Anotaciones visuales 2 | José Vivenes

Por FAITHA NAHMENS LARRAZÁBAL

Como si no tuvieran peso, como si fueran ingrávidas, según el refrán, se las lleva el viento. Pero acaso es más bien el olvido, ese baúl donde son arrumadas, lo que erosiona su integridad. Es que tienen, a la vez que son, tiempo. El verbo fue lo primero, sentencia la Biblia, y además se hizo carne: es el origen, pues, y uno con las cosas. Rafael Cadenas lo entiende así cuando sentencia que no existe nada si no es nombrado. Que suceda la desmemoria vuelve desdentada la historia; cuando un objeto se queda sin la palabra que le da vida. No todas, claro, tienen ese destino.

Unas son más obstinadas que otras (esta obstinación no tiene nada que ver con ¡estoy obstinada! por decir harta, creación del país donde el omóplato es llana, el automóvil es un carro que redondea del car inglés y van en góndola los que se desplazan por la autopista en gandolas). Las que se pronuncian con sentido de lo esencial sobreviven a los labios muertos. En tiempos en que la postal de la bonanza petrolera incluía trabajadores aperados de herramientas con aires de perennidad, los mismos que parecían empacar a la industria, los instrumentos marca Mc and Dale se convirtieron en sustantivo genérico y toda llave maestra o inglesa fue macundal para los obreros de Amuay. Agarró sus macundales y se fue.

Como se están yendo ñinga y ñapa, dos medidas imprecisas, tasadas en la subjetividad de los afectos. La ñinga es esa porción extra, aun cuando minúscula que, ay, nos dará un segundo más de éxtasis con ese migajita de majarete, referencia también borrosa en las bocas golosas; la ñinguita casi ni se ve. Dame una ñinguita o Me lo comí: lo que quedaba era una ñinguita. Gozadera cuando es conquista que exprime el plato limpio, tragedia cuando no habrá empanadas porque lo que queda es una ñinga de aceite. Ñapa también es más: un regalo que confirma la compinchería y trasluce generosidad. A veces a uno se le rompe la tapita del tacón y para ñapa llueve, pero la ñapa, si es de majarete, es el cielo (sí, el majarete puede ser una causa).

Palabras que han acompañado otras mudanzas, y no se han detenido en las alcabalas de las quintas e igual titilan bajo el zinc, los perolescorotos y guarandingas son comodín que aluden a cualquier cosa y a todo, la última incluso abandona la exclusividad de los objetos para referirse a hechos y emociones ¿Qué guarandinga es? por ¿Qué es lo que te pasa? Toca entonces jurungar —que equivale a hurgar pero con menos protocolo—, para detectar la vaina, palabra esta imperecedera y total. La sifrina, nieta del patiquín, irreconocibles gentes popof que picaron los cabos como las palabras que los identifican —Cadenas y sus razones—, intentarán explicarse ¡una pelusa! — con su mandibuleo y su ere tan de paladar, empezando con un radical ¡muérete! Siempre se les extraña, en esta pelazón.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!