F.A. HAYEK Y LUDWIG VON MISES, DOMINIO PÚBLICO

Por NASLY USTÁRIZ FORERO

 “Los peores males que la humanidad haya tenido que soportar 

fueron infligidos por los malos gobiernos

Ludwig von Mises

La ocasión de haber sido convocada para participar en esta edición del insustituible instrumento de lectura y reflexión que es Papel Literario, para así conmemorar los cincuenta años de la desaparición física de Ludwig von Mises, quien en su momento mereciera la calificación del “más grande profesor de economía viviente” (1), me ha generado algunas certezas y muchas dudas. Entre las certezas, diremos, por ejemplo, que al recibir la invitación de inmediato tuve clara cuál sería mi aproximación a una vida académica y personal tan fructífera como la suya: casi siete décadas de actividad docente, 22 libros escritos y cientos de papers, artículos y monografías publicadas, fundamentalmente sobre economía, aunque también sobre filosofía política, ya podrían parecer suficiente estímulo para alguien que, como yo, sigue considerando la vida docente como un ideal a perseguir.

Pero fue justo esa certeza inicial de enfocarme en el aporte de Mises a la teoría monetaria, lo que, curiosamente, también generó la primera de las dudas a las que me he referido. En boca, nada menos que de la propia Andrea Rondón —la coordinadora de este esfuerzo por recordar al maestro austríaco y su obra— resonó algo que ya alentaba desde antes, en el fondo de mi propia mente vacilante: ¿será la faceta monetaria de la obra de Mises, un asunto atractivo, algo suficientemente seductor o cuando menos de interés para el público que, tercamente, insiste en leer el irremplazable suplemento literario en cualquier plataforma o medio que se presente? Esta clase de temas en los que vengo concentrando mi atención digamos académica, desde hace ya tiempo, ¿calará en un público, probablemente más interesado en asuntos poéticos, artísticos, o literarios como parece sugerir el mismo apellido de la publicación para la que estoy preparando?

Y, entonces, en la propia formulación de la interrogante vino a mí la respuesta: es, precisamente, a los lectores de Papel Literario a quienes quiero contarles esto, son justo ellos ese público —del que yo misma he formado parte desde hace lustros— a quienes puedo hablarles de un tema espinoso y esquivo, de ese “enigmático fenómeno” (2) que es el dinero, un asunto que por su complejidad suele ser mal entendido hasta para los estudiosos. Y es, en definitiva, ante este auditorio perseverante y terco que acompaña la iniciativa del suplemento literario del diario venezolano El Nacional que circula desde hace ya 80 años, con quienes voy a tratar de tender el puente entre mis disquisiciones académicas y libertarias, y el “yo lector” que, de una u otra forma, todos llevamos por dentro.

Empecemos por decir que desde siempre existe y ha persistido una confusión que quizá podríamos calificar de cotidiana, entre lo que son los sustitutos del dinero (3) y el dinero mismo. Mucha gente no tiene siquiera conciencia de que sean dos cosas distintas. Si preguntáramos a cualquier persona del común, en algún país escogido al azar (pero Venezuela no entraría en esa selección), por ejemplo, cuánto dinero tiene en ese momento, lo usual sería que sacara de su bolsillo o cartera algunos billetes, quizá unas monedas, para contarlos y dar respuesta precisa a la interrogante.

Pues bien, fue Mises junto con otro titán y padre de la escuela Austríaca de Economía, Carl Menger, quien tuvo que reiterarles a los demás economistas, aunque pudiera parecer innecesario, la verdadera naturaleza del dinero. Fue menester descorrer el velo que cubre a ese artefacto misterioso y por el que muchos entienden o aceptan que el dinero no es más que una creación de la ley, producto de un artilugio por el cual se decreta el “curso legal” de unos papeles que, bien mirados, no se refieren a nada en concreto. Primero Menger a fines del siglo XIX (4), y luego Mises en 1912, año en el que escribió La teoría del dinero y del crédito tuvieron que recordarles a los propios economistas aquella verdad elemental: que el dinero no es una creación de la ley, es una mercancía, un bien que el mercado ha seleccionado como medio común de intercambio.

Que los economistas hayan sufrido la misma desorientación que una persona común podría experimentar, es muy sorprendente. Pero es lo que explica que Mises se haya visto en la necesidad de recordarles a sus colegas que el dinero es un fenómeno que presupone la existencia de un orden económico basado en la división del trabajo y en la propiedad privada de los medios de producción y los bienes de consumo. Un fenómeno derivado del funcionamiento mismo del mercado, pues es éste y no alguna autoridad económica, el que selecciona ciertas mercancías como medios comunes de cambio entre aquellas que tienen mayor capacidad para ser negociadas —intercambiadas— con facilidad.

La teoría del dinero y del crédito de Mises se convirtió así en la obra estándar de su tiempo en el campo monetario y representó un paso gigantesco en cuanto al avance del subjetivismo de la Escuela Austríaca (5), aplicado al campo del dinero y del crédito. El mérito de este primer gran trabajo de Mises consiste en haber desarrollado la teoría del dinero, el crédito y la banca, junto con su notable aunque incipiente Teoría de los ciclos económicos, todo ello bajo el nuevo paradigma de las revolucionarias ideas subjetivistas. Especialmente quisiera destacar todo el aporte misiano en la comprensión del fenómeno inflacionario. Creo no exagerar si menciono que sus hallazgos en materia de control de la inflación fueron determinantes en la evolución de la economía europea de principios del siglo XX.

Y es este último el tema que motivó, en concreto, el enfoque de esta breve reseña. La ilusión monetaria que ayudó a consolidar en su momento el rol de los billetes emitidos por los distintos bancos centrales del mundo como dinero (6), jugaba un rol principalísimo en la época en la que Mises escribió estas cosas. Pero la confusión que ayuda a consolidar esta clase de dinero de papel, vuela por los aires en situaciones extremas, como serían las épocas de hiperinflación, porque en esos momentos el mercado expulsa de la circulación a la moneda que algún estado creó, y sólo en esas circunstancias se evidencia en toda su cruda verdad la auténtica naturaleza del dinero.

Por eso al principio de estas líneas dejé a Venezuela fuera de aquella propuesta de elección azarosa que ponía a modo de ejemplo. Si hoy en día hay ciudadanos en el mundo que estén conscientes de que ese dinero de papel, nuestro vapuleado bolívar, está sujeto a una constante y permanente erosión en su valor de cambio, más que en ningún otro lugar del mundo, esos somos los venezolanos, quizá acompañados de cerca por los argentinos.

La relación que solemos tener los humanos con el dinero es compleja, a veces tortuosa, y creo que, en parte, ello se debe a que perdemos de vista que es sólo una mercancía. El dinero es un bien económico ni más ni menos, y haberlo estudiado y enfocado así es el gran aporte que supone la obra de Mises, por lo que su valor depende de su oferta y de su demanda. Pero es esa clase de bien que todos queremos, porque cumple la indispensable función de facilitar las relaciones de intercambio, pues actúa como medio común de cambio. Cuando lo que usamos como dinero, son papelitos que pierden su valor de forma constante, sentimos en toda su crudeza que los gobiernos nos están despojando literalmente del único bien que necesitamos para poder obtener todos los demás. Sentimos de manera casi física, como nos vamos empobreciendo.

La denuncia de Mises iba, no obstante, mucho más lejos, las predicciones del maestro austríaco se han cumplido (7). La explotación del monopolio del dinero a cargo de los estados y sus bancos centrales nos ha llevado a esta realidad mundial de hoy, en la que el patrón monetario es tan aleatorio y cambiante y en el que se dificulta enormemente el cálculo económico (8).

Como reiteraba José Antonio de Aguirre en la introducción a la edición española de La teoría del dinero y del crédito, el maestro Mises al recordarnos estas verdades ha prestado un servicio inestimable al análisis económico (9). Añado que también nos lo ha prestado a todos los que sabemos que no podemos darles la espalda a estos asuntos, pues en palabras del propio Von Mises: “El gobierno no puede hacerlo más rico, pero puede hacerlo más pobre”, puesto que, en definitiva “La inflación es esencialmente antidemocrática”. No es pues gratuito que para muchos, Ludwig von Mises pueda ser considerado el economista más relevante del siglo XX.


Referencias

1 Ludwig von Mises logró en vida reconocimiento como economista de trayectoria y fama universales, al punto que en 1944 Henry C. Simons -célebre economista estadounidense, de la Universidad de Chicago-, lo calificó con esta frase.

2 Así lo calificó el padre de la Escuela Austríaca de Economía, Carl Menger, quien con la publicación de sus Principios de Economía en 1871, sentó las bases de esa corriente de pensamiento económico y filosófico.

3 Es el nombre que le da Mises a aquellos medios fiduciarios que funcionan como dinero, pero no son dinero, por ejemplo los billetes de banco (dólares, euros, libras) o los cheques.

4 En su obra El origen del dinero (1892), Menger enfatizó en el misterio que encierra el dinero planteándose la siguiente interrogante: ¿por qué todos hemos estado dispuestos a intercambiar bienes y servicios realmente útiles, por meros tokens?

5 Según ha afirmado con entusiasmo Murray Rothbard, citado por Ignacio Moncada (Instituto Juan de Mariana): «La teoría austriaca del dinero virtualmente empieza y termina con la monumental Teoría del dinero y de los medios fiduciarios de Ludwig von Mises, publicada en 1912″. Más de un siglo después de su publicación, esta obra sigue considerándose una suerte de libro sagrado de teoría monetaria para la mayoría de los seguidores de la Escuela Austriaca. Aunque debo añadir que en los últimos tiempos han surgido voces disidentes dentro de la propia tradición austríaca. Por ejemplo el profesor Juan Ramón Rallo, se ha atrevido a publicar (2020) un libro con críticas a la teoría de Mises, planteando lo que estimamos una reconstrucción de la teoría monetaria austríaca, Rallo contra Mises.

6 Y si no son dinero, entonces ¿qué diablos son los dólares, los euros, los pesos que tenemos o bien en el bolsillo o en una cuenta de banco? Es lo que tradicionalmente se ha denominado dinero fiduciario, papel moneda o, el nombre más claro para mí, dinero inconvertible.

7  Como se cumplió también la predicción del advenimiento de la Gran Depresión de 1929 que debemos al Instituto Austríaco de Coyuntura Económica, cuya creación fue entusiastamente impulsada por Mises, quien también propuso a su primer director, F. A Hayek. El Instituto fue el único en advertir, contra todo pronóstico, que luego de todos los excesos postguerra, tanto monetarios como crediticios que se vivieron en los “felices” o “locos” años veinte, el resultado inexorable sería esa debacle.

8 Digamos, siguiendo las ideas del profesor español Jesús Huerta de Soto, que el concepto y análisis del cálculo económico puede considerarse uno de los aspectos esenciales del pensamiento de Mises, a cuyo estudio dedica toda la parte tercera de su monumental obra “La Acción Humana”.

9 José Antonio de Aguirre en la Introducción a la edición española de La teoría del dinero y del crédito de Ludwig von Mises. Unión Editorial, segunda edición, Madrid, 2012, pp.xxxix y ss.


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