estados Unidos, ofensa que se describe como: reingresar al país sin el consentimiento del Fiscal General de los Estados Unidos para su readmisión luego de haber recibido previamente la negación de admisión, deportación o exclusión del territorio9.

Esta denuncia criminal está basada en los siguientes hechos:

DECLARACIÓN JURADA DEL AGENTE PETER COSTAS

Yo, PETER COSTAS, bajo gravedad de juramento, declaro lo siguiente:

1. Soy un agente fronterizo que trabaja para el Departamento de Seguridad Nacional en el U.S. Border Patrol, con base en Newport, Vermont. He estado en la Patrulla Fronteriza desde hace más de doce años. Esta declaración está basada en el conocimiento personal que tengo del caso y en la información obtenida por parte de otros agentes que trabajan en la misma investigación, y no incluye todos los hechos conocidos por la policía sobre los eventos abajo descritos.

2. Esta declaración es ofrecida para demostrar que existe una probable causa para creer que Juan Carlos GUZMÁN-BETANCOURT (nacido el: 06/26/1976), alias Jordi Ejarque-Rodríguez, un extranjero, fue hallado en Derby Line, Vermont, después de que reingresó al país sin el consentimiento del Fiscal General de los Estados Unidos para su readmisión, luego de haber recibido previamente la negación de admisión, deportación o exclusión del territorio, lo que constituye una violación del artículo 8 de la disposición 1326 (a) del Código de Justicia de los Estados Unidos.

3. En la noche del 21 de septiembre de 2009, un agente de la Patrulla Fronteriza respondió a una llamada del Servicio de Aduanas avisando sobre la presencia de un individuo cerca de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, en Derby Line, Vermont, sospechoso de encontrarse ilegalmente dentro de los Estados Unidos.

4. El agente de la Patrulla Fronteriza encontró al individuo, de quien posteriormente se determinó que es GUZMÁN-BETANCOURT. El sujeto se encontraba en la estación de gasolina Irving, ubicada en la Ruta 5, muy cerca de la frontera entre Canadá y Estados Unidos, en Derby Line, Vermont. El agente se identificó como miembro de la Patrulla Fronteriza y, en inglés, le preguntó a GUZMÁN-BETANCOURT sobre su ciudadanía. GUZMÁN-BETANCOURT comprendió el idioma y procedió a responder las preguntas del agente en inglés.

5. GUZMÁN-BETANCOURT dijo que su nombre era Jordi Ejarque-Rodríguez, de Nueva York y, por consiguiente, ciudadano americano. Aseguró que había ingresado a Estados Unidos sin saberlo usando la Calle Church y caminó más allá del punto de entrada sin haber sido interrogado o inspeccionado. Aseguró también que su automóvil se había averiado en Stanstead, Quebec, Canadá, y que estaba esperando un taxi que lo recogiera y llevara de nuevo hasta su vehículo.

6. La Calle Church va de norte a sur y cruza la frontera Estados Unidos-Canadá en Derby Line, Vermont. En el punto donde la Calle Church cruza la frontera, tanto en el lado de Estados Unidos como en el de Canadá, hay avisos en inglés y en francés que indican a la gente que cruzar la frontera en ese punto está prohibido. Adicional a eso, en la calle hay una línea blanca pintada en la carretera que dice: USA, en el lado estadounidense, y Canadá, en el lado canadiense.

7. GUZMÁN-BETANCOURT fue puesto bajo arresto y llevado en una patrulla a la estación de la Policía Fronteriza en Newport para ser procesado. Luego de que se le leyeron los derechos Miranda10, GUZMÁN-BETANCOURT declinó responder las preguntas de los agentes.

8. Uno de los agentes descubrió en poder de GUZMÁN-BETANCOURT un pasaporte español emitido en Abu Dhabi con el nombre de Jordi Ejarque-Rodríguez. Los sellos en el pasaporte indican que ha estado en Turquía, Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Omán. El chequeo de antecedentes penales con el nombre de Jordi Ejarque-Rodríguez no arrojó ningún registro en la base de datos sobre inmigración y asuntos criminales.

9. A GUZMÁN-BETANCOURT le fueron tomadas sus huellas digitales. Éstas fueron enviadas a la base de datos IDENT11, que contiene -entre otras cosas- las impresiones digitales de todos aquellos individuos que han sido detenidos en Estados Unidos y en cualquier otro lugar por inmigración ilegal. Sus huellas digitales también fueron enviadas a IAFIS12, una base de datos del FBI que contiene, entre otros registros, las huellas de personas que previamente han sido arrestadas. Este cruce de información dio como resultado que el individuo responde al nombre de Juan Carlos GUZMÁN-BETANCOURT, un ciudadano de Colombia. El chequeo de información reveló, además, que GUZMÁN-BETANCOURT carece de permiso para entrar, atravesar o residir en los Estados Unidos. El registro también reveló lo siguiente: (i) GUZMÁN-BETANCOURT fue expulsado de los Estados Unidos el 8 de agosto de 1994 desde Miami, Florida, (ii) GUZMÁN-BETANCOURT fue expulsado de los Estados Unidos el 31 de julio de 1995 desde Miami, Florida, (iii) GUZMÁN-BETANCOURT fue expulsado de los Estados Unidos el 24 de octubre de 1997 desde San Juan, Puerto Rico.

10. Los registros también indicaron lo siguiente: (i) el 6 de junio de 1995 GUZMÁN-BETANCOURT fue declarado culpable tras dos acusaciones graves de robo y felonía en Arlington, Virginia, (ii) el 15 de abril de 1996 GUZMÁN-BETANCOURT fue condenado en el Estado de Florida por uso fraudulento de tarjetas de crédito y felonía, y (iii) en el 2000, GUZMÁN-BETANCOURT fue arrestado en el Estado de Nueva York y subsecuentemente declarado culpable de hurto en cuarto grado, por lo que fue sentenciado a nueve meses en prisión.

11. Los registros también indican que una orden de arresto fue emitida contra GUZMÁN-BETANCOURT el 19 de julio de 2006 en el Estado de Nevada por un cargo de robo con allanamiento de morada. La Patrulla Fronteriza contactó a las autoridades en Nevada, quienes corroboraron esta información y que la orden aún sigue en curso.

12. Basado en lo anterior, hay una probable causa para creer que GUZMÁN-BETANCOURT ha cometido crimen al reingresar al país después de ser expulsado, en violación al artículo 8 de la disposición 1326 (a) del Código de Justicia de Estados Unidos.

Fechado en Burlington, en el distrito de Vermont, el 22 de septiembre de 2009.

PETER COSTAS

Líder de agentes de la Patrulla Fronteriza

Patrulla Fronteriza de Estados Unidos

Jurada y suscrita ante mí el día 22 de septiembre de 2009

JOHN M. CONROY

Magistrado de Estados Unidos

Fecha: 09/22/2009

Ciudad y Estado: Burlington, Vermont.

***

En palabras de Juan Carlos Guzmán Betancur:

“Después de viajar por Oriente Medio decidí volver a América. Quise visitar a unos amigos que viven en Stratford, en la provincia de Quebec, en Canadá, así que viajé hasta allá. Son tres chavales estupendos que por ese entonces estudiaban en un college de la localidad. Ellos son de las pocas personas que en realidad saben todo en cuanto a mí. Me reuní con ellos al segundo día de haber llegado y al final de la tarde decidimos salir a dar vueltas por ahí. Tenían una camioneta Porsche Cayenne de color negro a la que fuimos a ponerle gasolina en una Irving gas station. Es la única gasolinera que existe en la zona, una típica estación americana, con una pequeña tienda de abarrotes y nada más. Para llegar allá es preciso pasar la frontera desde Stanstead, en Canadá, y adentrarse un par de metros en suelo estadounidense, en la villa de Derby Line, Vermont. Otras veces lo habíamos hecho y nunca nadie nos dijo nada.

“Después de poner gasolina entramos a la tal tienda por unas cosas y nos saludamos con la chica de la caja registradora. Todo el tiempo hablamos en francés. Damos unas vueltas en medio de las góndolas viendo qué comprar. Yo agarro un Gatorade y los chavales, unas cervezas y unas bolsas de frituras. Regresamos a la caja para cancelar, pero en esas hay un tipo pagando algo. Era un tipo bastante gordo y bajito que llevaba puesta una camisa a cuadros y unos vaqueros. Había dejado su camioneta aparcada afuera, una parecida a la de ‘Los Magníficos’13. De pronto uno de los chavales le pregunta algo a la chica, pero está tan ocupada con aquel sujeto que apenas puede responderle:

—Dame un segundo, ya te atiendo —le dice.

La detención de Guzmán Betancur fue realizada por un agente fronterizo respaldado por policías estatales de Vermont (EE.UU.), cuyo uniforme es similar al de la Policía Montada de Canadá, pero con otros colores.

“Mientras tanto nosotros seguimos con la charla, pero cuando el tío me escucha hablar se me queda viendo. Mi francés es más europeo que canadiense, así que seguramente eso llamó su atención. De todos modos no le presto mayor atención y continúo con lo mío. El sujeto termina de pagar lo suyo y se larga a toda prisa. Junto con los chavales sigo a la caja para cancelar lo nuestro, pero menos de un minuto después veo que una camioneta de la U.S. Border Patrol estaciona afuera, justo frente a la puerta de la tienda. Luego entran al lugar como cuatro policías estatales de Vermont, con sus clásicos pantalones verdes, camisa color caqui y sombreros similares a los de la Policía Montada de Canadá. Junto con ellos llega también un agente fronterizo, con su característico overol verde. La escena se me hace ligeramente extraña. No era lógico que tantos policías vinieran en un mismo vehículo, pero la verdad es que como estoy ocupado con los chicos haciendo el pago no observo si hay otras patrullas en el estacionamiento. Enseguida, el agente fronterizo se me queda viendo y me dice:

—¿Sabe que no puede estar de este lado de la frontera?

“Le respondo que no, que no tengo la menor idea. Entonces me advierte que estoy en territorio estadounidense sin autorización.

—Discúlpeme —le digo—. No tenía la menor idea de que tenía que pedir autorización.

“Enseguida los policías me rodean, pero es el agente fronterizo quien lleva la batuta. Me pide que los acompañe afuera. En ese momento mis amigos me preguntan qué pasa. Les digo que no se preocupen, que no he hecho nada malo y que legalmente no me pueden arrestar. Cuando pongo un pie en la acera me doy cuenta de que cada policía tiene su patrulla ahí estacionada. Todas eran camionetas tipo GMC, pintadas de verde y con una franja amarilla en los costados. Las habían aparcado a un lado de la tienda y por eso no pude verlas desde adentro.

“Uno de los policías les dice a mis amigos que se pueden ir, que lo que ocurre no es asunto de ellos. Así que los chicos obedecen, se suben a la Porsche y regresan al lado canadiense. La reacción de los chavales no me molestó en lo más mínimo. Era justo lo que habíamos acordado que debían hacer en esos casos: alejarse de cualquier problema y negar que me conocían. Así que me quedo allí solo con esos policías y con el agente fronterizo, que me pregunta cuál es mi nombre, le digo que Jordi Ejarque Rodríguez.

—¿De dónde es? —me interpela.

—De Nueva York —le respondo.

—Para estar de este lado de la frontera primero tiene que sellar su pasaporte en el checkpoint que hay al frente —me muestra señalando el sitio, uno que hay cruzando la calle.

—No lo sabía —le digo.

—El desconocimiento de las normas no lo exime de su cumplimiento —replica.

“¡Vaya capullo! La verdad es que sí conocía de aquel trámite, pero me daba igual. Ya se sabe que tengo prohibido entrar a Estados Unidos. Aún y así estuviera libre de restricciones, no pensaba perder mi tiempo haciendo sellar un estúpido pasaporte. Nadie por allí acata esa jodida norma, menos aún iba a cumplirla yo. Ninguno de los moradores informa de nada para cruzar de un lado a otro. Prefieren que los multen por hacerlo, pero al final los policías ni se meten con ellos. Aquel sitio es un pueblecillo muy pequeño y tranquilo. Todo mundo se conoce, así que saben quién es forastero y quién no. Y en mi caso, era evidente que era un extraño.

“Aparte de la gasolinera en la que estábamos no hay mucho más por ahí. Todo es limitado: un solo médico, un solo mecánico, una sola heladería y, en ese entonces, una sola tienda de video. Nada más. De resto sólo te encuentras iglesias cada diez metros. El lugar está rodeado de calles muy pequeñas y de mucha vegetación, pero uno de los pasos más frecuentados es Church Street. Así que era lógico que tenía que pasar por allí para llegar a la gasolinera. Los canadienses estacionan en ese lugar, compran lo que tienen que comprar, ponen gasolina en sus coches y regresan a su país sin ningún lío. Eso mismo era lo que yo tenía presupuestado hacer. Pensaba regresar a Canadá inmediatamente, así que no me interesaba para nada adentrarme más en Estados Unidos.

“Recuerdo que el agente fronterizo que me interrogaba tenía un apellido italiano, como Marini o algo así. Mientras me habla, uno de los policías empieza a requisarme. A mi parecer el cabrón no tenía siquiera derecho a tocarme, pero se toma el trabajo en serio. Va tocando cada uno de mis bolsillos hasta que da con uno en el que tengo el pasaporte. Era un documento español a nombre de Jordi Ejarque Rodríguez, uno real. Me refiero a que no era robado ni adulterado. Los pasaportes españoles tienen lo que se denomina una foto fantasma. Es una imagen de seguridad que ponen justo detrás de la información principal, así que simplemente no se pueden falsificar. Si alguien ha logrado adulterar con éxito un pasaporte de esos que me lo diga, porque tiene que ser Cristo. Lo juro. Estoy dispuesto a besarle los pies, ya que es imposible cambiar esa foto.

“Aquel pasaporte lo había sacado hacía un par de años en España, pero un buen día lo reviso y me doy cuenta de que está próximo a vencer. Me encontraba en Abu Dhabi cuando eso. Así que simplemente me saco una foto y voy al consulado para renovarlo. Se demoran a lo sumo tres días en entregarlo y no te preguntan mayor cosa. Sucede igual en casi todos los países. Después de renovarlo viajé con ese pasaporte por Turquía, Jordania, Bahrein, Belgrado… Anduve por una buena cantidad de lugares con ese documento. En la carátula se leía claramente en castellano: España. Así que este policía lo encuentra en mi bolsillo mientras me requisa. Lo abre, ve que fue emitido en Abu Dhabi y le va soltando a los demás:

—Este pasaporte es de Egipto.

“¡Joder! ¡Qué tío más ignorante, madre mía! No me puedo aguantar las ganas de corregirlo, así que le voy diciendo:

—No es de Egipto, es de España.

“Pero el muy cabrón se envalentona y me empuja fuerte contra una de sus camionetas.

—¡A mí no me diga que soy idiota! —me grita.

“Mientras siguen revisándome le echo cabeza a la situación. Otro en mi lugar se habría dado la mañana de escabullirse y pasarse al otro lado de la frontera. ¡Estaba sólo a dos metros de Canadá! Pero tampoco la tenía tan fácil. Estaba rodeado de policías armados, y en Estados Unidos ellos primero disparan y después preguntan. Así que no valía la pena el riesgo.

“Luego Marini me dice que debo ir con él. Es un tipo decente, francamente hablando. Ni siquiera me pone esposas. Me pide que suba a la camioneta y lo acompañe a la estación de U.S. Border Patrol en Newport para revisar mi pasaporte. Aquel sitio queda como a cinco minutos de donde estábamos. Me dice que sólo revisará el documento y que si todo está bien me traerá de vuelta. No me queda de otra. Así que subo a su patrulla, en el asiento de atrás, mientras los policías estatales retoman su camino. Como no hay malla de acero ni ningún cristal que nos separe dentro del vehículo, antes de poner en marcha el motor Marini me observa por el espejo y me pregunta si tengo pensado hacerle daño. Se trata de un procedimiento de ley, algo ridículo en todo caso. Si a mí o a cualquier loco se le antoja ahorcarlo mientras conduce, bien lo puede hacer. Aquella pregunta no lo libraría de morir. De todas formas le digo que no, que no pienso hacerle daño.

“Después de eso arranca el coche y salimos hacia Newport. Debían ser como las seis y treinta de la tarde, pero estaba tan frío y oscuro como un refrigerador. No se veía nada en medio de ese pueblo. A decir verdad todo por allí no son más que villas cercanas: DerbyLine, Newport, Swanton, Brattleboro. Se pasa de una a otra en un parpadeo.

Como no hay malla de acero ni ningún cristal que nos separe dentro del vehículo, antes de poner en marcha el motor Marini me observa por el espejo y me pregunta si tengo pensado hacerle daño. Se trata de un procedimiento de ley, algo ridículo en todo caso.

“Cuando llegamos a la estación en Newport sólo veo presos por todos lados. Estaban todos apiñados en estrechas celdas de barrotes. Marini revisa mi pasaporte, pero no encuentra nada. Está tan limpio como una patena. Llama a las autoridades canadienses y ellas le dicen que no tengo líos ahí, que he entrado de modo legal. Así que empieza a verificar cosas aquí, allá y acullá. El tipo no encuentra ningún registro que me comprometa bajo la identidad de Jordi Ejarque Rodríguez. A poco estoy para salir de allí —o al menos eso creo— cuando se le ocurre tomarme las huellas digitales. ¡Hostias! ¡Lo que faltaba! Era lógico que aquello hacía parte del procedimiento, pero por un momento confié en que le habría bastado con revisar el pasaporte. Así que me hace poner la mano en un aparato de lectura biométrica y al segundo mi prontuario aparece en la pantalla. ¡Puta! Allí estaba todo sobre mí: nombre, alias, robos… ¡Todo! El tío casi salta de la silla al ver eso. Me voltea a mirar y me dice:

—Voy a tener que llamar a un agente de Seguridad Nacional.

“Menudo lío en el que me acababa de meter. ¡Joder tío! Lo siguiente que hizo fue ponerme a mí solo en una celda. Era una con unas bancas de metal y un vidrio de pared a pared. Todo el que pasaba por ahí podía ver hacia adentro. No había nada de privacidad. En Estados Unidos eso no existe para los presos. Así que me deja allí a la espera de que aparezca el consabido agente. A esas alturas ya son como las nueve de la noche. Al rato llega un agente de rango superior al de Marini. Un sujeto alto, delgado, con bigote. Recuerdo que vestía de traje y que nunca se presentó. Ni siquiera cruzó una palabra conmigo en ese momento. Después supe que se llamaba Peter Costas. Parecía un buen tipo, en verdad que sí. Su oficina se encontraba en Swanton y había llegado pronto desde allí.

“El cabrón de Seguridad Nacional, en cambio, llegó como a las dos o tres de la madrugada. Me sacan de la celda y me ponen junto a Costas y a él. El tipo estaba hecho una furia. Parecía el típico racista americano: blanco, con el cuello colorado y la cara grasosa. Llevaba puestos un pantalón caqui y una camisa del algodón. Había viajado desde la capital del Estado, como a dos horas de Newport, y eso lo tenía por los cojones. Costas empieza a ponerlo al tanto del asunto, pero entonces aquel tío le dice que me imponga cargos por intentar entrar de modo ilegal a Estados Unidos. Costas le reprocha, le dice:

—Pero es que él no intentó entrar de forma ilegal al país. Lo encontramos en una gasolinera cerca de la frontera…

“El tío casi se lo come con la mirada. Le insistió:

—Le repito que le ponga un cargo por ingreso ilegal a Estados Unidos.

“Costas no tiene chance de replicarle nada. Aquel tipo es de Seguridad Nacional y esa gente hace lo que le viene en gana. Para rematar, el tipo le ordena que busque mi nombre en el registro de terroristas. Después de cotejar un rato se dan cuenta de que no hay nada, pero el cafre sigue insistiendo:

—Pruebe con todos los alias a ver —le sugiere a Costas.

—Lo acabo de hacer —responde.

—Pues hágalo de nuevo.

“Nada tampoco. Todas las veces que buscaron en el sistema éste dio negativo. El tipo parece cabreado con el asunto. Y así, sin más, le va diciendo a Costas que me meta en la lista de terroristas. No me lo creo. En verdad que no me lo creo. ¡Qué soberbia la que se gasta ese infeliz! Buscaba provocarme, pero yo no hago nada más que comerme todo ese estiércol sin decir una palabra. En algún momento cruzo la mirada con el tipo, y sin ponerse con vacilaciones me la va cantando:

—Mírame bien —dice—. Lo que no te han hecho antes te lo voy a hacer yo ahora. ¿Entiendes? Me encargaré de joderte la puta vida.

“No le respondo nada. Sigo ahí callado mientras el tío me mira como una mierda.

—¿Qué era lo que venías a hacer a Estados Unidos, ah? —pregunta.

“Clavo la mirada en el piso, pero el tipo sigue dándome lata:

—Has sido deportado tres veces de este país. ¿Para qué vuelves ahora?

—Yo no venía para acá —respondo.

—¿Por quién me tomas? ¿Ah? ¿Crees que soy estúpido?¡Mírame! —me grita.

—Escuche, yo no tengo porqué hablar con usted —le digo—. La ley me protege. Quiero un abogado ahora.

“El tío no dice nada más. Saca un bolígrafo y firma un documento en el que se dicta que me deben poner en clasificación uno. Parecía chalado ese cabrón. Eso no se lo habrían puesto ni al mismísimo Osama bin Laden14 de haber entrado a Estados Unidos. Es una clasificación para los peores terroristas y traficantes del mundo. Significa que te mantienen en una celda las veinticuatro horas del día. Permaneces encadenado, sin servicios médicos y con un policía mirándote todo el tiempo. Para moverte de un lugar a otro tienes que ir con seis o siete oficiales armados. Así de grave es la clasificación uno.

“Cuando el tipo se marcha me llevan a una pequeña cárcel ahí mismo, en Newport. No recuerdo el nombre del lugar. Lo cierto es que le pasan el documento al encargado del lugar y me colocan en una celda solo. Me amarran a la cama y me dejan esa noche allí. Nadie me leyó los derechos Miranda, así que pasé la noche en prisión sin estar oficialmente detenido. De todas formas no había nada que pudiera hacer, era mi palabra contra la de ellos.

“Al otro día, como a las siete de la mañana, llega Costas y me saca de la celda para subirme a un coche de la U.S. Border Patrol. Me lleva directo a la Corte en Brattelboro y me presenta ante un magistrado y un fiscal. ¡Madre mía! ¡Qué esperpento de fiscal! Nunca olvidaré el shock que me produjo al ver semejante cosa más chunga15. Llevaba puesto un traje color verde oliva con una corbata lila.

Según Guzmán Betancur, luego de su detención fue recluido en una pequeña cárcel en Newport (Vermont, EE.UU.), donde fue atado a la cama a la espera de ser conducido al lugar de enjuiciamiento.

“El caso es que Costas le dice al magistrado que yo he violado el artículo 8 de la disposición 1326 (a) del Código de Justicia de Estados Unidos y que no sabe con qué intenciones regresé al país. No tarda ni un minuto en ponerlo al corriente de los hechos que ocurrieron en la frontera, pero todo bajo su óptica de policía. Aquello fue suficiente para el magistrado. De inmediato da apertura al caso. Explica que un jurado decidirá acerca de los cargos que se me imputan, y determina que en el curso del proceso yo permanezca tras las rejas. Entonces, sin vacilaciones, ordena que de inmediato me guarden en prisión”.

***

Costas se encargó de conducir a Juan Carlos a Chittaden County Jail, una cárcel en Burlington —a dos horas de camino de donde fue capturado—, para que estuviera allí de manera provisional mientras se le asignaba un centro de reclusión en el que permanecería durante toda la etapa de juicio y se le dictara sentencia.

Dos semanas después, el 8 de octubre de 2009, Juan Carlos se declaró no culpable de entrar a Estados Unidos de forma ilegal desde Canadá. Su caso había concitado la atención de la prensa, de modo tal que la declaración se filtró a los medios en cuestión de horas, como también el hecho de que había renunciado a su derecho de aparecer en la Corte y realizado su declaración por intermedio del abogado de oficio. Lo que faltaba por venir sería un largo proceso en el que la fiscalía se armaría de pruebas para demostrar la culpabilidad de Juan Carlos, mientras él y su defensa harían lo propio para sostener lo contrario.

Mientras el tiempo corría, Timothy Doherty Jr., un abogado treintañero que actuaba como fiscal de la causa y quien por ese entonces trabajaba como asistente del Departamento de Justicia de Estados Unidos para el distrito de Vermont, comenzó a elaborar un memorando de sentencia que esperaba presentar en la Corte contra Juan Carlos. El joven fiscal era, justamente, el mismo cuya combinación de traje y corbata había impresionado de mala manera a ‘Jordi’ en los tribunales.

El documento que Doherty Jr. venía adelantando, consistente en un resumen de los delitos cometidos por Juan Carlos y las sentencias que se le habían proferido a la fecha, pretendía demostrar ante un juez que aquel tenía claras intenciones de regresar a Estados Unidos y que su ingreso desde Canadá no fue de ningún modo accidental.

Doherty Jr. dio forma a ese memorando con base en lo que encontró en el expediente que de Juan Carlos tiene la justicia estadounidense y con las declaraciones que entregaron los policías y el agente fronterizo que estuvieron en la gasolinera Irving la noche del arresto. En sus testimonios, los agentes cuentan una versión diferente a la de ‘Jordi’ respecto de cómo ocurrieron las cosas en la frontera con Canadá.

Según un extracto del memorando de sentencia que por entonces Doherty Jr. había comenzado a redactar:

El 21 de septiembre de 2009, aproximadamente a las 20:00, el agente de Aduanas de EE.UU. y Protección Fronteriza Daniel Martin -quien estaba fuera de servicio-, se encontraba en la gasolinera Irving, cerca de la frontera entre Estados Unidos y Canadá, en Derby Line (Vermont), cuando observó a un hombre -de quien luego se determinó que era Betancourt16– hablando con la cajera. Betancourt dijo a la cajera que su vehículo se había averiado cerca de un colegio y le hizo un gesto señalando en dirección norte, hacia Canadá. Betancourt dijo además a la cajera que tenía que regresar a la universidad ese día porque estaba programado para una prueba relacionada con un programa de título universitario.

El oficial Martin también escuchó a Betancourt pedirle información a la cajera sobre moteles de la zona. Cuando la cajera le informó que no había moteles cerca, Betancourt le preguntó por un servicio de taxis. La cajera le proporcionó una guía telefónica y le permitió usar el teléfono de la tienda para llamar un taxi.

El oficial Martin supo que la historia de Betancourt era falsa porque tenía conocimiento de que la única institución educativa cercana era Stanstead College, en Canadá, y que es una escuela privada de secundaria, no una institución universitaria. Con la sospecha de que Betancourt había entrado ilegalmente a Estados Unidos, el oficial Martin alertó a los oficiales encargados de hacer cumplir la ley, quienes -a diferencia de él- se encontraban en servicio.

El agente de la Patrulla Fronteriza Andrew Floriani17 respondió al llamado y llegó a la gasolinera, donde se encontró con Betancourt. Betancourt le dijo al agente Floriani que se llamaba Jordi Ejarque-Rodríguez y que era un ciudadano estadounidense nacido en Nueva York. Cuando el agente Floriani le pidió la identificación, Betancourt afirmó que no tenía ninguna. También indicó que su vehículo se había averiado cerca de una universidad y que había caminado hasta la gasolinera para llamar un taxi. Cuando se le pidieron detalles sobre la ubicación de su vehículo, Betancourt señaló al norte, hacia Canadá. De igual modo, dijo que había solicitado admisión en una universidad canadiense, cerca de donde se encontraban.

El agente Floriani tomó a Betancourt en custodia. Una requisa que se le practicó permitió descubrir un pasaporte español, emitido en Abu Dhabi, con el nombre de Jordi Ejarque-Rodríguez, el cual tenía una fotografía de Betancourt. Los sellos del pasaporte evidenciaban que había viajado recientemente a Turquía, Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Omán. Betancourt fue llevado a la estación de la Patrulla Fronteriza, donde se le tomaron las huellas digitales y se cotejaron a través de las bases de datos policiales. Estos controles revelaron la verdadera identidad de Betancourt.

En aplicación de lo dictado por la ley, se entró en contacto con el Consulado General de España en relación con la identidad de Jordi Ejarque-Rodríguez. En respuesta, el Consulado facilitó una copia de la solicitud de pasaporte de Rodríguez, lo que demuestra que Betancourt estaba en posesión de un pasaporte falsificado que no le pertenecía.

La Patrulla Fronteriza de EE.UU. también entró en contacto con la policía canadiense, la cual informó que no había ningún vehículo abandonado cerca de donde Betancourt dijo que había dejado el suyo.

Finalmente, entre las pertenencias de Betancourt se encontró un recibo de Western Union, el cual evidencia que el 17 de septiembre de 2009 una persona identificada como Jordi Ejarque-Rodríguez envió dinero a la señora María Yolanda Betancur Carmona, residente en Colombia. Los documentos del expediente de inmigración de Betancourt demuestran que la señora Betancur Carmona es la madre de Betancourt.

***

Juan Carlos Guzmán Betancur recuerda bien el memorando de sentencia que por ese entonces Doherty Jr. venía preparando en su contra. Sobre el mismo refiere:

“A mi parecer, el memorando de sentencia redactado por Doherty es una basura. No se trata de que tenga algo personal contra ese fiscal. Por el contrario, es un juicio que me he labrado con los años acerca de todos los fiscales. No hay nadie más mentiroso que un fiscal. Intentan hablar con propiedad de cosas que nunca vieron y de lugares en los que nunca estuvieron. Su trabajo consiste en vender como verdades toneladas de mentiras.

No hay nadie más mentiroso que un fiscal. Intentan hablar con propiedad de cosas que nunca vieron y de lugares en los que nunca estuvieron. Su trabajo consiste en vender como verdades toneladas de mentiras.

“Ahora bien, de cómo cuadra Doherty en esta historia podemos hablar más adelante. Por ahora diré que fue por su memorando como pude darme cuenta de que el sujeto gordo que estaba en la tienda era un oficial de Inmigración que andaba fuera de turno. Aquello es lo único cierto de lo que se dice en ese documento, porque todo lo demás es pura bazofia. Lo que realmente pasó es que mientras yo hablaba con mis amigos -como ya lo dije- el tipo notó que mi acento era diferente y entonces le entró la paranoia. Supongo que después de que salió de la tienda pasó corriendo al checkpoint que está en frente de la gas station y formó el alboroto. Seguramente desde allí dieron la alerta a todas las patrullas del sector y por eso al minuto llegaron los policías en gavilla para detenerme.

“Por otra parte, no tengo la menor idea de dónde sale la historia del tal coche averiado. Yo nunca dije que hubiera dejado mi coche averiado en Stanstead. Lo que dije fue que la Porsche Cayenne era mía y que estaba del lado canadiense. Ese cuento cuajaba bien porque la cajera me había visto llegar en ese coche junto con los chavales. Incluso debía estar registrado en los videos de las cámaras de seguridad.

“Si les hubiera dicho a los policías la verdad, es decir, que esa camioneta pertenecía a mis amigos, habría metido a los chavales en un lío de puta madre. Creo que la razón por la cual las autoridades canadienses enviaron después una patrulla a buscar el tal coche averiado era porque en el fondo querían averiguar por mis amigos18, pese a que los policías estatales los dejaron ir mientras me requisaban. La verdad es que querían saberlo todo. Me preguntaron por mi madre y mi familia, pero de ellas nunca hablo. Si querían saber algo de mi pasado tendrían que buscar incluso debajo de las piedras. De mi parte no recibirían ni una mierda”.

 

1 En castellano: ‘Tres batazos, está afuera’.

2 La entrevista, realizada por la Canadian Broadcasting Corporation (CBC) días después de que Juan Carlos Guzmán Betancur fue capturado por las autoridades fronterizas de EE.UU., ha sido editada en este libro con fines literarios y sin que se llegase a modificar el sentido explícito de las preguntas y las respuestas.

3 En castellano, “Atrápame si puedes” (2002), dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Tom Hanks.

4 El cable noticioso, difundido el 30 de septiembre de 2009, identifica a Juan Carlos con el apellido Betancourt en vez de Betancur.

5 Las investigaciones periodísticas llevadas a cabo para la elaboración de este libro no dan cuenta de tales reclamaciones en los países mencionados. Sin embargo, no se puede asegurar que no existan o que no hubiesen existido.

6 El francés es el idioma oficial en Quebec.

7 En castellano, Calle de la Iglesia.

8 Irving Oil Ltd. es el nombre de una petrolera canadiense con presencia en algunas ciudades de Estados Unidos. Usualmente cada una de sus estaciones de servicio cuenta con una tienda de abarrotes de la firma Circle K, propiedad de la multinacional canadiense Alimentation Couche-Tard.

9 La violación a la norma se penaliza con el pago de una multa y la condena a prisión por un periodo de diez años, sentencia ésta que no debe cumplirse de modo concurrentemente con otra.

10 Los derechos Miranda son una advertencia que debe darse a un imputado que se encuentra en custodia de la policía de Estados Unidos antes de que las autoridades le formulen preguntas relativas a la comisión del ilícito. La policía puede requerir información biográfica como el nombre, fecha de nacimiento y la dirección del domicilio del sospechoso. La versión más conocida de los derechos Miranda es la que dice: «Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, el Estado le asignará uno».

11 Sistema Automatizado de Identificación Biométrica (IDENT, por su sigla en inglés), es un programa de base de datos soportado en el uso de huellas digitales. El mismo hace parte de los programas supervisados por el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos con la intención de impedir la entrada ilegal al país de delincuentes extranjeros.

12 Sistema Integrado Automatizado de Identificación de Huellas Dactilares (IAFIS, por su sigla en inglés), es un programa digital administrado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), el cual almacena registros de antecedentes penales y arroja información de estos con sólo incorporar las huellas digitales del sospechoso.

13 ‘Los Magníficos’ o ‘Brigada A’, en Latinoamérica, era el nombre de una popular serie de televisión de los años ochenta creada por Stephen J. Canell y Frank Lupo cuyo nombre original en inglés era ‘The A Team’. Sus cuatro protagonistas se movilizaban en una furgoneta tipo van de la marca GMC pintada de negro y con una línea roja en cada lado.

14 Osama bin Laden (1957-2011) fue un yihadista de origen saudí que creó y lideró la organización terrorista Al Qaeda, responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center, en Nueva York, y a El Pentágono, en Arlington (Virginia), cerca de Washington. Fue muerto en una operación militar realizada por comandos estadounidenses en las afueras de la ciudad de Abbottabad, en Pakistán, según anunció el 1 de mayo de 2011 el entonces presidente de EE.UU., Barack Obama.

15 Modismo español que significa de mal gusto.

16 El apellido de Juan Carlos está escrito como Betancourt a lo largo de todo el memorando de sentencia elaborado por el fiscal Timothy Doherty Jr.

17 Durante la serie de entrevistas que se le hizo para la elaboración de este libro, Juan Carlos Guzmán Betancur dijo que no recordaba con precisión el nombre del agente que lo arrestó en Derby Line, por lo cual se confunde y se refiere a Andrew Floriani como el agente “Marini”.

18 Durante la serie de entrevistas que se le hizo para la elaboración de este libro, Juan Carlos Guzmán Betancur no supo explicar cómo pudo ser posible que las autoridades canadienses no dieran con el paradero de sus presuntos amigos ni con la supuesta camioneta Porsche Cayene a través de la matrícula de ésta, si -como él mismo asegura- el vehículo debía estar grabado en los videos de seguridad de la gasolinera Irving.


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