Por NELSON RIVERA
Una solución final para Ucrania.
Reclama la agencia estatal rusa RIA Novosti.
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Aprenden a velocidad de vértigo. Por ejemplo, a distinguir ciertos sonidos. Tras un corto shhhhuuaasssss que cae del cielo, hay que contar hasta cinco. A continuación, la explosión, su estruendo.
Pero incluso este párrafo es equívoco. Narra como si los hechos ocurriesen en dos tiempos. Para la víctima el hecho ocurre en el tiempo único de lo pavloviano: se lanza al piso, salta a la trinchera, cierra los ojos, impotente, cuando todavía el shhhhuuaasssss no ha finalizado.
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Si lo escuchas, caerá cerca.
Si lo escuchas, lánzate al piso.
Si cayó uno, es probable que pronto caiga el segundo.
Si ya explotó, abre los ojos a ver si el incendio ha comenzado.
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“En Borodyanka, hasta ahora sabemos que 25 adolescentes fueron violadas en grupo y nueve de ellas están embarazadas. Varios cuerpos de niños fueron encontrados desnudos con las manos atadas a la espalda y sus genitales mutilados. Un soldado ruso violó a un bebé”.
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Una solución final para Ucrania.
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Bajo los escombros, los cadáveres escapan a las estadísticas.
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De los escombros, algún crujido.
Y el olor.
El olor que se levanta.
Solo el olor.
Como si fuese una materia que se pudiese tocar en el aire.
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Pequeñas urbes de sótano.
Los niños juegan a la guerra.
Las madres hablan del hambre y de lo que se sabe.
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Paso 1: destruir las tuberías.
Paso 2: distribuir francotiradores.
Paso 3: cazar ucranianos cuando salen a buscar agua.
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Una Solución Final para Ucrania.
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En la guerra nada se sabe del todo.
Todo está en camino de saberse.
Pero cuando el puzzle se completa, ya es tarde.
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Redundancia.
Francotiradores que cazan francotiradores.
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Fueron casa por casa.
Hasta el último rincón.
Insultos, golpes, gritos.
El enemigo: todo varón en edad de combatir.
Los maniataron y los sacaron a golpes.
A unos elegidos los llevaron a un garaje.
Los torturaron.
A los demás los remataron en las narices de sus familias.
Sembraron las calles de cadáveres.
Bucha.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Hipócrates en el hospital de campaña:
¿Han debido los médicos ucranianos salvar las vidas de soldados rusos?
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A Siberia.
Los niños secuestrados por los rusos y deportados.
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Los tanques pasan sobre los cuerpos.
Y sobre las lápidas del cementerio.
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Un montón de materia sanguinolenta.
¿Qué es? Pregunta el reportero.
La señora Ilya y su nieto.
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La guerra es la desaparición del orden del tiempo.
No es posible saber cómo han ocurrido las cosas.
Qué fue primero.
Si la bomba.
O la alarma.
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En los barrios que fueron arrasados por los misiles, sobreviven unos poquísimos seres solitarios.
Nada se sabe de ellos.
Salvo los gritos en la noche.
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Una Solución Final para Ucrania.
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La guerra liquida las matemáticas. Las despoja de naturaleza. Las precisiones desaparecen para abrir el campo a las estimaciones. A los rangos. Al temblor de las aproximaciones.
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Agotamiento bélico.
Hombres, Transportes, Armas, Infraestructuras.
Todo empujado a sus límites.
La guerra.
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Te puedes esconder de los hombres.
Pero no de sus armas.
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“Ucrania debe desaparecer junto a su presidente”.
Selim, biznieto de Stalin.
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Cada bala rusa lleva un nombre.
La mía me anda buscando.
Y me encontrará.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Todavía están contando las víctimas ejecutadas en los alrededores de Kiev.
Todavía están contando los cadáveres lanzados a las fosas comunes.
Todavía.
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Ahora sé lo que es el odio.
Lo sabemos todos.
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Mi esposo está en el turno.
¿El turno?
Cinco días y cinco noches seguidas de combate.
Cinco días en la zona roja.
Cinco días donde todo estalla.
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El apellido de nuestra familia debería cambiar.
Deberíamos llamarnos Partisanos.
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Mensaje de Mijail Tkach, carnicero de Bucha.
“Tan pronto como vuelva sabrás que estoy en tu tierra para matarte a ti y a los apestosos muertos andantes”.
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En el contrato firmado por Mijail Tkach se listan sus deberes: asesinar,
mutilar
y violar ucranianos.
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El plan de invasión evita los eufemismos.
“Realizar ejecuciones sumarias cuando sea oportuno”.
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La guerra es el tiempo de pensar el tiempo.
En la paralización de la vida.
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“Del destino no se escapa”.
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No tienen honor.
“Son capaces de atacar a mujeres y niños.
Honor solo tiene el que lucha contra soldados”.
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A 5 pasos de su casa la ametrallaron.
Dos ráfagas.
Una sobre los 8 meses de su embarazo.
Una segunda sobre su cuello.
El que dobló cuando vio que su vientre sangraba.
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El delator envía las coordenadas de sus vecinos.
Se aleja de su casa.
Caen los misiles.
Regresa y revisa las ruinas.
A veces se salvan algunas cosas.
Un par de zapatos.
Un clarinete.
Dos monedas.
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Una Solución Final para Ucrania.
Reclama la agencia estatal rusa RIA Novosti.
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La fórmula es ésta: a cada mes de guerra corresponde un año de desminado.
Multiplique ciudadano lector.
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Hay que actualizar Google Maps.
Quitar pueblos enteros que han sido borrados del mapa.
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Un Google Maps de la destrucción.
De escombros y cadáveres de civiles.
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Fosas comunes.
Donde apareció una, dos.
Donde encontraron dos, cuatro.
Y así.
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Un Google Maps de las fosas comunes.
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Un Google Maps de las minas bajo la nieve.
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Un Google Maps de los crímenes de guerra.
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Un Google Maps de la Solución Final.
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Entre la primera y la segunda bomba, el vértigo.
Nueve segundos.
A veces diez.
Hay que correr,
aunque no se sepa hacia dónde.
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Dice un soldado ruso, en una grabación.
Primero se pregunta a los ucranianos.
Y, de inmediato, se dispara.
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Herida, la conducen a un hospital.
En la ambulancia, un funcionario la entrevista.
Ha perdido la familia.
La casa.
La calle donde creció.
Los amigos.
El mundo.
Le preguntan: ¿Cómo podemos ayudarte?
Dame un abrazo.
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Mientras las violan:
“Basura, perraputa,
para que no vayas a parir niños ucranianos”.
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Calle Yablunska, Bucha.
Más cadáveres que árboles.
Más cadáveres que piedras.
Más cadáveres que casas.
En un pedazo de calle.
80 metros, 20 muertos.
Hombres maniatados, civiles.
Ejecutados el 6 de marzo de 2022.
Sus cuerpos
más de un mes tirados en la calle.
Ahora la llaman Avenida de los Muertos.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Los francotiradores se apropiaron de esa escuela.
Y allí se instalaron.
Encendían fogatas con los pupitres.
Avisaron que le volarían la cabeza
a quien se asomara.
Estuve 23 días gateando.
A oscuras.
Siempre gateando.
Hasta que le prendieron fuego a la escuela
Y se fueron.
PARTE 2
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Dicen que las dos chicas están sepultadas
en la piscina municipal.
Las botaron en unas bolsas negras.
Al rato llegaron unos camiones con escombros
Y se los echaron encima.
Después comenzó a nevar.
Piscina de cascotes y lodo.
Los cadáveres siguen allí.
No tienen ni nombre.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Quemaron mis recuerdos.
Lo único que tenía.
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Disparaban contra los edificios vacíos.
A lo largo de varias cuadras.
Como si el enemigo fuese la ciudad misma.
Con o sin personas.
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Entonces decidí regresar a mi casa
a buscar los álbumes donde están mis recuerdos.
No quedó nada.
Nada es nada, señor.
Estaba todo chamuscado.
Quemaron mis recuerdos.
Lo único que tenía.
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El café abre otra vez sus puertas.
Dos ancianos se explican,
uno al otro,
la diferencia en el sonido de los misiles.
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En su cocinilla, freía 400 empanadas en la mañana
y 400 empanadas en la noche.
Y las enviaba al frente, a 18 kilómetros.
Un espía la marcó.
Cuando cayó el misil
había salido a buscar aceite.
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Putin paga entre 20 y 25 dólares por delación.
Eso sí: se exige que las fotografías sean nítidas.
Y las coordenadas, perfectas.
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Bajo los escombros, los cadáveres escapan a las estadísticas.
El olor.
Solo el olor.
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El niño corre hacia el pozo del agua.
El pequeño balde vacío se bambolea en su brazo derecho.
Tras el disparo,
perplejo,
ve que su pie pende de la pierna.
Entonces cae desmayado.
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Crímenes de guerra.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Dnipro.
Goteo estadístico.
A medida que despejan las ruinas,
más víctimas.
Y más.
Como si los muertos se escondieran bajo las piedras.
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La extenuación lo borra todo.
Borra al pensamiento.
Y al cansancio mismo.
Se cruza un límite en el que el cuerpo es otra cosa.
No cuerpo.
Animal que mata y huye de las balas.
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El frío.
Estaban acostados bajo una gruesa manta.
El estallido los expulsa de la cama.
El edificio vibra como si fuese a partirse.
El ruido es atronador.
Más gritos. Se visten.
El polvo entra por debajo de la puerta.
El hombre se levanta, se tambalea y se pone en movimiento.
Abre la puerta del apartamento ubicado en el piso 9.
Ya no hay nada.
Ni pared.
Ni pasillo.
Ni escaleras.
Solo el polvo y una luz incierta.
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A lo largo de la guerra, han vivido en tres lugares distintos.
Todos derribados por los misiles de Putin.
Saca un trébol de cuatro hojas,
envuelto en un pequeño sobre celofán.
Me protege.
Prometí no separarme nunca de él.
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Mientras las violan:
“Basura, perraputa,
para que no vayas a parir niños ucranianos”.
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No soy nazi.
Mis hijos tampoco.
Somos campesinos ucranianos.
Por eso cogimos las armas.
Como mis abuelos, mis padres y ahora mis hijos.
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Tres, cuatro, cinco violadores.
Con las botellas en la mano.
Mientras uno violaba, el otro apuntaba al marido.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Nos dijeron que los ucranianos eran bolsas de mierda.
Y que debíamos reventar esas bolsas a balazos.
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“En Borodyanka, hasta ahora sabemos que 25 adolescentes fueron violadas en grupo y nueve de ellas están embarazadas. Varios cuerpos de niños fueron encontrados desnudos con las manos atadas a la espalda y sus genitales mutilados. Un soldado ruso violó a un bebé”.
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Crímenes de guerra.
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La guerra es la huida.
El latido irrefrenable de la preparación.
De la partida.
Del camino.
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Un montón de materia sanguinolenta.
¿Qué es? Pregunta el reportero.
La señora Ilya y su nieto.
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El proyectil cayó a 12 kilómetros de Kramatorsk.
Zona rural, apenas habitada.
Cuatro precarias viviendas, habitáculos de campesinos pobres, cayeron tras la onda expansiva.
Con un proyectil semejante mataron a 57 personas y dejaron a más de 100 heridos.
El cráter es ahora una atracción turística: el hueco tiene 8 metros de profundidad.
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Creía que cuando esos soldados rusos, tan jovencitos, se darían cuenta de lo que hicieron.
Se arrepentirían.
Creí eso porque también soy ortodoxa.
Pero no.
Volvieron y fue peor.
Violaron y degollaron a seis.
A seis.
Por nada.
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La guerra es la pobreza. Consiste, por ejemplo, en recoger los restos de los misiles, como chatarra reutilizable, y venderla.
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La espera en las trincheras.
Solo el silencio de las lombrices.
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Crímenes de guerra.
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Se muere:
De bomba.
De bala de francotirador.
De ejecución sumaria.
De ametrallamiento en la calle.
De inhalación de gases tóxicos.
De infección.
De quemaduras.
De dolor.
De violación y vergüenza.
De hambre.
De sed.
De frío.
De formas inexplicables.
La muerte es un catálogo.
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Casa por casa.
Los hombres deben despojarse de la ropa del torso.
Quien tenga un tatuaje militar es fusilado en el acto.
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A las 10:30 am del 8 de abril de 2022, casi 4 mil inocentes aguardaban por trenes en la estación de Kramatorks.
Querían huir. Había ruido.
Dos misiles rusos cayeron sobre la estación.
Bombas racimo.
Antes de que comenzaran los gritos de dolor, el instante de silencio que certifica que la muerte ha llegado desde el cielo.
Dice el parte: 5 niños y 54 adultos.
Muerte. Sangre por todas partes.
Brazos y piernas destruidos por la explosión.
A continuación, los cirujanos.
Amputan.
Amputan.
Amputan.
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Crímenes de guerra.
Netos. Irreversibles.
Crímenes para siempre.
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Dijo Putin: fueron los ucranianos.
Les lanzaron los misiles para acusarnos.
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Ahora la llaman “la estación de la muerte”.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Azatbek Omurbekov, carnicero de Bucha: “El arma no es lo más importante aquí. El templo es el lugar donde podemos confesarnos y prepararnos para nuestras próximas acciones. Gracias al Todopoderoso, hemos alcanzado las alturas que hemos alcanzado”.
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“Han hecho un safari con los civiles de Bucha”.
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Las manos atadas a la espalda.
En la mano derecha, un pañuelo blanco.
Y un tiro en el cráneo.
A cuatro centímetros dice el forense.
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Bombas que funden la materia.
Los cuerpos.
Los colchones.
Hasta la misma morgue.
Hospital materno-infantil de Mariupol.
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89 bombardeos en un día.
89.
Jarkov.
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Guerra contra los indefensos.
Los desarmados,
los impotentes,
los perplejos.
La Solución Final contra Ucrania.
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Mientras las violan:
“Basura, perraputa,
para que no vayas a parir niños ucranianos”.
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La guerra es catástrofe demográfica.
Reporte al 22 de abril:
En Pokrovosk, de 103 mil quedaban 20 mil habitantes.
En Kramatorsk, quedaban 40 mil de 220 mil habitantes.
PARTE 3
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65% de los cuerpos tienen las balas en la cabeza.
O entre los ojos.
A 50 centímetros, 60 u 80.
La regla: a menos de un metro.
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Primero la bala.
A continuación el fuego.
Pero es inútil.
El hueco en el cráneo sigue allí.
Y seguirá.
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La orden:
A los que hacen cola en el pozo de agua,
a las piernas.
Impedir que vuelvan.
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Sufrimos de hambre en el verano.
Pero el hambre en el invierno no es hambre.
Es una bestia que muerde en el estómago.
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Un mes estuvieron los cadáveres en la calle.
Calles patrulladas por los rusos.
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Minas bajo los cadáveres.
En lo que los voluntarios levantan el cadáver,
dos o tres nuevos cadáveres.
Como si el cadáver llamara a otros cadáveres.
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El misil devora.
Desaparece.
Esfuma.
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El hambre.
Perros y gatos que devoran el cuerpo de sus amos.
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200 dólares por dejar constancia que fue el ejército ucraniano.
Basta con firmar.
El oficial ruso lleva los billetes verdes en el bolsillo de su chaqueta también verde.
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No había sino el agua de la piscina.
Y sobreviví.
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De esto trata la Solución Final.
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Se alistaron como voluntarios.
Y no dijeron quien cuidaría de los animales.
Ni quien se ocuparía de la siembra.
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La mina espera.
Invisible. Impasible.
En silencio.
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Debajo de los escombros solo hay escombros.
Escombros de un lado, del otro y más allá.
Pero al excavar, los escombros siguen allí.
Como si el mundo solo fuese escombros.
Hasta el final.
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Ejercicio de simulación.
Si Putin lanzara un misil portador de una bomba de 800 kilotones sobre Kiev, los muertos serían 300 mil.
700 mil los heridos.
Por lo menos.
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La guerra es la vulnerabilidad de la materia.
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De los crímenes de guerra
No se salvan ni las piedras.
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En realidad, son dos guerras las de Putin:
Una enfrenta a su poderoso ejército contra militares y voluntarios ucranianos.
La otra es una guerra de aplastamiento de la condición humana: feroces, borrachos y drogados, alentados por la propaganda y armados, soldados rusos ejecutan, violan, queman, roban, compiten al tiro al blanco contra civiles indefensos.
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Gana el que reviente la cabeza de un anciano que pasa por allí.
Del anciano que cojeaba.
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Nunca más volvió el agua.
Por eso hemos sacado las bañeras a la calle.
Y rezamos.
A ver si entre el ruido de las bombas,
alguien nos escucha en el cielo.
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Una Solución Final para Ucrania.
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Cuando estalla, la bomba de racimo libera
centenares de municiones que porta en su interior.
Expresión pura del azar, de lo indiscriminado.
Imposible saber hacia dónde se dirigirán los proyectiles.
Imposible calcular si hay alguna probabilidad de sobrevivir.
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Tiene cuatro años y está en el parque con sus padres.
La bomba de racimo estalla a unos 100 metros.
El padre alcanza a cubrir a la niña con su cuerpo.
La pequeña ve a la madre tirada sobre el charco de sangre.
Vamos a casa papá, mamá está muerta y la gente está muerta.
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Crímenes de guerra.
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Vulneración masiva de los vulnerables.
Ratificación de la impotencia del civil.
La precariedad irremediable del desarmado.
La guerra.
Solución Final.
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900 kilómetros desde Kiev hasta la frontera con Polonia.
Los cuidé como si cada una fuese una persona.
Dice el militar a cargo de la unidad que escoltó 50 obras de arte para la exposición En el ojo del huracán.
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Matan al entrar. Y al salir.
A la llegada: los tanques, los misiles,
la entrada de las tropas en ciudad.
A la salida, como en Borondianka:
violaciones, ejecuciones masivas, fosas comunes.
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La vulneración de los vulnerables.
Violación de lo inviolable.
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Bombas fósforo.
“Al entrar en contacto con el oxígeno a más de 30 grados genera una conflagración muy difícil de apagar. Sus efectos en las personas son profundas, extensas y dolorosas quemaduras de segundo y tercer grado que no cesan hasta que no queda oxígeno, por lo que pueden llegar a consumir hasta los huesos”.
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Crímenes de guerra.
Solución Final.
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“En Bucha hemos visto la humanidad hecha pedazos”.
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Hay una medicina del subsuelo.
Médicos y paramédicos. Y unas pocas linternas.
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Ametrallaron la ambulancia hasta que adquirió la forma de la chatarra.
Adentro: el conductor, el cuerpo de la médico y del paciente, fusionados con la chatarra.
Putin victorioso.
**
Putin victorioso.
Solución Final.
**
Avdiivka.
24 de diciembre.
La anciana lleva un pequeño ramillete de flores en las manos.
Camina hasta el portón destruido de la fábrica de coque.
Del coque vive el pueblo.
Se agacha y lo deja. Se persigna y regresa.
Explica: Van 516 bombardeos y la fábrica sigue.
Adentro está mi hijo trabajando.
Pido a Dios que lo siga protegiendo.
Hasta el final.
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Mi hermana y yo hemos llenado casi 600 sacos de tierra.
Nosotras también estamos en guerra.
Contra los asesinos.
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Me salvé.
Hubiese sido la muerta número 11.
Me avergüenza decirlo.
Sentí alivio. Pero es la verdad.
Me faltaban unos metros para llegar a la parada
cuando me di cuenta que había dejado mi pastilla.
Me di media vuelta y regresé.
Al llegar a la esquina caí.
No sabía dónde había caído la bomba.
No podía abrir los ojos.
Un hombre vino y me levantó.
Solo había polvo.
Una nube gris, hedionda.
El hombre me preguntó si estaba herida.
La voz no me salía.
Me toqué la cabeza a ver si tenía sangre.
Entonces escuché que alguien gritaba: la parada, la parada.
Los diez eran mis vecinos.
Fundadores del barrio.
Inocentes.
No lloro por uno, sino por diez.
No sé por qué Dios me protegió.
Debe ser que tengo una misión que cumplir.
Reconozco que tengo malos pensamientos.
Putin es mi mal pensamiento.
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Crímenes de guerra.
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Más de 16 mil menores han sido secuestrados y deportados.
A Rusia.
Más de 16 mil.
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Dígale a Putin que no soy su enemiga.
Solo una madre.
Y mi hijo tampoco es su enemigo.
Es un niño.
Solo un niño.
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Las semanas, los meses.
Olor que no termina de desaparecer.
Los cadáveres bajo los escombros.
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El paramédico le insiste a la anciana.
Hay que salir de aquí ahora mismo.
No puedo.
No encuentro mi almohada.
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Alguien dijo: por allí se escucha el llanto de un bebé.
Durante 48 horas los rescatistas quitaron los escombros.
Hasta llegar a la escena primordial de la vida.
Al milagro.
La madre y la criatura nacida bajo los escombros.
**
La criatura nacida bajo los escombros.
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Volaba a ras del piso para eludir los radares.
Niebla espesa.
No había luces en la zona.
Tres vueltas sobre sí mismo.
El helicóptero se desploma sobre la guardería.
Entre los 14 muertos, 3 niños.
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Ya no somos maestros.
Somos misioneros a punto de perder la vida.
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Zelenski: En la guerra no hay accidentes.
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La bomba arcoíris.
No mata (no, de forma directa).
Basta con hacerla explotar a una altura entre 20 y 600 kilómetros sobre la tierra.
Ella despliega un amplio paraguas: un Pulso Electromagnético Táctico.
Libera una especie de tormenta de electrones.
A continuación la ciudad se apaga.
Todo se apaga. Las señales. Los sistemas eléctricos. Las telecomunicaciones.
El apagón absoluto.
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No me iré.
Entre vivir en un campo de refugiados
y vivir entre estas ruinas que veo aquí, me quedo aquí.
Aunque caiga otro misil.
Soy de aquí.
Es mi lugar.
**
Descubres cuánto miedo, que no conocías, albergas en tu cuerpo.
Descubre cuánto amor, que no conocías, albergas en tu cuerpo.
Y hay una hora donde miedo y amor se enfrentan.
De eso trata la historia de la víctimas de una guerra.