Por LEÓN SARCOS

A María Virginia Ramírez Castellano

Si alguna pregunta alentó durante toda su vida a Eddy Ramírez López, en el quehacer amoroso de su profesión, fue aquella que alguna vez se hizo Rabindranath Tagore, que tantas bellas e infinitas metáforas ha provocado a la imaginación en todas las lenguas del mundo: ¿Sabe alguien de dónde viene la sonrisa que revuela en los labios del niño dormido?

Eddy nació con el don natural de padrepara ser amado, que siente a todos los niños de su país como sus hijos y una vocación de médico pediatra para servir con ternura, abnegación y desvelo prestando atención y cuidadosdesdeel sagrado instante en el que ellos vienen al mundo para ayudarlos a crecersanos y felices. Sentía al igual que el gran poeta checo, Rainer María Rilke, que la única patria que tiene el ser humano es la infancia.

Nace en Bobures un eminente pediatra

Tenía carisma y cualidades excepcionales como ser humano para distinguirse en su sagrada misión de garantizar atención y larga vida al futuro de la familia: sus descendientes. Por eso nunca se le vio abatido ni desolado cuando a uno de los miles de neonatos e infantes que le tocó asistir, no respondía en lo inmediato al tratamiento que le prescribía. Siempre le acompañó una sonrisa de monjeagraciado ganado para la vida y el bien, que le decía desde lo más íntimo de su alma que persistiera, que ya el momento de la sanación y la luz estaba próximo.

En una sociedad donde gran parte de la niñez vive en condiciones precarias y donde el sector salud siempre ha padecido limitaciones logísticas y carencias, especialmente en la última década, donde la situación se ha hecho desesperante, su vocación de servicio, su tenacidad y su buena ciencia, nunca cedieron frente a las insuficiencias y a los imprevistos. Si no había el medicamento, él lo ponía y si faltaba la leche, Ramírez López la facilitaba si la tenía: le devuelvo con ello a Dios un poquito de la mucha ayuda que me ha dado, le confesaba con humildad de monje trapense a su profesora y amada amiga Maritza Wilhelm.

Vendrá al mundo este médico pediatra, en un hogar forjado en el amor al trabajo, la honestidad y grandes deseos de superación. Eddy Rafael Ramírez López nació en Bobures, en el municipio Sucre, el 21 de septiembre de 1953, a orillas del lago, hijo del cruce amoroso de dos ciudadanos ejemplares: ella de Gibraltar, Olivia Margarita López de Ramírez y él, Ramón Ramírez Alaña.

Frente al Central Venezuela tendrá lugar el encuentro entre sus progenitores. En una cita marcada por el destino se producirá el primer acercamiento entre su padre Ramón, empleado en la administración de la central azucarera, hombre seguro, altivo y bien plantado, dirigente del partido Unión Republicana Democrática y su madre Olivia Margarita, vendedora de dulces y comida casera para empleados y transeúntes de aquella gigantesca empresa. Si algo rememora de ella su belleza de entonces, bien pasados los noventa, era su natural inteligencia, su gracia, su picardía y su temple.

De esa feliz unión, contraída el 11 de julio de 1940 —el tiempo que duró, hasta la muerte prematura de Ramón—, nacerían siete hermanos, de los cuales Eddy Rafael sería el sexto: Ramón de Jesús, Ingeniero Agrónomo, fallecido; Isbelia Josefina, la sonrisa encantada de los Ramírez López; Edmundo Enrique, Ingeniero Petrolero; Duilia Margarita, Educadora; Alexis José, coronel retirado de la Guardia Nacional, y Dennis Alberto Ramírez López, también Médico Pediatra.

La huella de Aretha Franklin

Un recuerdo muy grato guardaráde su infancia como un tesoro, cuando recién empezaba en el Grupo Escolar Nacional de Bobures: la primera vez que escuchó en la casa de Nelly Luzardo, una vecina que lo mimaba, en la voz de Aretha Franklin, la canción compuesta por Otis Redding: Respect.

En ese momento se abrió, para Eddy, la puerta que dejó entrever su futuro. Es el instante en que logra la conexión con la gracia que lo consagrará como un bienaventurado; respeto que pediría y ganaría Eddypor su inteligencia, su talento y su ángel, como aspirante a buen ciudadano y médico.

Respeto a sus orígenes afroamericanos —que nunca abandonó y que exhibía con orgullo los días de celebración de la fiesta de San Benito de Palermo—, que reconocían con admiración sus colegas, y demás profesionales, pero que la mayoría de la gente sin educación aprovechaba para igualarse sin distinguir.

Tres características de su personalidad resaltarán su perfil: en primer lugar, Eddy fue un ser muy humilde, con una dificultad muy grande para exaltar su ego —para mí una bendición que nos hizo inseparables— y a su vez, una gran capacidad para comentar y honrar las virtudes familiares, de sus colegas y sus amigos; en segundo lugar, tenía una vocación única para el estudio y el servicio público, que lo distinguió como un excelente profesional, profundamente inteligente y en constante superación en su especialidad; y en tercer lugar, profesaba en sus cristianas convicciones un amor al prójimo, una generosidad y una bondad sin límites que lo hicieron un hijo, un esposo, un padre y un amigo merecedor de los más grandes elogios como un ser humano de impecable conducta ciudadana.

La secundaria la hará en el liceo Rómulo Gallegos, desde donde se perfila como un destacado dirigente estudiantil y gremial. Llegaría a tener muy pronto ascendencia sobre su grupo y su condición de alumno distinguido le ganará rápidamente el respeto y la admiración de sus condiscípulos y de toda la comunidad estudiantil.

Si se habla de atributos personales, siempre serán insuficientes para distinguir a tan noble ser humano. Su compañera de curso y amiga durante gran parte del bachillerato, María del Carmen Vásquez, dirá de él: desde que entró al salón y se presentó sonriendo cuando pasaron lista lo amé, por tres razones, que en ese momento desconocía:

Tenía una extraordinaria capacidad para sacar lo mejor de cada uno de nosotros. En segundo lugar, poseía una condición natural de padre protector que nos evitó situaciones desagradables propias de la juventud en esa época; y en tercer lugar, porque en él habitaba la sensibilidad del genio masculino-femenino, para confesarnos a todos por igual, y ayudarnos a comprender y a explicar el momento difícil y salir adelante.

En la universidad, en sus tiempos juveniles, llegará a ser un destacado dirigente. Era la época en que el movimiento estudiantil se recuperaba de sus años perdidos en causas inútiles y equivocadas y asumía su compromiso, junto con las autoridades, de colocar a la universidad al servicio de la sociedad y no de ideologías extraviadas. Él, como muchos otros, supo llevar su granito de arena para reconciliar lo académico con lo político, las reivindicaciones estudiantiles con las luchas por una universidad mejor al servicio del país.

Pediatra para cuidar los tesoros de la familia: los niños

Graduado como médico cirujano en la casa de estudio por la que siempre luchó, la Universidad del Zulia, en la promoción 1980, llegará a ser un extraordinario servidor de la medicina y del país. En el ejercicio de su profesión destaca por lo que siempre lo caracterizó, su desprendimiento en el oficio y la misión irrenunciable que se propone cuando abandona su Alma Mater: servir al prójimo, por lo que convierte su trabajo en un apostolado y se transforma en un servidor incondicional cuyo único fin es brindar atención y asistencia a todo aquel que la necesite sin importarle su condición social.

Tenía la convicción de que en la consolidación de la pareja, mediante el matrimonio, y la atención responsable, dulce y amorosa, principalmente de la madre, a los hijos, junto a las buenas enseñanzas y los buenos ejemplos en el hogar, están los cimientos para ayudar a los niños a crecer sanamente y sin huellas traumáticas. Venía de una familia levantada a fuerza de amor, voluntad y trabajo y estuvo pendiente de sus hermanos y su madre hasta sus últimos días.

De allí su marcada inclinación en defensa de la mujer y su honda preocupación por la mucha carga que lleva a cuestas en nuestros países, donde, como ya conocemos por estudios de organismos internacionales como la CEPAL, la mayoría de los hombres son alérgicos a compartir en igualdad de condiciones la responsabilidad familiar.

En su vasta experiencia de servicio en hospitales públicos y en clínicas privadas por más de 35 años, su experiencia y sus vivencias no sólo lo dicen, sino que también confirman, que cuando las cosas en el nacimiento de un recién nacido no van bien, generalmente el padre huye. Si un bebé nace con alguna limitación física o psicológica, lo más probable es que el padre al poco tiempo renuncie a su responsabilidad, por lo que la carga material, psicológica y moral para la madre pasa a ser mucho mayor.

Unos meses antes de su graduación de Médico Cirujano vendrá el matrimonio con una bella mujer compañera de facultad, de nombre Zori Coromoto CastellanoMartínez, el 4 de abril de 1979, de la que se confesará en privado muy enamorado hasta el final de sus días: me cautivó de ella, su inteligencia, su belleza, su lealtad y el arte de amar. De esa unión nacerán Juan José Ramírez Castellano (10 de enero de1980), Alejandro Javier (11 de octubre 1987) y María Virginia Ramírez Castellano (13 de octubre de 1990).

En su afán de servir y ser cada día más útil, continuó estudios de postgrado en el Hospital Universitario de Maracaibo para especializarse y lograr el título de Pediatra Puericultor en 1985. Visionario —según la Dra. Wilhelm— de las prioridades de la región y el país, en 1986 viaja a Caracas con el fin de continuar ampliando su formación, para realizar la sub especialidad de Medicina Crítica Pediátrica en el hospital J.M. de los Ríos, avalado por la Universidad Central de Venezuela, obteniendo su título en 1988.

Esos logros en su mejoramiento profesional, utilizados de forma muy eficiente y oportuna en la región zuliana, con su dominio cabal y una ética intachable, le harán ganar el reconocimiento y prestigio profesional por parte de sus colegas, los familiares de los pacientes y los pacientes en estado crítico que lograron felizmente su total recuperación. En el año 2014, realizará con éxito estudios para obtener en la Universidad del Zulia el título de Doctor en Ciencias Médicas.

Fue un gran colaborador en la docencia con la Universidad del Zulia, en pregrado y en la dirección de postgrado en las cátedras de Clínica Pediátrica y Medicina Crítica Pediátrica, por lo que fue un formador de médicos, de especialistas y de subespecialistas. También dedicó sus conocimientos a los postgrados de Enfermería Crítica Pediátrica.

Dictó múltiples conferencias a lo largo y ancho del país, además de charlas, talleres y exposiciones en innumerables congresos, jornadas médicas, mesas redondas. Actuó como médico consultante de casos clínicos de otros colegas y también fue asesor de la Secretaría de Salud del Estado Zulia, bajo la dirección de su profesor, maestro, gran amigo y ejemplo de dignidad hipocrática: Gustavo Pineda.

Perteneció a la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría filial Zulia. A la Sociedad Venezolana de Medicina Crítica, capítulo zuliano. Cuando culminó su postgrado en Medicina Crítica Pediátrica, se iniciará como médico intensivista pediátrico; y en el campo privado, en la Clínica Sucre, luego en el Centro Médico Paraíso y culmina en la Policlínica Amado, su máxima casa que lo acogió hasta sus últimos días en su consulta privada de pediatría y terapia intensiva.

Eddy Ramírez López fue formador de paramédicos, miembro de apoyo médico del Cuerpo de Bomberos de Maracaibo, donde alcanzó el grado de Capitán de bomberos y fue uno de los fundadores de la Dirección de Medicina de Emergencia de este cuerpo.

Un ciudadano para seguir y un amigo para amar

El Dr. Enrique Ferrer, presidente de la Clínica Amado, donde Eddy Ramírez llegó a ser importante accionista y cuya Unidad de Neonatología, lleva en su honor su nombre, nos comenta emotivo: además de gran amigo y colega fue un ser humano espléndido, lleno de nobleza, profesional a carta cabal, con un concepto de justicia social avanzada.

Su compromiso social iba más allá de lo que marcan las relaciones médico-paciente en el ámbito privado y público; tenía una alta conciencia de la situación del sector salud en Venezuela y siempre estuvo al frente, junto con un conjunto de profesionales del gremio preocupados por el futuro del país, para denunciar fallas e injusticias y promover soluciones sin otro interés que el que dictaba el deber ciudadano.

En el caso de la atención médica —confiesa Ferrer— la brindaba sin discriminación de ningún tipo y en ocasiones, me consta, ponía de sus propios recursos o se hacía cargo de deudas. Y no es que no le gustara el dinero, le gustaba como nos gusta a todos, pero no era condición indispensable para servir. Cuando tenía al niño enfrente, solo su vida era importante.

Fue un gran jugador de dominó, me costaba mucho ganarle.Pienso —dice sonriendo— que su habilidad consistía en que siempre jugaba en llave con sus hermanos Edmundo y Dennis. A mí me gustaba jugar en su contra porque después hacíamos humoradas de los encuentros. Pero te voy a decir algo: a él le gustaba el baile y ahí no me ganaba: ¡yo bailaba mejor!

Siento, en mi caso, que uno de los especiales motivos que soldaron nuestra amistad, hasta hacerla irrompible como el acero desde que nos conocimos en el bachillerato y fuimos vecinos en Santa Lucía, en el barrio El Empedrado, fue su condición afrodescendiente y la mía por parte materna de ascendencia Wayuu.

Supimos desde muy temprano, sin complejos y muy seguros, cuáles eran nuestros obstáculos y cuáles los desafíos, en una sociedad donde apenas se instalaba la democracia y la discriminación aún se hacía presente en los sectores más atrasados de la sociedad, hacia el negro y el indio.

Gracias a esa democracia tuvimos una excelente educación, en la que la calidad impartida en los colegios y liceos públicos competía en igualdad de condicionescon la que se dictaba en los privados, laicos y religiosos.

Recuerdo que de estudiantes en el último año de su carrera, fuimos a visitar en un caserío de Mara a mi abuelo materno moribundo, al que los médicos habían despachado de un hospital sin darle ninguna esperanza.

Eddy le ordenó unos exámenes urgentes y le recetó un conjunto de medicamentos que él mismo me ayudó a conseguir. El abuelo, al que ya le habían comprado la urna, no solo se repuso y mejoró, sino que también se prolongó su vida por más de cinco años.

Le debemos a Eddy Ramírez, la atención, los cuidados y los cristianos consejos, para traer al mundo a la única hija nacida del matrimonio, que hoy cursa un programa para Médico Cirujano en los Estados Unidos. La habíamos evitado porque no pensábamos en hijos. Eddy nos aleccionó para tenerla y ha sido luz y aliento en la vida que hoy llevamos, cada uno por separado.

Hoy puedo escribirlo, como seguro habrán hecho en privadotantas parejas sobre un hecho similar, o los relatos de padres agradecidos por bebés, niños o adolescentes que hoy son hombres y mujeres, a los que salvó la vida porque vinieron al mundo en condiciones precarias de salud.

Vivimos una amistad de más de cinco décadas en la que compartimos alegrías y tristezas, ilusiones y esperanzas; escuchamos la misma música: a ambos nos encantaba el rock y las baladas en inglés; conocimos muchos amores de juventud de manera simultánea; militamos en la misma organización política, él desde medicina y yo desde economía. Puedo decir que nunca tuvimos un desencuentro que dejara huella.

Cada vez que conversábamos, en los últimos encuentros, me decía: vienen los años más productivos del ser humano; hemos acumulado experiencia, conocimiento y debemos prepararnos para ser sabios y útiles consejeros a las nuevas generaciones. Creo que muchos cuentos podremos contar a los nietos.

Lamento que uno de los sueños que no pudimos cumplir fue el que mis padres y hermanos asistieran a una de las celebraciones de San Benito de Palermo, para que disfrutaran el ritual en que los tambores encendidos de pasión no pueden contener el frenesí de hombres y mujeres que danzan plásticamente con las caderas, las manos, el pecho y el alma hasta la extenuación en honor a su amado Santo.

Dos años atrás, me había pedido que le escribiera un poema para una cumpleañera, su ahijada, que celebraba sus quince años; una sobreviviente bajo su cuidado que nació pesando un kilo doscientos gramos: Isabella María Haftsadi García. Parte del poema reza así:

Una tibia tarde de junio te asomaste a la luz/el verano apenas bostezaba sus pasiones/Toda tú te insinuabas, /en tus apretados parpados, /en tus rosadas mejillas, /en tus labios inocentes

Eres fragancia de aliento mutuo, /una burbuja encantada, /un diminuto pétalo de lirio, /la génesis de una secreta partitura, /Eras, acaso, una silueta que audaz/ desafiaba a el reloj de los tiempos

Después no te sentías en los gemidos del viento/ni en el dulce palpitar de las olas/ni estabas en los jeroglíficos de las nubes, /ni en la ira sugestiva del fuego

Buscabas tu nombre y un nombre/un sueño y un destino/la frágil naturaleza que fuiste/ ha germinado en calor humano /atrás quedo el duro frio de los orígenes/ahora es alegría, belleza, inteligencia/vueltas alas para volar, crecer y vencer

Eres un precioso cosmos/imposible de contener en una mano/de resolver en un dilema solo con ciencia/como aquella atribulada tarde de junio

Dios a través de ti nos habla de su infinito poder, /del milagro de vivir, /del gozo y el júbilo del alma, / si es bendecido por los dones divinos.

Sentía cuando lo escribí que con el rendía tributo al profesional incansable y desvelado que fue toda su vida y especialmente, al amigo que amé de manera incondicional.

El día que leí el poema a Isabella, jamás, en toda mi carrera-dijo-, me había sentido más orgulloso de mi profesión.

Eddy Rafael Ramírez López, partió en un momento estelar de su vida personal y profesional, al encuentro de nuestro Señor, el primero de enero de 2021. El nombre de la emergencia pediátrica del Hospital Universitario de Maracaibo, lleva el nombre de este insigne, Zuliano Inolvidable.


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