Mujeres que matan
Alberto Barrera Tyszka / Archivo El Nacional

Con una prosa dura, de una narrador que observa impasible la tragedia, Alberto Barrera Tyszka nos invita en su quinta novela, Mujeres que matan (Ediciones Curiara), a explorar un país devastado desde el punto de vista de mujeres traumatizadas, así como tópicos tabú que nos han afectado en los últimos años como el suicidio o la ejecución de la justicia por las propias manos.

El país descrito por Barrera Tyszka parece sacado de una historia distópica: hablamos de un sistema que sufre apagones diarios, donde el transporte público es casi inexistente, el Metro está arruinado, las calles parecen paralizadas en el tiempo, los edificios lucen abandonados, el hambre grita en cada esquina y encima de todo, como una sombra gigante, un Alto Mando omnipresente que afirma que todo está bien:

«El Alto Mando decía que no había hambre. El Alto Mando aseguraba que el hambre era una manipulación mediática. El Alto Mando denunciaba que el hambre era invento de los enemigos. El Alto Mando decía que el Alto Mando defendía y protegía a todos los ciudadanos de una invasión extranjera. El Alto Mando repetía que gracias al Alto Mando el pueblo se había salvado. ¿Quién era el Alto Mando? Nadie parecía saberlo. ¿Qué era? Una voz acompañada por muchos hombres con armas. ¿Dónde estaba? En todos lados».

Envueltos por esa atmósfera un grupo de mujeres intenta escapar y crea su propia burbuja: un club de lectura donde se reúnen semanalmente para leer y reflexionar acerca de títulos de autoras latinoamericanas destacadas como la venezolana Elisa Lerner o la argentina Samanta Schweblin. Es el contraste de una sociedad herida: hay disparos en las calles pero necesitas algo para aferrarte.

Un extraño elemento será el catalizador del conflicto central en Mujeres que matan: un libro de autoayuda titulado Te daría mi vida… ¡pero la estoy usando!

Barrera Tyszka parece querer ironizar con los best-seller de autoayuda y su posible influencia en la sociedad. Ese libro será el que despierte los deseos de venganza de estas cinco mujeres, cada una víctima del país de uno u otro modo. Convertirán entonces un club de lectura en un grupo de conspiración.

Cuando las protagonistas comienzan a cometer asesinatos, el narrador reflexiona: «¿Hay homicidios legítimos, aunque no sean en defensa propia? ¿Quién decide eso? ¿Los asesinos?». En esas mismas líneas transpiran también dos afirmaciones del principio del libro:

-«Las mujeres son distintas en todo. Incluso a la hora de morir».

-«Las mujeres son distintas en todo. Incluso a la hora de matar».

De ese modo Barrera Tyszka logra atar en una historia reflexiones sobre la percepción de vulnerabilidad de la sociedad hacia el género femenino, la venganza, la injusticia, el suicidio y el totalitarismo.

Los derechos de las mujeres y el suicidio son temas que no suelen tratarse públicamente en el país, con una población más ocupada en sobrevivir al hambre y la delincuencia y enfrentar a diario los problemas de transporte, las fallas eléctricas, la ausencia de Internet, la escasez de gasolina, la crisis política, la incertidumbre.

Pero eso no significa que no ocurran, de hecho, son temas que al ser estudiados los resultados obtenidos suelen ser negativos. Solo en los primeros 10 días de 2020 se registraron ocho feminicidios confirmados en el país. «Es una realidad que las organizaciones feministas hemos denunciando desde hace años», dijo la coordinadora Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, Magdymar León, a El Nacional (1).

Es aún más difícil hallar información acerca de los suicidios en Venezuela. Un dato que puede aproximarnos a la realidad es que, según el Observatorio Venezolano de Violencia, la tasa de suicidios en el país es de 19 por cada 100.000 habitantes (2).

Barrera Tyszka vuelve a reflexionar y a redescubrir el país que le vio nacer y que ha cambiado de manera tan drástica que resulta un reto registrar lo que ocurre. Él mismo ha confesado que le cuesta escribir sin hablar de Venezuela:

«No es una cosa voluntaria. De hecho, en un principio quería ubicar Mujeres que matan en México, con la historia central de unas mujeres que se reúnen en un club de lectura y que luego comienzan a leer un libro de autoayuda. Pero la escritura no avanzaba. Hasta que descubrí que era porque tenía en la cabeza a Venezuela. No hay una intención de registrar al país. Es al revés: creo que el país te invade y, de alguna manera, mancha toda tu escritura» (3).

Considero que el tema central de Mujeres que matan, más allá de la política, es el dolor. El dolor acompaña a los personajes durante toda la historia. Los conmueve, los paraliza, los lleva a cometer locuras. «Cada quien organiza su dolor como puede», dice uno de los protagonistas.


1. Feminicidios evidencian la debilidad institucional con la que Venezuela inició 2020

2. Tasa de suicidio en Venezuela aumenta en medio de la crisis 

3. Alberto Barrera Tyszka: Venezuela mancha toda tu escritura


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