Retrato de Simón Rodríguez por su discípulo A. Guerrero

Por ENRIQUE ALÍ GONZÁLEZ ORDOSGOITTI (i)

Simón Rodríguez es el perfecto ejemplo de quien hizo de la peripatética su manera de estar en la vida (a la manera heideggeriana). De un caminante que fue nómada y no errante, pues sus caminos trazaban un gran círculo y no una línea recta inacabada, cuya circunferencia encerraba con todas sus fuerzas a una Europa no-española y a una América Española, razón geográfica espiritual que le hacía transitar el error abierto con saña desde el siglo XIX, como es el intentar separar existencialmente, lo que es el único espíritu civilizacional de España, entendida en las vertientes peninsulares, canarias, americanas y filipinas de aquel entonces y creyendo posible destruir ese espíritu, por el accidente político ocurrido a partir de la secesión de España, que trajo tantas negaciones mutuas a cada lado del Atlántico.

Pero esa negación de España no le impidió —afortunadamente— el convertirse en un nuevo Quijote, pero más racional que el peninsular e inflamado e impulsado por la rabia tropical del Orinoco y una temporada permanente de lluvia de pensamientos, dirigidos todos a crear republicanos para una República deshabitada —según su republicanismo— pero lamentablemente —para él— habitada por trescientos años demonárquicos.

Acertadamente se centró en la necesidad de Educar y la aprehendió de un mordisco que más nunca quiso soltar. Sus reflexiones educativas las escribió a trozos, y como tal hay que leerlos, con la previsión de que dichos trozos nos describen trazos de su vida y de las circunstancias (a lo Ortega y Gasset) que le tocó vivir en ese momento. Cuánta identidad entre vida y obra hay en Simón Rodríguez.

Es posible pensar que esas reflexiones educativas de ambos SR (Simón Rodríguez y Samuel Robinson) son circulares, pues siempre se repiten los tópicos que giran alrededor de la importancia de la Educación para las nuevas Repúblicas, pero preferimos intentar leerlas desde una espiral ascendente, por el peso que tiene el eje transversal del tiempo futuro y desde los trazos, pues eran trazos de su piel y sabemos que en la piel están las mismas células y el mismo ADN que en el resto del cuerpo y lo que más nos atrae, es intentar llegar al ADN educativo de SR.

I.-Fuerza Material y Fuerza Moral

“la fuerza material está en la MASA

Y la moral en el MOVIMIENTO”

(Simón Rodríguez[i].-“Luces y Virtudes Sociales”, p.73)

Veamos la interesante diferencia que establece entre la Fuerza Material y la Fuerza Moral y entre la Masa y el Movimiento. Observamos cuatro conceptos físico-sociales relacionados entre sí, los cuales le permitirán explicar la situación histórica específica que tiene ante sus ojos:

“Hasta aquí, las dos fuerzas han estado divididas… la moral en la clase distinguida, y la material en el pueblo” (p.74).

Destacamos la característica del pensamiento de SR, la cual es teorizar sobre lo real y a partir de lo real. Producía, como diría Marx: un concreto-pensado.

Este pensar era, a su vez, una crítica social rotunda sobre la realidad, al atribuir a las clases dominantes el monopolio sobre la Educación, situación que deplora y adversa activamente, tal como se refleja en su proposición y disposición de cambiarla a través de una Educación Popular o Educación General.

Otro elemento importante a destacar es la utilización de símiles tomados de la naturaleza, para explicar la injusticia social de separación entre lo material y lo moral:

“a imitación de las plantas que llevan, en dos pies distintos, los órganos de su jeneración en uno el polvo fecundante y en otro el jérmen de la semilla” (p.74)

Con este ejemplo visualiza la gravedad del problema y la necesidad de superarlo, para lo cual propone también un símil de la naturaleza:

“(…) ahora, es menester que vivan de otro modo —a imitación de otras plantas que en un mismo pié, tienen los dos poderes (los naturalistas llaman este modo, monoeciauna sola casa o habitación)” (p.74)

De esta manera queda asentada la imprescindible necesidad de cambiar ese estado de cosas. Y al proponer dicho cambio, se produce una ruptura clave con el Iluminismo y el Jacobinismo ilustrado del Emilio, fomentadores de la educación solo de la élite, cuyo principio máximo es decirle al pueblo: permítanos pensar por usted. Este principio educativo de SR explica con claridad meridiana, gran parte de las razones que impidieron las reformas educativas que proponía.

Y como otrosí de estos símiles de la naturaleza, que se presentan como concluyentes e imperativos para superar la injusticia social que implica una educación de élite, no estaría de más destacar ese diálogo naturaleza-sociedad, tan fecundo y nutritivo, cuando hoy observamos intentos de disminuir el papel de la naturaleza en la acción y definición del ser humano, cuando se es capaz de afirmar como axioma el que: “La definición sexual es solo un hecho social”, convirtiendo el papel del ADN en su XX y XY, en una baratija anecdótica. Axioma que en estricta lógica es simple superchería. SR todavía tiene mucho que hacer en este mundo.

II.-Educación Popular como Educación General

“El objeto del autor, tratando de las Sociedades Americanas,

es la Educación Popular,

y por Popular entiende Jeneral.-Instruir no es Educar;

ni la Instrucción puede ser equivalente de la Educación,

aunque Instruyendo se Eduque”

(Simón Rodríguez.-“Luces y Virtudes Sociales”, p.92)

El concepto más difundido de Simón Rodríguez —me atrevo a afirmar— es el de Educación Popular y a su vez, el más difícil de entender y de aplicar. Empecemos por decir que para él Educación Popular es igual a Educación General, ¿pero qué es general?

Al tratar de definir lo qué es general, va desarrollando una red conceptual meticulosa y compleja que permite con seguridad, una comprensión acertada. Para su construcción utiliza el método lógico, de comenzar a definir algo por aquello que no es: lo general no es la publicación ni la divulgación:

“Tampoco son medios de generalizar, ni pueden suplir por ellos, los continuos actos de publicación que se hacen en Escuelas, Colejios y Universidades, ni los de divulgación que se hacen por la prensa”. (p.92)

Además, le da a lo general la condición de ser lo único social, afirmación que ya no es científica, sino doctrinal ideológica, debido a la influencia del Socialismo Utópico en su pensamiento. Esta identificación de lo público con lo social, es una descalificación a lo privado, por lo cual se afilia a la manera como comienza a justificarse la primacía del Estado en el siglo XIX:

“Lo que no es general, sin excepción, no es verdaderamente público, y lo que no es público no es social” (p.92)

Pero entonces ¿cómo se accede a lo general? SR tiene una respuesta teórica de cómo lograr crear lo general:

“(…) pero no se jeneraliza sino lo que se extiende con arte, paraque llegue, sin excepción, a todos los individuos de un cuerpo.” (p.92)

Y una respuesta práctica de cómo “Extender con Arte”, formado por dos políticas, una de consenso:

“Extender con arte será, no sólo hacer que todos sepan lo que se dispone, sino proporcionar generalmente medios de hacer efectivo lo dispuesto” (p.92)

Y otra de coacción moral, colocando nuevamente encima de las opciones, el papel coaccionador de la sociedad a través del Gobierno:

“(…) y todavía será menester declarar que, la posesión de los medios, impone la obligación de hacer uso de ellos” (p.92)

El segundo problema teórico es su afirmación de que: “Instruir no es Educar… aunque Instruyendo se Eduque”. Creo que aquí, SR dejó abierto un camino para una reflexión filosófica sobre la Educación. Conociendo la experiencia vital de su peripatética existencia, no es difícil concluir que se trata de una Educación para la Vida, por lo tanto, abierta a las situaciones de las Calles de las Sociedades, pero también a una interacción de la sociedad con la naturaleza, una Educación comprometida con la construcción de las Repúblicas, una Educación tan libre que pudiera tener como principio aquella afirmación de que: “el Programa lo hace el Maestro”. Lo cual nos deja esta interrogante: ¿cuán lejos está el actual sistema educativo venezolano de este gran aliento educativo de SR?

Para decirlo en otro terreno: la concepción de Educación de SR es en sí misma, una proposición de Espiritualidad para los habitantes de la América Española desolada por las innumerables guerras. Yél se definía, como un Evangelizador de esa buena nueva.

III.-Sentir, entender e interesar

“Lo que no se hace sentir no se entiende

Y lo que no se entiende no interesa”

(Simón Rodríguez.-“Luces y Virtudes Sociales”, p.99)

Siempre SR nos deja testimonio del lugar educativo desde donde teoriza y pedagogiza: desde el centro del hombre. Su preocupación es el hombre y por lo tanto, la Educación debe estar a su servicio, de ahí su teoría pedagógica: el educando debe sentirse aludido por lo que debe aprender, debe ser sobre temas que considere importantes para sí. Ese sentirse aludido por el conocimiento es lo que le permitirá entender, pues el entender, es consecuencia del interés en aprender.

Por eso su insistencia en la importancia de la peripatética, del caminar por los vericuetos del entorno, de interpelar el ambiente social y el ambiente natural. Pero de ese transitar, deberá desprenderse una currícula abierta, haciéndose en el interior de la propia práctica educativa y no hecha por la burocracia educativa.

Pero esa intención de analizar la realidad construida y la realidad natural, le llevará inmediatamente a la historia de la ocupación del territorio y de construcción del paisaje, durante los siglos anteriores ¿y cómo reaccionaría ante el pasado indígena, el africano-negro, el canario y el español? ¿Afirmando lo positivo en algunos y lo negativo en lo que considere europeo? ¿Formaría ciudadanos republicanos, con el hiato de los trescientos años de españolidad?

SR adolece del síndrome del Adanismo al hablar de la América Española Republicana en formación, piensa que es posible edificarla con el único signo de la novedad, de lo inédito que no le debe nada a su pasado considerado un lastre.

He ahí la contradicción, no se puede caminar hacia la historia de lo realmente ocurrido y eludirla por el prejuicio anti europeo y visceralmente anti español.

SR fue muy explícito en la necesidad de sustituir lo español, a través de lo que hoy llamaríamos emprender una lucha cultural para erradicarlo, un etnocidio que afectaría —en diverso grado— a toda la población existente, por eso la claridad de la Dedicatoria de su obra “Luces y Virtudes Sociales”:

“Esta obra se DEDICA a los que conocen ya la Sociedad

A los que tienen costumbres formadas para vivir BIEN bajo el Gobierno monárquico en que nacieron

Pero se DIRIJE

a los que entran en una Sociedad que no conocen

a los que necesitan formar costumbres de otra especie para vivir MEJOR bajo un Gobierno diferente del que tuvieron sus padres” (p.105)

Se invita a los futuros educandos, que vivían bien en la Monarquía, a que renuncien a esas costumbres, a que acepten formar nuevas costumbres, que los alejarán de las heredadas de la tradición de sus padres, para vivir mejor, bajo un gobierno que nunca conocieron sus padres.

Seguramente pesó en la mentalidad de los nuevos educandos, el dicho de: más vale malo conocido que bueno por conocer. Quizás eso explique en parte, los resultados prácticos de las empresas educativas de Simón Rodríguez.

i.-Dr Ciencias Sociales, Sociólogo, Folklorólogo, Filósofo y Teólogo. Especialista en Administración Cultural, Estudios de Maestría en Historia de América. Estudios de Maestría en Enseñanza de la Historia. Profesor Titular de la UCV y de la UCAB. Miembro Centro de Estudios de América (CEA-UCV). Coordinador general del Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela (CISCUVE: www.ciscuve.org). Ha dictado clases en Pregrado, Maestrías y Doctorados (UCV-FACES, FAHE y FAU y UPEL-IPC). Autor de 11 Libros, 48 Capítulos de Libros colectivos y 151 Artículos en Revistas Arbitradas. Redes: YouTube-CISCUVE, YouTube-Enrique Alí González, ivoox.ciscuve, @enagor, [email protected]

ii.-Simón Rodríguez.-“Luces y Virtudes Sociales” en: Simón Rodríguez (1982).-Inventamos o Erramos. Caracas, Monte Ávila, Biblioteca de Utopías, dirigida por Dardo Cúneo, pp.225


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