NORAEDÉN MORA MÉNDEZ, CORTESÍA

Por NORAEDÉN MORA

Y de pronto recuerda con extrañeza el que pueblos enteros (los judíos, los indios o los moros) hayan construido sus sistemas dogmáticos bajo un Sol que a él casi parece prohibirle pensar. Ese Sol que está ardiendo a sus espaldas. Junto a él la resina y el tomillo impregnan todo el aire en el que él cree que se va a ahogar.

Walter Benjamin

Oficio del latín officium. Trabajo, ocupación, carrera, dedicación, función, labor. Se le dice oficio a veces a algo por no decirle trabajo, como si el trabajo implicara alguna obligación que el oficio no. Se le llama trabajo a algo que no es un oficio como si implicara una formalidad que el oficio no tuviera. A un conjunto de trabajos se les puede decir obra, y a la obra también se va a trabajar con picos, palas y sacos de cemento. Otra manera es el arte de. La pericia y la maestría que se alcanza de un oficio comprenden una sensibilidad solo comparable con el arte, que a su vez es difícil de comparar con algo más. ¿En qué se ocupa, cuál es su ocupación? Esa pregunta que resuelve la no coincidencia entre algo que se estudió y algo en lo que se trabaja, o la actualidad del ejercer cierto oficio. Estudié para ser bibliotecaria, pero ahora soy visitadora médica. Ocupación ¿ventas farmacéuticas? Estudié ingeniería y estoy dedicado totalmente a ser maestro panadero. Ocupación ¿pan? ¿el arte de la masa?

Cuando me imagino una mejor definición del oficio hago una cirugía donde intento extirpar esa otra palabra con la que comparte raíz, oficina. Es difícil dividir a unos siameses homónimos: oficio de papel, documento. Pero intento. Yo escribo cartas a los tesoreros de la lengua y someto a burocracia la posible independencia de oficio de esa nación de empleos con horarios fijos y viernes casuales. La emancipación de los maletines y zapatos de cuero negro opaco. Una alternativa sería más bien la fusión total, la oficina como un taller de metales, una cocina industrial o la calle misma con mesas cubiertas de objetos encontrados de otra época que se rematan al final del día.

Una cosa solo necesita a otra para pasar, un soplo, un impulso eléctrico, una célula. Por un momento la cosa pasa. Pude haber sido Juan de Pareja y ganar mi libertad por pintar y conseguirle los mejores colores al maestro Velázquez. Puedo haber sido la Malinche traduciéndole y dándole hijos a Cortés. Quizás yo era Laika olfateando la nave espacial hasta que mi hocico sintiera que no pesaba nada, fantaseando con el desigual horizonte lunar mientras moría de calor (¿cómo serán las fantasías caninas?). Fui Juana de Arco sumida en la mayor convicción. ¿Ocupación? Heroína. O podría haber llegado a ser Ptolomeo y que todo girara para mí y quizás por mí. Sigo en el oficio de preguntarle al officium si quiere seguir siendo oficio de oficina. Hay que llegar temprano, servir café en la taza con mis iniciales, buscar el suéter para amainar el frío del aire acondicionado y quitarme los zapatos sin que nadie se dé cuenta mientras dibujo en un papelito amarillo mi propuesta cosmológica antes de que me la roben: la tierra —con forma por definirse, quizás redonda— quieta en el centro y el sol, la luna y otras estrellas orbitando.


Noraedén Mora Méndez (Caracas, 1986). Candidata doctoral de la Universidad del Sur de California. Ha publicado en revistas de Venezuela, Colombia, Chile, México y Alemania. Es coeditora de flores degeneradas (Berlín-Los Ángeles) y junto a Rebeca Pérez Gerónimo escribió manifiesto degenerado (2022). Su libro Poro, un tríptico, se publicará en Bogotá en abril de 2023. Escribe crítica, narrativa, no ficción y otros experimentos degenerados.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!