Asdrúbal Baptista / Roberto Mata©

Por JOSÉ BALZA

“La renta del petróleo no es el futuro del país, pero sin la renta del petróleo no tenemos futuro”. Esta expresión, propuesta hace más de diez años por un analista genial, sigue cumpliéndose hoy con dolorosa exactitud.

Su autor, Asdrúbal Baptista, acaba de publicar lo que probablemente sea el libro más extraordinario del pensamiento económico en Venezuela: El relevo del capitalismo rentístico. Hacia un nuevo balance de poder (Fundación Polar, Caracas, 2004). Baptista es profesor del IESA y rigió la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Su amplia bibliografía cuenta, entre otros títulos, con Límites de la economía política, Consideraciones acerca de una ciencia histórica (1996), Bases cuantitativas de la economía venezolana: 1830-1995 (1997), Teoría económica del capitalismo rentístico (1997). Incansable realizador de exigentes proyectos intelectivos, parece haber saltado, como imán, desde sus alturas merideñas a una sintonía profunda con la cultura universal.

Vemos la estéril gesticulación de los políticos, recordamos a los hacedores de la Independencia; nos asombra la sabiduría pedagógica de Simón Rodríguez, y el escaso cumplimiento de sus ideas; nos conmueven el destino de Juan Francisco Meserón y los asomos sinfónicos de su flauta o un boceto de Cristóbal Rojas; nos deleita el oleaje blanco, geografía del alma venezolana en relieve, según la ha trazado Gladys Meneses; nos reconocemos en las sutiles vibraciones de Soto y en la agresiva energía de nuestras ciudades; celebramos el humor, la inventiva del lenguaje cotidiano, el paisaje múltiple y encantatorio de todo el país; nos deslizamos sobre gasolina, pero ignoramos el implacable tramado de esa otra historia que nos contiene, nos define, nos determina y que, si parpadeamos erróneamente, acaba con todo lo anterior: el enlace de cada hecho y cada fenómeno a signos económicos no siempre precisados y precisables.

Baptista, de algún modo nuestro Freud matemático, ha elaborado durante las últimas tres décadas una teoría sobre Venezuela, a la vez original y milimétricamente arraigada en cada día del país.

Solo que ahora no estamos ante un libro “astringente” de economía. Su autor se desplaza con honda naturalidad entre Aristóteles y Tito Livio, entre Shakespeare y Heidegger, entre Alberto Adriani y Uslar Pietri, bajo tres luces decisivas en su formación: Adam Smith, Hegel y Marx.

Claro que Baptista ha publicado volúmenes de concisa lengua numérica y difíciles silogismos económicos (Teoría del capitalismos rentístico y su erudito estudio Límites de la economía política), pero los lectores comunes podemos tener acceso a esas exploraciones desde otros puntos de vista: los ensayos de Venezuela siglo XX, visiones y testimonios y El caso Venezuela, entre otros.

En ambos casos, sin embargo, hallaremos el estilo de fibra y la compleja concreción de un clásico vibrante. Entonces advertiremos cómo los ángulos económicos adquieren la sutileza y la contundencia que iluminan cada concepto, cada tema y su desarrollo.

“Mis problemas con el número, la historia y la economía, eran de otro ámbito”, confesaba Baptista hace algún tiempo. Estas palabras nos colocan en uno de sus centros perceptivos: porque siente y piensa la economía no sólo con rigor profesional sino con la magnética claridad de un filósofo pleno de vitalidad, con la misteriosa fascinación de un artista.

El eje de toda la obra es, obviamente, Venezuela, tanto la del siglo XIX como la que precede al petróleo, tanto la del siglo XX como la que, en sus palabras hoy, resulta ser pospetrolera.

¿Cómo no asombrarnos de que alguien se obsesione con la ambigüedad del tiempo y que esto se materialice en el “número” y, singularmente, en lo que permita dar un “fundamento cuantitativo” a la historia de Venezuela? De manera similar a lo que podría ocurrirnos ante una escena de Sherlock Holmes, reconocemos la pericia de Baptista para establecer la serie del movimiento poblacional en el país, desde 1895 hasta 1903, de aquí a 1936, hasta hoy.

Con él reencontramos aquella Venezuela de 1926 cuya pobreza “acaso no distaba de ser la mayor del continente”; y en la que la esperanza de vida estaba entre los 31 y 34 años. (¿Hemos cambiado realmente, acaso?). El país que recibió el impacto y la confusa abundancia del petróleo surge de esta escritura con escalofriante exactitud.

No soy capaz de sintetizar el lúcido razonamiento del autor acerca de nuestro universo económico. Pero la nitidez de tal pensamiento, repito, permite atender a intrincadas relaciones conceptuales con atenta soltura.

Cuando tiene cuarenta años, escribe un brevísimo y memorable libro: De la vida intelectual del economista (1988). Páginas que resultan ser una singular apertura de conciencia: el autor analiza su profesión, la relaciona con disciplinas esenciales (filosofía, historia, ciencia) hasta hallar las conexiones que insertan o diferencian a unas y otras. Un método fértil que resumía su trayectoria intelectual y lo impulsaba a la percepción teórica que desarrollaría paralela e inmediatamente.

Destaquemos apenas su ardua y minuciosa investigación “para dotar al país de un fundamento económico”. Fascinado por esta carencia, establece, como hemos dicho, las bases para una historia cuantitativa inexistente hasta entonces. Así concreta un eje que va desde 1825 hasta hoy. La inmensa “orfandad estadística” ha sido vencida.

Entre 1988 y 2003 se escribe El relevo del capitalismo rentístico (2004). Como el autor mismo demuestra en su estudio, no fueron economistas quienes pensaron la realidad petrolera en Venezuela sino, ¿azarísticamente?, políticos y hombres de acción.

En aquel lapso, Baptista va creando su sistema personal de comprensión sobre el petróleo y la vida venezolana. El resultado es una teoría convincente y terriblemente asentada en los hechos: su idea del capitalismo rentístico. El mercado como confluencia de todas las esferas humanas; por lo tanto, como fenómeno ocasional o histórico, su aparición en ciertas sociedades, su conjunción con el poder. La renta, imprescindible concepto. Venezuela y su petróleo. El desequilibrio económico, que conduce al autor a su síntesis determinante: “En una economía petrolera la oferta no crea su propia demanda”. Todo esto forjando las escalas teóricas, que pueden revelarnos hoy un país casi desconocido bajo las máscaras del poder, del petróleo, de la incierta conducción gubernamental. Y a esa alta, útil e imprescindible visión nos trae el novedoso libro de Baptista.

Como podemos notar en este rápido esbozo, cada uno de aquellos incisivos aspectos representa una exploración, un descubrimiento, un llamado y, probablemente, un punto de solución para la dislocada historia petrolera de la nación. ¿No necesitamos acaso de un pensamiento superior para comprender tan estigmatizada realidad, para convertirla en verdadera fuente de bienestar?

Justamente ahora, cuando el país requiere de ser considerado desde lo más profundo de su economía, con honestidad, resulta electrizante advertir cómo desde 1986, Baptista, al pensar en el petróleo y en PDVSA, insistía en la necesidad de atender a “los intereses populares”.

Lo público y lo privado, sus límites y expansiones, se ciernen en la comprensión de Baptista, para clarificar las relaciones entre el Estado y la población.

“La inmensa paradoja de un acelerado crecimiento que corre parejo con un decrecimiento del nivel de vida de la gente, debe frenarse de inmediato”, había dicho. Y añadía: “Es menester que se vaya cerrando la brecha entre los que más reciben y los que menos reciben de la sociedad”.

Y reencontramos en esta edición, aquel párrafo decisorio, presentado (y desoído en el círculo del alto poder) por el joven ministro de Economía del gobierno de Caldera en 1994; párrafo que, de haber sido atendido a tiempo, habría cambiado la historia del país:

Habrá de proponerse muy pronto, puesto que es impostergable, que un porcentaje del valor que Petróleos de Venezuela y sus empresas filiales representa en el mercado, al igual que de la Corporación Venezolana de Guayana, por ejemplo, un 10 por ciento de su valor accionario, y a lo largo de los próximos cinco años, se le entregue a los trabajadores del Estado que opten por dejar sus cargos para buscar un destino mejor por sus propios medios o en puestos de trabajo privados. Es decir, un 10 por ciento de la mejor propiedad estatal se le entregará a los trabajadores del Estado, de modo de facilitar su transferencia desde el empleo que actualmente ocupan a otras posibilidades de empleo y de remuneración.

Si esto no fue escuchado ni materializado antes, ¿no ha llegado la hora de pensarlo desde las perspectivas actuales?

El relevo del capitalismo rentístico no solo es un originalísimo y exacto tratado de economía política sino también una móvil meseta para asentar a la nueva Venezuela. Nunca como hoy necesitamos del pensamiento antes de actuar. Estas páginas podrían fraguar una nueva alma del país: permiten reconsiderar aquello que eran nuestras costumbres, nuestra literatura, nuestra Historia. El libro subyace y flota alrededor de esas y otras disciplinas para renovar la comprensión del país.

Nada me cuesta, sin que esto sea paradójico ante su riguroso carácter científico, leer en sus capítulos la más honda novela venezolana del petróleo.


*El ensayo anterior forma parte de la colección Ensayos crudos, publicados por Monte Ávila Editores, en el año 2006.


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