Una dama rubia pecosa vestida de oscuro atraviesa gimnasta y glamorosa la sala de la residencia del Embajador norteamericano y toda ella, junto con su “hola”, cae en la luz caraqueña como una pastilla efervescente de vitamina C. Al pie de la escalera que no suena porque está alfombrada, un gran árbol de navidad huele a pino fresco, a mañana de Nebraska, y algunas agujas de sus ramas caen sobre los paquetes envueltos en papel de regalo.

Una cortina se movió muda, alguna puerta se abrió y apareció el rostro vaquero pelo blanco de oso, de William Styron, quien media hora después diría: “tengo pocos pasatiempos aparte de viajar. No creo que soy deshonesto al decir que me satisface estar en Venezuela. Es la cuarta vez que vengo y siempre encuentro algo nuevo y atractivo”.

Aunque no es un hombre débil ni bajo, la presencia de William Styron se capta como flotando, de la manera que lo hace un corcho sobre el agua. Es gentil y sencillo, pero da la impresión de que en este instante cambiaría un brazo por estar con los ojos cerrados en una playa perdida, donde no apareciera jamás alguien capaz de reconocer al novelista que ganó el Pulitzer con The confessions of Nat Turner; el Premio de Roma de la Academia Norteamericana de Artes y Letras con Lie Down in Darkness y que escribió para consagrarse internacionalmente la novela Sophie’s Choice.

Las manos de Styron tendrían que ser más largas de acuerdo a su físico; son manos cortas, acostumbradas a la máquina de escribir. Parecen tener vida independiente. Se hunden en las comisuras del mueble, se buscan una a la otra en un universo de respaldos y rodillas; se topan, caminan como cangrejos, se cierran con dolor cual arañas golpeadas y súbitamente, entre una frase y otra, se abren para volar.

―No hago diferencias ―dice Styron― entre la literatura latinoamericana. Conozco a García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Donoso. La lista de escritores latinoamericanos es tan vasta que no puedo permitir diferenciaciones o divisiones. De la misma manera, no podría esperar que se dividiese en regiones a la literatura norteamericana… en cosas como “escritores del sur de EEUU, escritores del norte”. No he podido separar la literatura venezolana de la latinoamericana, por la cual, en general, siento gran respeto y admiración.

Su esposa, la poeta Rose Styron, debe estar entre almohadas aún. Ella es autora de dos volúmenes de poesía titulados From Summer to Summer y Thieves’ Afternoon. Ambos escritores son defensores del movimiento mundial en favor de la libertad de expresión.

Respecto a lo que los norteamericanos prefieren leer en la actualidad, Styron señala que “la literatura norteamericana está llena de sorpresas y el escritor no escribe viendo lo que le va a gustar al lector: simplemente escribe y surge la sorpresa que agrada al público”.

―¿Le resulta más fácil hallar el tema o lograr sus personajes?

Styron responde:

―El tema me encuentra a mí; existe un fenómeno de inevitabilidad entre el encuentro del tema conmigo.

―¿Siente que aún no ha escrito su gran novela?

Se le escapa un “no” en español. Luego dice, evidentemente moviéndose a gusto en la respuesta:

―Mi obra no es como cadenas de montañas que deba superar o vencer, una cada vez más alta que la otra: la forma de mi obra es más bien como una planicie, en la cual necesito mantener un nivel constante.

Cuenta que está terminando una novela que interrumpió para escribir Sophie’s Choice. Sophie se incrustó en su ánimo como una espina y tuvo que sacarla.

―He vuelto a reanudar aquel libro; trata sobre el cuerpo naval, la marina norteamericana en la guerra de Corea. El personaje es un miembro de esa fuerza naval y es un personaje trágico.

Mejores lectores

Norman Mailer, un escritor contemporáneo, ha manifestado públicamente su enemistad con Styron. Cuando otros escritores han dicho que William Styron es el mejor autor norteamericano de la actualidad, Mailer ha opinado lo contrario y aunque aceptó que la novela Lie Down in Darkness “es notable” gruñó para afirmar que The Long March escrita en 1956 “está tan llena de mierda como un pavo de navidad”.

William Styron sonríe y sus manos parecen hablar entre sí, de esa sonrisa particular que es un gesto de indiferencia ante Mailer. Sin embargo apunta:

―¿Mailer? Considero que él es el prototipo del “macho” que siempre está en un encuentro pugilístico y su actuación es una muestra de inseguridad, respecto al lugar que ocupa en la literatura norteamericana.

―¿Anula lectores la televisión? ―rebota la pregunta, cortando el tema anterior que Styron da de todas maneras por agotado.

―Creo que la televisión lo que ha conseguido es absorber al tipo de lector mediocre al cual le gustan los novelones, las revistas folletinescas por entregas. Pero no creo que haya logrado atraer al lector serio, interesado en la literatura de alto nivel. Al contrario, con el tiempo se incrementa este tipo de lectores. En realidad, el fenómeno del libro de bolsillo, al alcance del gran público, ha generado un mayor número de lectores serios, que buscan la buena literatura.

Se detiene atento ante unos pasos suaves que recorren en espiral la escalera, tal vez pensando que es su esposa Rose. No es, y prosigue afirmando:

“Hace sesenta años se planteaba este dilema pero con el cine y la radio. Decían que estos medios iban a matar la literatura pero ya ven que eso no ha ocurrido”.

Aclara su garganta y añade:

―Creo que el mayor peligro representado por la televisión es que seduce a la niñez y desde una edad muy temprana hace adictos a los niños.

―¿Pierden mucho las versiones en español de las novelas norteamericanas?

―Depende de la traducción y por lo tanto del traductor. Hablando con Carlos Fuentes, mi amigo, quien tiene fluidez en ambos idiomas, me comentó que la traducción de Sophie’s Choice fue vertida en un castellano de Castilla, lo cual hizo que perdiera su sabor ante el público latinoamericano. Por otro lado, con el mismo libro se realizaron excelentes traducciones en francés y portugués –esta última en Brasil– y ambas han tenido gran acogida: en Francia se han vendido más de 100 mil ejemplares hasta el momento.

A juicio de William Styron es inútil decir actualmente quién es el mejor escritor norteamericano y lo mismo ocurre en Latinoamérica.

“Ahora existe una pléyade de escritores excelentes y me parece que es como para dar gracias de que nuestros pueblos tengan tantos y tan buenos autores”.

―Usted, como cualquier escritor, tiene tres tiempos para escoger, a la hora de darle cuerpo a sus novelas: el pasado, el presente y el futuro. ¿Cuál prefiere?

―Creo que en el pasado hay una fuente mejor de inspiración para mí. Hablo de un pasado cercano. Es más difícil absorber las cosas del presente… para mí el presente y el futuro no son atractivos. No me atraen tanto como lo hace el pasado.

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(Esta entrevista fue publicada originalmente en enero de 1982).


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