el ávila
“El Ávila desde Alvalar” (óleo sobre tela, 87 x 230 cm, 2014) / Adrián Pujol

Por ANTONIO GARCÍA PONCE

Desde hace algunos años, el nombre tradicional para designar la hermosa montaña que se levanta como un enorme telón al norte de Caracas ha estado sufriendo los embates de una revisión, destinada a sustituirlo por la voz Waraira Repano, de neto origen indígena, quizás caribe.

Ante el dilema Waraira Repano o cerro El Ávila, luce demasiado chocante la tenacidad con la cual quienes por ello reciben el nombre de indigenistas se aferran a la exclusiva denominación caribe. Durante siglos, la etiqueta avileña permaneció indisputada y apenas la de Waraira quedó arrinconada en un folio amarillento leído por historiadores profesionales o algún curioso donde se decía lo siguiente, cito:

“Capítulo diez y seis
En cuanto a este capítulo me remito al primero y tercero y el nombre de esta sierra que está entre Nuestra Señora de Caraballeda y este pueblo los indios la llaman Guarariaripano que quiere dezir sierra grande”.

Así escribió, Juan de Pimentel, Caballero de la Orden de Santiago, gobernador y capitán general de la ciudad de Santiago de León de Caracas, en su Relación Geográfica y Descripción de la Provincia de Caracas y Gobernación de Venezuela. Año de 1578.

En cambio, da la impresión que a partir del 1600 en adelante este cerro era llamado simplemente Sierra del Norte.

Para unos el término Ávila se debe al alférez mayor de campo Gabriel de Ávila, nombrado en 1573 alcalde ordinario de Caracas, y quien poseía unas tierras en dicho valle. Para otros, no fue Gabriel sino el gobernador Gerónimo de Ávila, quien poseía tierras en el valle, y que en 1795, año de su muerte ya se nombraba esas tierras como de Ávila. Oficialmente, las actas del Cabildo de Caracas registran la primera mención de la sierra de Ávila, en 1778.

Es el peso y la fama de un visitante de primera categoría mundial quien inicia un serio estudio del cerro de Ávila, despojándolo de su mera visión de montaña. Se trata de Alejandro de Humboldt, quien en compañía de Aimé Bonpland y Andrés Bello, sube hasta la Silla de Caracas, y da cuenta sobre las características de la fauna, la flora y los minerales del cerro. Además, mide su altura, la temperatura y la presión atmosférica allí reinantes.

El paso de los años reafirma la influencia del Ávila sobre la ciudad y su gente. El cerro va ocupando un lugar privilegiado en la visión de los poetas, escritores y amantes de la naturaleza.

Cabe preguntarse: ¿Es la majestad de la montaña la que hace hermoso y cantarino su nombre avileño? ¿O es el nombre tan sonoro y retumbante como la muralla de la ciudad española la que presta su majestad a la montaña?

Al volver a su patria, el poeta Juan Antonio Pérez Bonalde escribe en 1876:
“Caracas, allí está; vedla tendida
a las faldas del Ávila empinado,
odalisca rendida
a los pies del sultán enamorado”.

Arturo Uslar Pietri dijo en Tierras venezolanas: “La luz de Caracas tiene un gran telar de hacer tapices en la tendida urdimbre del cerro del Ávila”.

Mario Briceño-Iragorry explica en Crónica de Caracas: “Amar al Ávila y al valle antiguo donde hoy se extiende la ciudad, es signo de afección sincera a los más sencillos y claros valores de la nacionalidad”.

Manuel Cabré es, por antonomasia, el pintor del Ávila.

Adrián Pujol pinta El Ávila, morada de miradas.

Quedan inspirados por el Ávila los artistas plásticos Antonio Edmundo Monsanto, Antonio Alcántara, Francisco Fernández Rodríguez, Alejandro Otero…

El conocido poeta y periodista guariqueño Luis Barrios Cruz escribe Patrona de Venezuela:
“Patria del Ávila en roca
Y de Caracas en seda”.

Y un joven que no llega a los 30 años, de nombre Carlos Cruz-Diez, lo ilustra así:cruz diez

La orquesta Billo’s Caracas Boys dice del río Guaire:
“Caracas se asomó más de mil veces a mirarse
Y el Ávila también quiso en tus aguas reflejarse
No importa que hoy te encuentres solo, triste
Y desteñido”.

Alfredo Sadel canta Bella Caracas:
“Tierra de leyenda, de bravos guerreros,
primavera india, hija de español.
Yo llevo en el alma tu Ávila, tu cielo,
si de ti estoy lejos, llora el corazón”.

Ilan Chester canta “Cerro Ávila”.

Para terminar, hablemos de un hecho que indica la aberración a que han llegado los indigenistas en su deseo de borrar los términos que usaron los españoles a partir de los inicios del siglo XVI para denominar lo que aquí encontraban. Se trata de llamar ABYA YALA a todo el continente, en vez de América. Así fue aprobado en la II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de ABYA YALA, realizada en Quito en 2004. Y en 2007 constituir una Coordinación Continental de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas de ABYA YALA, “como espacio permanente de enlace e intercambio, donde puedan converger experiencias y propuestas, para que juntos enfrentemos las políticas de globalización neoliberal y luchemos por la liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del territorio, del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien”.

¡Tamaño despropósito ese, hermano!


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