Adiós Ucrania
Fotografía: Gian Marco Benedetto

La situación en Ucrania es devastadora y urgente. Las organizaciones de la sociedad civil están en la primera línea dentro de Ucrania, en los países vecinos como Polonia, que apoyan a los refugiados, y en países de todo el mundo que presionan a los gobiernos y recaudan fondos.

Muchos individuos se han solidarizado con el pueblo ucraniano. Seres humanos decididos y esperanzados.

Bernard van der Esch es uno de estos voluntarios. Vestido con una chaqueta de rescatista está atrapado en la ciudad fronteriza de Lubycza Krolewska (Polonia). Conduce desde las 7 de la mañana y ahora son las 6 de la tarde. No ha comido nada y espera en la frontera para entrar en Ucrania hablando con la Dra. Katarzyna Pikulska sobre lo que pueden hacer para llegar a Lviv y entregar ayudas. Cualquiera que sea la acción que organicen, deben hacerla ahora, sin esperar a los gobiernos. La situación podría cambiar muy rápidamente y la solidaridad muestra una capacidad resiliente para apoyar a quienes se encuentran dentro del conflicto.

Ucrania
Bernard carga medicinas y alimentos.

Bernard y Katarzyna tienen que llevar algo de medicinas, otras ayudas médicas, y algo de comida a alguien que los espera. Pertenecen a una red de contactos llamada Tiger Net que saca a niños, ancianos y enfermos de las zonas de guerra. A medida que la economía empeora, aumenta la demanda de apoyo caritativo. Las cosas empeoran con la invasión rusa, y ya hemos visto el costo de la gasolina cuadruplicarse.

Katarzyna ya ha estado en Irak y otras zonas de guerra, en cambio Bernard ayuda con su coche por primera vez. La angustia, la preocupación y el costo emocional son grandes. Tiger Net tiene muchos más voluntarios que aconsejan sobre cómo apoyar el bienestar mental durante este momento difícil que se manifiesta en una oleada de refugiados ucranianos.

El viaje a través de Polonia es bastante fácil, no hay demasiado tráfico hasta la frontera donde, después de 2 horas y media de controles, por fin es posible entrar en Ucrania. Allí se respira una atmósfera muy diferente.

Nos dicen en el puesto fonterizo que la geolocalización satelital, como Google maps, no se puede usar y que los carteles son tapados para despistar a los rusos. Solo nos salva la comunicación que nos provee una radio. Mientras tanto, muchos de los habitantes de Ucrania viven bajo tierra, en la oscuridad de refugios. Pero el problema más grande ahora es ahorrar suficiente diésel para mantener los automóviles en marcha hasta Lviv y luego dirigirse a Ternópil, donde hay algunas otras cosas para entregar. Sin los coches las operaciones de rescate y muchos otros tratamientos y ayudas serían imposibles.

Las organizaciones de la sociedad civil están en la primera línea dentro de Ucrania, en los países vecinos como Polonia, que apoyan a los refugiados, y en países de todo el mundo que presionan a los gobiernos y recaudan fondos.Muchos individuos se han solidarizado con el pueblo ucraniano. Seres humanos decididos y esperanzados.

Ya sea en Ucrania, Siria o Afganistán, las ayudas humanitarias y los voluntarios deben tener esperanza y fortaleza, porque en momentos tan abrumadores, es fácil sentirse impotente. La misión ahora es canalizar la preocupación y la ansiedad para apoyar a los ucranianos.

Ternópil está situada a orillas del río Seret, es una de las principales ciudades del oeste de Ucrania y de las regiones históricas de Galitzia y Podolia.Tenía una población de 225.166 habitantes antes de la invasión rusa que está a pocos kilómetros de las zonas fronterizas controladas por el ejército de Ucrania.

A las 9 p.m. Bernard revisa su reloj y sigue avanzando recto hacia su destino, porque en breve será prohibido estar en la calle a causa del toque de queda previsto por la ley marcial.

Puede hablar inglés y polaco y así puede sortear los controles cada vez más pesados ​​​​de militares y civiles, y pasar desapercibido gracias al uniforme de médico que usa.

Bernard y Katarzyna llegan a Ternópil mientras las sirenas rompen el silencio de la noche en una ciudad desierta. Es un sonido abrumador. Tanto para Bernard como para muchos otros voluntarios que vienen de otras partes de Polonia, como Lukas y Andrzej, es la primera vez que escuchan la alarma.

Andrzej estába esperando en su casa el día que tendría que partir. Ahora que está de vacaciones del trabajo, dejó a sus compañeros y a su mujer en casa, y entró a formar parte de la caravana de voluntarios con autos que entran y salen del país.

Los líderes de 40 organizaciones ucranianas, incluidos los medios de comunicación, la sociedad civil y los grupos a favor de la democracia, han instado a Occidente a ayudar en su lucha contra las fuerzas militares de Vladimir Putin. Pero los gobiernos tienen miedo y Ucrania no puede ganar esta guerra solo con el coraje y la convicción de su gente. Necesita apoyo y lo necesita ya. Y eso es lo que han venido a hacer todos estos voluntarios.

Nos dicen en el puesto fonterizo que la geolocalización satelital, como Google maps, no se puede usar y que los carteles son tapados para despistar a los rusos. Solo nos salva la comunicación que nos provee una radio. Mientras tanto, muchos de los habitantes de Ucrania viven bajo tierra, en la oscuridad de refugios.

En Ternópil, oeste de Ucrania, espera Vasyl, un ingeniero de 60 años qué acogió a los voluntarios polacos que venían de Varsovia a esa hora de la noche y les ofreció el lugar donde dormir. «Me quedo para arreglar lo que no funciona», dice mientras prepara la cena y el chai.

Aquí hay gente de Kiev y Mikolaiv descansando de su trauma. Para ayudarlos se quedó solo en este edificio de 1918 que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial (reformado en 1943, antes de que fuera una farmacia), y que ahora muestra lo que fue un centro médico para deportistas. Rápido sirve unos chupitos de alcohol para animar a sus huéspedes y calentarse debido a la nieve que está cayendo.

Las noticias transmiten que Rusia reanuda su ofensiva, sin importar la seguridad de los cientos de miles de civiles aún atrapados en los campos de batalla. Los voluntarios están comiendo. La cena dura en total unos 15 minutos y, después, por fin todos pueden descansar.

Bernard se despierta a buena hora para ir a rescatar niños, ancianos y enfermos y llevarlos fuera del país. Ternópil no está siendo bombardeada en ese momento, pero está lejos de ser segura. Las tropas y los combatientes civiles de Ucrania patrullan la ciudad durante toda la noche y el día, protegiendo las casas vacías de los ladrones: «Tenemos fuerzas excelentes aquí, capacidades muy serias de hecho», dice Vasyl.

Al día siguiente, Leonid Hryshchuk, de 68 años, médico neumólogo que atiende a personas con tuberculosis y covid-19, llega para saludar a los voluntarios que dejan medicinas antes de salir de la ciudad para sacar del país a otros refugiados.

Ucrania
Vasyl frente al centro médico.

Ternópil necesitan mucha ayuda médica para tratar a los pacientes, porque las fuerzas rusas han realizado avances arriesgados en el oeste de Ucrania en comparación con las operaciones estancadas alrededor de Kiev.

Después de dejar al doctor en el primer puesto de control después de Ternópil, los voluntarios van a entregar la mayor parte de las ayudas en Kopychynts, una escuela para niños de 5 y 6 años.

En su vida diaria, Bernard es programador, pero como activista se describe a sí mismo como una persona a la que le encanta especializarse, algo que también hace con el rescate. Siempre encuentra formas de mejorar su activismo. Para él, el activismo es luchar por una causa y hacerlo lo mejor posible. «Puedo conducir bastante bien, por eso estoy aquí —aclara—. Espero hacer del mundo un lugar mejor, aportando algún beneficio para mis hijos y nietos. Estoy aquí porque me necesitaban aquí. Algo me puede pasar, pero estoy consciente de ello. No es una lucha tan grande para mí. Alguien tiene que hacerlo. Me siento como un ciudadano europeo, en la mayor parte de este país soy un tipo polaco, pero en Polonia me dicen que soy holandés».

Los líderes de 40 organizaciones ucranianas, incluidos los medios de comunicación, la sociedad civil y los grupos a favor de la democracia, han instado a Occidente a ayudar en su lucha contra las fuerzas militares de Vladimir Putin. Pero los gobiernos tienen miedo y Ucrania no puede ganar esta guerra solo con el coraje y la convicción de su gente. Necesita apoyo y lo necesita ya. Y eso es lo que han venido a hacer todos estos voluntarios.

Antes de regresar a Lviv los voluntarios de Tiger Net brindan protección y asistencia humanitaria en refugios de emergencia. Llevan artículos de primera necesidad, como mantas, comida, medicinas y protección, así como apoyo psicológico. Necesitan donaciones con urgencia para ayudar a los refugiados de Ucrania y a las personas desplazadas.

Según ACNUR, diez millones de ucranianos han huido de sus hogares debido a la invasión rusa. 4,1 millones de personas han huido de Ucrania hacia países vecinos, otros 6,5 millones de personas siguen desplazadas dentro de Ucrania.

Con esas cifras de desplazados es casi imposible encontrar alojamiento. Para decenas de miles de ellos, la única solución es encontrar un lugar para dormir en un centro colectivo, normalmente viejos sanatorios, teatros, escuelas o colegios antiguos.

Algunos se quedan en los centros colectivos solo dos o tres días antes de continuar su camino hacia los países vecinos. Sin embargo, muchos se quedan y esperan volver a casa cuando la situación de seguridad lo permita.

Antes de que la misión acabe, Bernard y Katarzyna tienen que ir a rescatar a Hanna. Aunque Hanna no es la única ucraniana que escapará con ellos, también Natasha e Itan que quieren llegar a Portugal porque su hermana vive allí.

Sokil Hanna (79 años) abandona su hogar en Piatkovo. Está acompañada por su hija y su nieta. Busca llegar a Przasnasz, Polonia.

Antes de salir de Ucrania, los voluntarios se detienen en Lviv y recogen a una persona más para llenar el auto porque alguien del pueblo de Piatkovo cambió de opinión y ya no quiere escapar. Ha decidido que se queda.

Por último, Bernard recoge más refugiados en la frontera polaca antes de dirigirse a Varsovia. «Mi abuelo Zbigniew Toth era médico militar y solía decir que la guerra es un trabajo enorme y agotador para muchas personas y que es completamente inútil».

Bernard sale de Ucrania a la vez que entran dos nuevos coches de voluntarios porque falta una misión importante: es necesario organizar el rescate de unos recién nacidos.

Por fin la misión parece concluida pero las fuerzas rusas bombardean y hay que esconderse.

Sin embargo, al siguiente día, el cielo en Polonia recuerda a los voluntarios de Tiger Net que su misión en Ucrania no se ha acabado y que pronto volverán a rescatar y a entregar ellos mismos y las medicinas.


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