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Fotografías: Pexels

Andrés Rodríguez cuida a su mamá, Gladys Zárate desde hace 14 años, tras un derrame cerebral que la dejó con discapacidad total. «Quedó postrada en una cama. Necesitaba de mi ayuda para comer, para moverse, para cambiarle el pañal».

Cuando el accidente vascular sucedió, Andrés tenía 23, un trabajo estable como asesor comercial en una oficina de un banco y la ilusión de hacer carrera allí mismo. Sin embargo, aun cuando tenía hermanos y familiares cercanos, fue él -y solo él- quien tomó la decisión más difícil de su vida: dejarlo todo y dedicarse a cuidar a su mamá. Y cuando se dice todo, es todo. No solo perdió el trabajo y el sustento económico, perdió su plan de vida, sus sueños, su tiempo. Perdió la alegría y las ganas de vivir. Andrés incluso intentó suicidarse.

Durante siete años, Andrés tuvo que empeñar todas sus pertenencias para sobrevivir, le cortaron los servicios por falta de pago y se alimentó solo de arvejas. La pobreza terrible a la que se veía enfrentado, más el estrés y la ansiedad que le generaban la situación de su mamá y la suya propia, lo llevaron a sumirse en la depresión. “Por la ansiedad, llegué a subir 120 kilos y tuve incluso un intento de suicidio”.

Desafortunadamente, esta no es una historia aislada. Lo suyo se caracteriza como “síndrome del cuidador”, que suele llevar una serie de síntomas físicos y psicológicos, tales como ansiedad, depresión, dolores musculares, aislamiento, angustia social por no conocer las técnicas del cuidado, interrupción de los planes de vida y problemas en sus relaciones familiares.

A Andrés no lo salvó una mano caritativa. Se salvó porque cayó en sus manos el libro de “El Secreto” y desde ahí algo cambió en él. Empezó a bajar de peso, a ver su situación como una oportunidad, a creer en Dios y en El Universo. También hizo un curso en el Sena de primeros auxilios para cuidadores y fundó la Red Internacional del Cuidado, la cual cuenta hoy con más de 1000 miembros de diferentes ciudades del país (espera llegar a otros países) y tiene como objetivo visibilizar, a través de diferentes campañas y alianzas, la situación de estas personas.

Aun cuando tenía hermanos y familiares cercanos, fue él -y solo él- quien tomó la decisión más difícil de su vida: dejarlo todo y dedicarse a cuidar a su mamá. Y cuando se dice todo, es todo. No solo perdió el trabajo y el sustento económico, perdió su plan de vida, sus sueños, su tiempo.

Como la de él, hay cientos de historias en Colombia y América Latina. “Un 90% de los cuidadores son mujeres, pero hay personas de todas las edades. Hay niños y jóvenes, personas que no han podido educarse. Hay historias muy tristes. La mayoría de las mujeres que tienen que cuidar a hijos con discapacidad cognitiva han sido abandonadas por sus parejas. Los cuidadores necesitamos apoyo en muchos frentes, pero especialmente apoyo psicológico, porque nos vemos enfrentados a un estrés y una ansiedad muy fuertes. Este es un trabajo de tiempo completo, por el que nadie nos paga”, comenta.

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El “síndrome del cuidador” se caracteriza por una serie de síntomas físicos y psicológicos: ansiedad, depresión, dolores musculares, aislamiento, angustia social por no conocer las técnicas del cuidado, interrupción de los planes de vida y problemas en sus relaciones familiares.

En el año 2021, durante un evento realizado por la Secretaría de Salud de Bogotá, Andrés conoció a la dotora Yaneth Urrego, docente de la Facultad de Piscología de la Universidad Piloto de Colombia, quien se encontraba impartiendo una charla sobre duelo. Ella le habló del Programa de Bienestar Social y Psicológico para Cuidadores que desarrolla la Facultad. Desde entonces, trabajan en equipo brindando talleres sobre duelo, estrés, autoestima, proyecto de vida, habilidades interpersonales, primeros auxilios psicológicos, entre otros. “Las clases se dictan semanalmente de manera virtual, entre las siete y las ocho de la noche porque a esa hora los cuidadores han terminado con sus obligaciones. Quienes cumplen con todas las clases piscoeducativas, reciben un certificado en Bienestar Psicológico que es también muy emocionante para ellos”, afirma la doctora Urrego.

“Nosotros en el Centro Psicosocial de la Universidad Piloto ponemos a disposición de esta comunidad el trabajo de nuestros profesores y estudiantes, no solo para impartir los talleres, los cuidadores tienen prioridad en nuestra agenda para ser atendidos en consulta”, continúa.

Las necesidades de los cuidadores son muchas: se debe conocer muy bien la enfermedad de la persona a la que se cuida, así como la psicología de éste. Conocer los cuidados básicos, los medicamentos que debe tomar el paciente, etc; y buscar orientación siempre que se tengan dudas. Además, el cuidador debe cuidarse a sí mismo. Este debe satisfacer sus necesidades básicas: alimentarse bien, dormir al menos siete horas, hacer el seguimiento adecuado a sus propias enfermedades, realizar ejercicio físico, aprender a manejar sus emociones e incluso buscar ayuda profesional cuando sienta que está viviendo momentos de ansiedad, estrés o depresión.

Quien entiende esto y, aun así decide cuidar a un ser querido, se da cuenta de que también es una situación muy gratificante. Le da la posibilidad de cuidar a un ser querido, de estrechar vínculos afectivos y poder desarrollar la confina y empatía.

Hoy Andrés vive de vender postres en Ciudad Bolívar, el barrio donde vive. Está lejos de tener una vida soñada, pero está tranquilo y feliz. “Gracias a este trabajo que venimos realizando, he aprendido que ser cuidador no es un castigo es una condición de vida. Algunos vienen al mundo a ser políticos o médicos y otros venimos para cuidar de un ser amado. Este es un gran proyecto de vida, pero requiere de muchísima fortaleza, de autoestima y de un respiro psicológico, cada tanto”, comenta

 


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